Colau y Trias, el complejo a ejercer el poder

Los responsables políticos no lo tienen fácil. Con demasiada facilidad se les critica. Están muy expuestos a los medios de comunicación. Los fines de semana son una prolongación, algo más relajada, de los días laborales agotadores. Se deben, en esos momentos, a la atención de los suyos, a las agrupaciones locales, a los actos ciudadanos. Hay una imagen lejana de Pasqual Maragall, en la que muestra su envidia a los amigos que el viernes por la tarde parten hacia sus segundas residencias, aunque con la convicción de que había tomado la decisión correcta, al decidir que quería servir a la ciudadanía.

Todo eso es cierto. Pero también lo es que los responsables políticos han adquirido un extraño complejo. Temen ejercer el legítimo poder que se les ha conferido. Buscan apaños, acuerdos bajo mano. Quieren una cierta paz, –algo que no es menospreciable, claro– para evitar enfrentarse con las cuestiones espinosas.

Es el caso de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pero también del ex alcalde Xavier Trias. Respecto a Colau, el asunto se podría comprender mejor. Ha pasado de la noche a la mañana de activista a máxima responsable de la segunda ciudad española, y una de las quince ciudades –seguramente– que más atención generan en el mundo.

Es significativo que The Guardian se pregunte sobre si Colau es la alcaldesa más radical del mundo. Pero una vez en el poder, una vez ha sido elegida alcaldesa, Colau debe asumir el lugar que ocupa. Y es difícil de entender que trate de lavarse las manos, dejando a los vecinos que busquen una solución con los okupas en el barrio barcelonés de Gràcia, después de los altercados de los tres últimos días.

No se explica que admita las maniobras de su teniente de alcalde, Jaume Assens, en favor de los manteros, complicando la vida a los agentes de la Guardia Urbana. Y una alcaldesa no puede poner en duda la actuación de los Mossos d’Esquadra, que cumplen un papel esencial: que se respete el orden en las calles, un valor válido para la derecha, pero también para las clases populares: una premisa que la izquierda no quiere entender. 

El complejo es enorme. Mejor no enfrentarse. Mejor no tomar decisiones. Mejor pedir prudencia a los Mossos y no ejercer el papel que, legítimamente, a través de unas elecciones democráticas, te corresponde.

Respecto a Xavier Trias es exactamente lo mismo. El ex alcalde de Convergència se refugia ahora en que su actuación no fue ilegal. Pero también es muy complicado entender que el Ayuntamiento de Barcelona pagara el alquiler al propietario del local en el que estaban los okupas, sin que éstos lo supieran. Todo para no buscar líos, para parar el golpe, antes de las elecciones.

¿Por qué los responsables políticos no toman decisiones con todas las consecuencias?

El distanciamiento de la ciudadanía con las instituciones se explica por varias causas. Una de ellas es que la política no ha podido paliar los excesos del mercado. La crisis económica ha sido devastadora, con poco campo de actuación por parte de los políticos, que se ven sin instrumentos para rehacer esas situaciones. Y ese distanciamiento se agrava porque los responsables políticos anuncian medidas, pero luego, ante las dificultades que entrañan, no las ponen en práctica. Es preferible los paños calientes, y seguir adelante.

Los complejos son también ideológicos. La situación social en Cataluña no es buena, como en el resto de España. Hay 480.000 parados, con 124.000 hogares sin ningún ingreso. La renta mínima de inserción sirve para paliar la situación de hasta 29.000 hogares. Pero esas situaciones se sobreviven en muchos barrios de ciudades y pueblos de Cataluña. Y no hay incendios de mobiliario urbano ni broncas continuas ni la okupación de determinados espacios.

En Gràcia existe un problema que aprovecha una minoría ideologizada para sus propias cuitas políticas. Y eso lo debe saber la ahora alcaldesa y el anterior alcalde.

Pero todo se frivoliza. ¿Un ejemplo? En una serie de tuits, en su cuenta personal, el cinesta Jaume Balagueró, el director de films de terror como REC, apuntaba lo siguiente:

«Real: un antidisturbios apuntando con su arma a los balcones con gente de la calle Verdi, en plan vacilón. Muy profesional».

Porque la pregunta es, ¿es que los Mossos no los queremos para que cumplan su papel?, ¿entonces, para qué?

Y es que el complejo de Colau y Trias se ha extendido a buena parte de la sociedad catalana, con una formación, como la CUP, marcando la agenda política.