Colau y la sofisticación del antisemitismo
Colau sabe que no es respaldada por la gran mayoría de los barceloneses, pero ella se dirige a una minoría dura y radical
Barcelona es maravillosa, pero su alcaldesa es una calamidad. Ada Colau se ha convertido en una enorme mancha en la imagen de la ciudad, una mancha pringosa de antisemitismo e intolerancia. La decisión unilateral de romper relaciones con Israel y suspender, tras un cuarto de siglo, el hermanamiento con Tel-Aviv es un golpe reputacional con indudables consecuencias económicas para los barceloneses.
Fomentar el odio a Israel y a los judíos desde una institución pública no es gratis. Antes de la pandemia la mayoría de las inversiones israelíes en España se dirigían a Cataluña. Tras años de compadreo entre el antisemita Movimiento BDS y cierta elite política catalana, las tornas han cambiado. Ahora todas esas inversiones se dirigen a la Comunidad de Madrid.
Ayuso aprovecha para fortalecer los lazos económicos con Israel
Y es que la política, aunque solo sea retórica, siempre tiene consecuencias. Mientras Colau señalaba e insultaba al pueblo judío, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso visitaba Israel, encabezando una potente delegación junto a su consejero de Economía, Hacienda y Empleo y una representación de la patronal CEIM. El objetivo era fortalecer los lazos económicos entre regiones.
También estuvo raudo e inteligente el alcalde José Luis Martínez-Almeida al ofrecer el hermanamiento de Madrid a Tel-Aviv. La capital española ya juega en otra liga, por méritos propios, pero también por la contumaz voluntad de las instituciones barcelonesas y catalanas de autodestruirse. Colau llama al boicot y al rencor; Ayuso y Almeida, a la libertad y a la amistad. Por culpa de la mala política, Barcelona ya no es tan poderosa como cuando la cantaba Peret.
La decisión de Colau con Israel levanta muros y cierra puertas
La decisión de Colau es vergonzosa y xenófoba. Levanta muros y cierra puertas. Barcelona no solo se asfixia por la contaminación, también por la ideología. Se rompe con la ciudad israelí, pero no con La Habana, descartando así cualquier apego a los Derechos Humanos como motivo real de la ruptura. El de la alcaldesa y ex okupa es un claro y rancio antisemitismo. Posiblemente en los “talleres de diversidad” impartidos por los amigos del podemismo los sesgos en contra del pueblo judío jamás fueron corregidos. Es una cuestión ideológica y también electoral. Colau sabe que no es respaldada por la gran mayoría de los barceloneses, pero ella se dirige a una minoría dura y radical que, junto a la sumisión del PSC de Jaume Collboni, puede garantizarle otro mandato, un tercer y letal mandato.
La extrema izquierda contemporánea es el ejemplo de que el antisemitismo se ha ido sofisticando con el paso los siglos. Se ha vestido de diferentes ropajes ideológicos, apareciendo hoy con el disfraz del progresismo posmoderno. La ideología de Colau es de un simplismo infantil, pero de terribles consecuencias.
El comunismo perdió la batalla ideológica al mostrarse incapaz de garantizar un mínimo de libertad y prosperidad a las sociedades que decía defender, pero, como señala Alain Finkielkraut en La posliteratura (editorial Alianza), “el izquierdismo cultural no está muerto: ha reorientado su discurso”. Trata de alimentar el odio para eliminar la reflexión. La ética de la responsabilidad desaparece. Todo son llamamientos a la confrontación. Escribe el filósofo francés: “nunca encuentran problemas, solo ven, en todas las circunstancias, el enfrentamiento entre los Justos y los Cabrones”. La verdad no les importa. Los matices les molestan. Y, en contra de Israel, para ellos, nunca hay tonalidades.
Pocas ciudades en el mundo entero se parecen tanto a Barcelona como Tel-Aviv. A la vera del Mediterráneo, ambas sociedades son abiertas, tolerantes y cosmopolitas. Los lazos económicos y culturales entre ellas conforman un puente imaginario sobre el mar. Es un puente sólido, construido por una larga historia compartida, pero sus pilares van siendo socavados por la mala política, por decisiones como la de Colau. La alcaldesa no solo es tóxica para la imagen y los intereses de Barcelona, es también injusta. Con la tremenda irresponsabilidad de su decisión unilateral, sitúa nuestra maravillosa ciudad en el mapa mundial del antisemitismo.