Coherencia y matemáticas en política

Pedir coherencia a estas alturas a la política española es clamar en vano al cielo. Ni los nuevos partidos, que tanto prometían, saben dónde está. Para hacer boca, citemos algunas cosas no de hace años, sino de escasos días, semanas o, como mucho, meses. 

Por ejemplo el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pedía «que los ex presidentes de la Junta Manuel Chaves y José Antonio Griñán entreguen su acta de diputado como condición previa para un posible apoyo de esta organización a la investidura de Susana Díaz». Como sabrán debió pedir, no le debieron dar, y suponemos debió olvidarse de lo pedido.

El inefable eurodiputado Pablo Iglesias –ya saben, aquel que se pierde votaciones, según él, trascendentales en Bruselas por participar en tertulias radiofónicas–, comentó: «Hay que acabar con las reuniones en reservados de restaurantes donde se toman decisiones al margen de los ciudadanos». Seamos francos: algo explicó de su reunión secreta con Pedro Sánchez (algo sobre ensaladas y pescados…).

Pero esta nueva clase de políticos no se mueven por dinero (ironía on)… Tenemos, por ejemplo, a la futura alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien según dice bajará sus emolumentos a 2.200 euros al mes. Curioso. Hace unos meses, Colau comentaba sobre su sueldo en el Observatorio de Derechos Económicos, el lugar donde trabajaba:«he bajado mi actividad para poder dedicarme al proyecto de Guanyem, con lo cual cobro alrededor de los 900, bueno un poco menos». Ahora casi lo triplicará, una buena apuesta de futuro. Queda claro que los buenos en política siempre dejan de ganar dinero, los inútiles van para ganar más y forrarse. 

Pero Ada (no la madrina) complementaba esa entrevista, donde la demagogia era la reina, con un recuerdo a su pasado: «el sueldo más alto que he tenido ha sido de 1.500 euros». Vemos que ahora batirá su récord. Aún remato más la faena con… «porque tener hoy un sueldo de 1.500 euros es ser clase media alta». Es decir, la chica se ha saltado la clase media de golpe y, según su teoría, ya tiene un sueldo de clase alta directamente. No lo duden, en breve vivirá de Diagonal para arriba.

Si de coherencia van flojos los nuevos políticos, ya ni les cuento sobre matemáticas. De eso van directamente al pozo. Por ejemplo, resulta que no es coherente pactar contra Ada Colau que tiene un concejal más que el segundo partido, pero es lícito pactar contra Albiol. Da igual que saque el doble de concejales que el segundo y que sea de los pocos alcaldes que sube el 20% en votos respecto a últimas elecciones.

Por cierto, para aquellos lectores que ya han desenvainado no sufran. Ni he votado, ni hubiera votado nunca a Albiol. Pero algunos creemos que la democracia es tratar a todos por igual. Y si Ada Colau saca un concejal de más y parece intocable, ¿que debemos pensar de Albiol?.

Y al final los políticos olvidan algo elemental. Las matemáticas en las ciencias sociales, como en la política, no son una ciencia exacta. No es simplemente una suma de números. Es más complejo: una integración de números y de coherencia. Pero no una coherencia basada en sus razonamientos o ideas, sino en la extensión de lo que ha manifestado el votante. 

E interpretar los votos no siempre es fácil. Requiere inteligencia. Algo de lo que la política no anda precisamente sobrada. Pero el tema de Albiol en Badalona refleja una profunda ignorancia. Ganó un partido quemado, como el PP. Dobló al segundo partido más votado y casi triplicó al tercero. Ganó en cerca del 90% de los barrios de su ciudad… Hasta la portera del preso Núñez lo habría leído a la primera.

Ya sabemos que en la política… de coherencia, poca. Igual que de calidad democrática o de algo más que sentarse en una silla para trincar, también, muy poco. La verdad, es una lastima que las sillas en España sean tan baratas. Al final todo es una triste comedia. Como dijo Marx (Groucho, el payaso –dicho con respeto al cómico–), «estos son mis principios, sino le gustan, tengo otros». Y en la política, el gran principio ahora es «colócate y trinca dinero, que el trabajo está muy mal». Por si alguien aún lo dudaba, a este país, en unos años, no lo conocerá (por desastre) ni la madre que lo parió. Eso sí, la clase política actual, unos como otros, los viejos como los nuevos, lo verán todo desde sus terrazas doradas.