Ciudadanos al rescate del PP para hundir al PSOE

El apoyo de Ciudadanos a los presupuestos generales del Estado, a pesar de la maniobra del PP con los nacionalistas vascos, retrata al partido de Albert Rivera

Ciudadanos siempre da oxígeno a los partidos del Régimen del 78. Todo el mundo conoce cuál es el origen de Ciudadanos, el partido que lidera Albert Rivera. El próximo 7 de junio se cumplirán doce años de la presentación del Primer Manifiesto de “Ciutadans de Catalunya” en un restaurante de la plaza Real de Barcelona por unos intelectuales catalanes apegados al nacionalismo español. Allí estaban Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain y los ya difuntos Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial. El Estado les fue premiando el gesto en los años siguientes con diversas prebendas

En marzo de 2006 apareció un Segundo Manifiesto y los días 8 y 9 de julio de ese mismo año se celebró el Congreso Constituyente del partido. Allí se decidió que su nombre fuese Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (Cs). O sea que Rivera y los suyos llevan más de una década metidos en política, si bien a título individual algunos de sus dirigentes cargan con mucha más historia puesto que antes militaron en otros partidos, incluido el comunista o en alguno de esos de corte neofascista.

Los partidos nacionalistas tienen ese poder de atracción, pues aminoran las diferencias ideológicas en aras de conseguir un objetivo superior, que en este caso consistía en intentar articular un proyecto contra la política lingüística de la Generalitat de Catalunya.

Gente como Antonio Robles, primer secretario general del partido hasta su dimisión en 2009 por la alianza de Ciudadanos con el partido fascista Libertas para acudir a les elecciones europeas de ese año, llevaba toda la década de los 90 tratando de crear una plataforma españolista en Cataluña. 

Por cierto, que según el periodista ultraconservador Enrique de Diego, la coalición “Libertas-Ciudadanos fue lo más parecido a una sucursal de la trama Gürtel”. Viniendo de Intereconomía, puede que ese hombre supiese algo que jamás se investigó.

Ciudadanos: Rivera y los suyos llevan más de una década metidos en política

A lo largo de los años en los que Ciudadanos era sólo un partido nacionalista español en Cataluña, algunos de sus miembros fueron tejiendo y mantenido vínculos con el PP. Aunque al principio trató de esconderlo, en su día ya quedó probado que Rivera llegó a estar afiliado a esta formación hasta tres meses antes de fundar Ciudadanos. El caso de Carina Mejías es el típico ejemplo de transfuguismo, pues fue durante bastante tiempo diputada del PP en Cataluña, hasta que intercambió su puesto con Esperanza García, candidata a la alcaldía de Barcelona por Ciudadanos en 2007 y que abandonó este partido y se pasó al PP en 2010 para librarse del asedio político de Jordi Cañas. Cosas de los machos alfa.

De hecho, la relación de Ciudadanos con el PP llegó hasta la Fundación FAES. Dos miembros de la actual Ejecutiva —Juan Carlos Girauta, ese hombre que había sido socialista y dejó de serlo y Carina Mejías, por razones obvias— figuraban en varias memorias publicadas por FAES y hasta el año 2012 aparecían como vocales del Institut Catalunya Futur, una de las marcas de la Fundación de José María Aznar, que estuvo dirigida por el tertuliano, ahora en la órbita del partido de Rivera, Joan López Alegre, y que presidieron sucesivamente Daniel Sirera y Alicia Sánchez Camacho.

Ciudadanos viró definitivamente hacia la derecha durante el septenio dominado por el tripartido catalánEl Mundo se convirtió en el diario que haría bandera del españolismo en Cataluña. El rotativo madrileño, entonces en manos de Pedro J. Ramírez, se volcaría a ello con artículos, exclusivas y un sinfín de noticias inventadas sobre un supuesto conflicto lingüístico. 

A eso, hay que sumarle el posicionamiento estratégico que los intelectuales impulsores de Ciudadanos tenían en los medios de comunicación catalanes y españoles: De Carreras en La Vanguardia, De Azúa en El Periódico, Espada en El País, Tubau en El Mundo y Pericay en ABC. Con los años, unos y otros fueron pasando de un medio a otro pero siempre con la misma obsesión anticatalanista, a la que después se sumaron, desde la periferia, otros articulistas que antes habían sido mimados por el pujolismo, como Salvador Sostres o Anna Grau.

Ciudadanos:  viró definitivamente hacia la derecha con el apoyo de determinados medios de comunicación

Otras plumas, también desde fuera, contribuían al fermento ideológico conservador de Ciudadanos, como Luis María Anson, que en su artículo “Opresión en Cataluña”, publicado en noviembre 2005 en La Razón, acusaba al tripartito de actuar “de forma que recuerda al nacionalsocialismo, al nazismo”. Sal gorda de quien ya en 1993, cuando dirigía ABC, lanzó un brutal ataque contra la normalización lingüística en la misma portada del diario de los Luca de Tena: “Igual que Franco, pero al revés: persecución del castellano en Cataluña”.

