Cómo cansa la fatiga económica

Año 2040. Francia anda por los suelos, ya fuera del euro por obra de la presidenta Le Pen, sometida a múltiples devaluaciones, abrumada por el paro, con una clase media destruida por la inflación. Una Francia angustiosamente fracturada. Déficit desbocado. Deuda pública sideral. Violencia callejera, arrabales en la total precariedad. Así lo ve en 2040, el presidente del FMI, y así lo cuenta en sus cartas.

Son las Cartas beninesas de Nicolas Baverez, la figura más eminente en la tesis del declive francés. A modo de Las cartas persas, el presidente del FMI, Alassane Bono, es de Benin, en un momento -2040- en que el crecimiento económico de África ya es algo más que un indicio emergente. En fin, Francia está en la cola, enferma de inanición económica. El FMI se dispone a supervisar su bancarrota. Francia, estado fallido.

 
Lo que dará impulso a la post-crisis es la destrucción creativa que generan las crisis
 

Al otro lado de los Pirineos, ¿cómo andarán las cosas en 2040? ¿Cómo lo contaría entonces un presidente del FMI? De qué tengan calado y consistencia las reformas económicas, que no desfallezca esta estrategia y que España sea políticamente estable depende el panorama de 2040.

Una vez más, lo que dará impulso a la post-crisis es la destrucción creativa que generan las crisis. Remodelar el Estado de Bienestar, activar el ascensor social, reconvertir el sistema educativo, mantener la integridad territorial o mejorar el mercado de trabajo son acciones políticas que, de desfallecer, inducirían a una mayor fatiga. En la Moncloa, ¿un presidente del gobierno de extrema derecha en 2040?

Baverez está copando los titulares de la prensa económica francesa pero, a pesar de su descripción tan drástica del futuro, sostiene que la esperanza no es imposible. No hay determinismo en la tesis del declive. Incluso es posible que, con todas las dudas imaginables, que el giro económico anunciando por François Hollande logre cuajar siempre y cuando Francia opere reformas muy firmes y de hondura. Baverez pide un tratamiento de electrochoque económico. Eso es difícil si no hay otra prioridad que el calendario electoral.

Los datos en Francia de hoy son aciagos, de una parte por la inoperancia del Estado y por otra por el lastre de años de psicosis de decadencia. Y las reformas no pueden concebirse desde la fatiga. La manifestación del cansancio resta capacidad de atraer inversión extranjera, del mismo modo que el riesgo de quedarse muy por atrás de Alemania es fatídico.

En el caso de España, la economía no llevaba tres décadas en desmoronamiento cuando irrumpió la crisis. Siendo un país constitutivamente menos rico que Francia, la post-crisis no tiene por qué resumirse en una nueva fatiga. Depende de la calidad política, de los consensos y concertaciones. Todavía falta un gran pacto productivo, una severa reforma administrativa, una estrategia de reindustrialización, una transparencia general, una regeneración de la política. Todo eso es factible, siempre que la fatiga no nos canse demasiado.