Esa es también la manera de razonar del entorno de Ciudadanos, un partido que acumula tanta hiel entre sus miembros que acaban persiguiendo incluso a su propia sombra, lo que es una de las prácticas favoritas de Sonia Sierra, una diputada cuya mente calenturienta la lleva a confeccionar listas de desafectos al Régimen del 78 con ahínco inusitado.

Ciudadanos fue un partido estrictamente catalán hasta que en las elecciones autonómicas de 2015 se convirtió en el partido muleta para salvar de la asfixia a los partidos del Régimen: apoyó al PSOE en Andalucía y al PP en Madrid, La Rioja, Murcia y Castilla y León. Es bueno recordarlo, porque a Rivera le encanta compararse con Emmanuel Macron cuando él representa lo contrario. Ciudadanos es el sostén de la faraona andaluza Susana Díaz y del PP, el partido con más corrupción en España. 

En las elecciones generales celebradas el 20 de diciembre de 2015, Ciudadanos obtuvo más de 3,5 millones de votos y consiguió convertirse en la cuarta fuerza política española con 40 de los 350 diputados que componen el Congreso de los Diputados. Intentó pactar con el PSOE de Pedro Sánchez una investidura imposible, porque no salían las cuentas de ninguna manera sin contar con Podemos. Ustedes ya saben el resto de la historia, porque es el marco donde estamos ahora.

Ciudadanos invistió presidente del Gobierno a Mariano Rajoy casi gratis y se convirtió en la caspa de la casta, la guinda que cubre las vergüenzas del poder en Madrid y Barcelona, lo que es evidente, por ejemplo, en el mutismo de Albert Rivera sobre el caso Castor. Esta semana, además, Ciudadanos ha avalado el presupuesto de Rajoy sin rechistar, zampándose el sapo del cupo vasco. El saldo del acuerdo es espectacular para los vascos —¡felicidades!—, lo que sin embargo destruye el discurso neoliberal y jacobino de Ciudadanos.

El Estado pagará 1.400 millones al País Vasco por las diferencias de valoración de los servicios del Estado en los últimos diez años, algo menos de lo exigido por el PNV. El cupo de este año ha quedado fijado en 956 millones, por debajo de los 1.202 millones que pedía el Estado, y esa cifra puede servir de base para el próximo acuerdo quinquenal.

El pacto también prevé una mayor celeridad en las obras de la Y ferroviaria vasca, con accesos soterrados en Bilbao y Vitoria, y el compromiso de establecer una conexión directa con el TGV francés en 2025, y el impulso de las plataformas logísticas de los puertos de Bilbao y Pasajes. Casi nada. A lo que ustedes deberán añadir la factura pagada a los canarios, quienes actúan a la chita callando.

Ciudadanos: ha avalado el presupuesto de Rajoy sin rechistar, zampándose el sapo del cupo vasco

En definitiva, Ciudadanos, el partido guardián de la igualdad entre españoles, azote del catalanismo (al que aspiraba relevar en Cataluña), no sirve tan siquiera para lo que sirvió CiU en sus buenos tiempos. Aspiraba a ser el partido bisagra y al final lo sigue siendo un partido nacional, sí, pero en este caso vasco, el PNV. 

Ciudadanos es un pequeño partido nacionalista español, de tipo liberal conservador que sigue estando aupado por la gran patronal catalana, y cuya finalidad sigue siendo la misma que le vio nacer: españolizar Cataluña.

Para tapar su inutilidad como partido español, Ciudadanos vuelve a abrir el melón del conflicto lingüístico de vez en cuando. El último ejemplo son las mociones presentadas por su grupo municipal de en los plenarios de marzo de los Ayuntamientos de Esplugues y L’Hospitalet  pidiendo que las señales de tráfico de la ciudad estuvieran escritas en catalán y castellano.

Ciudadanos consiguió que se aprobasen dichas mociones con el voto a favor de los tres partidos del Régimen del 78 —PSC, PP y Cs, a pesar de que la alcaldesa de Esplugues, la socialista Pilar Díaz, asegurase que era una medida “inútil e innecesaria”. Peor, imposible.

Esa es la cuestión, la endeblez de los socialistas, que es lo que ha dado alas a Ciudadanos, porque está claro que si las mociones salieron adelante en dos feudos socialistas del Bajo Llobregat es porque el PSC, olvidando que fue el impulsor de la inmersión lingüística en Cataluña junto al PSUC, es hoy un partido decadente al que le ocurre lo mismo que está paralizando a Jean-Luc Mélenchon, cuya indefinición ante Marine Le Pen puede dar la razón a la sinrazón política del fascismo. Ciudadanos está aliado con el PP y sobrevivirá mientras los socialistas sean sus rehenes, en Cataluña o en Andalucía. A los tres partidos del Régimen del 78 les une la voluntad de darle caña al mono —o sea, a los soberanista catalanes—, mientras los del PNV llenan su zurrón de regalos que Rajoy niega a los demás, a excepción de esa hora menos en Canarias.