Ciudadanía empresarial
¿Podrían tener la empresas derechos ciudadanos como son el derecho a la opinión y al voto y que estos sean tenidos en cuenta?
Hace ya varias semanas, Warren Buffett, el oráculo de Omaha, así llamado en el sector de las inversiones y, además, propietario de la emblemática casa de valores Berkshire Hathaway, cumplió 90 años. Su fortuna, calculada en unos 69.600 millones de euros, no se ha visto mermada a pesar de haber donado, como mínimo, unos 31.200 millones de euros en acciones de su empresa, el propio fondo Berkshire Hathaway, según el New York Times. Es posible que, en donaciones, este legendario inversor se haya dejado más de la mitad de su fortuna.
Los beneficios de la pandemia
Dadas las circunstancias, atribuir algo positivo a este odioso virus casi resulta punible. Pero estamos asistiendo a una importante corriente de apoyo y solidaridad que ha surgido de manera espontánea, emergiendo como una imparable respuesta a la inacción o a la casi obscena incompetencia de las instituciones y los organismos que deberían ser los garantes de nuestra seguridad. Incluso las siempre denostadas empresas se apuntan de manera voluntaria a la acción ciudadana, logrando, en la medida que pueden, ayudar a paliar los efectos de la pandemia. Ejemplos los tenemos y muy cercanos y evidentes, sin salir de Galicia.
Iain D. Couzin, profesor de la Universidad de Princeton, publicó el año 2007 en la revista Nature un artículo con un título absolutamente revelador, Colective Minds (Mentes Colectivas). Estudiando durante años a las hormigas devastadoras de Panamá, concluyó que estos colectivos responden a leyes subyacentes que permiten a los componentes de las agrupaciones animales trabajar de manera muy eficiente en conjunto. Llegan incluso a formar un cierto “cerebro colectivo”, capaz de tomar decisiones y moverse como si de un único organismo se tratase.
De esta pandemia no podemos salir sin haber aprendido algunas cuestiones fundamentales y asumir cambios necesarios en el actuar empresarial
En cada colectivo, cada miembro necesita equilibrar dos instintos, el propio de la permanencia en el grupo y el de moverse en la dirección que desee. Y la coordinación en el grupo se logra cuando unos pocos líderes consiguen guiar de manera efectiva a la bandada. Para ello no necesitan enviar señal alguna especial a sus congéneres; basta con crear una tendencia en el movimiento y el grupo se dirigirá hacia una dirección en particular. Incluso si se producen órdenes contrarias por parte de líderes con opiniones contrapuestas, será el grupo, espontáneamente, quien alcance un consenso y se moverá eligiendo la dirección más conveniente para la mayoría. De este modo, la inteligencia de grupo proporciona ventajas evolutivas para los colectivos autoorganizados.
En la misma línea, en el mismo año y en la revista Animal Behavior, el profesor Couzin y otros autores aplicaron estos descubrimientos a los colectivos humanos, concluyendo que pequeñas minorías informadas o participantes especialmente influyentes son capaces de guiar a otros individuos hacia un objetivo sin necesidad de comunicación verbal directa o señales específicas. Eso sí, siempre y cuando el objetivo sea legítimo, así como bien considerado y asumido por el colectivo.
Más allá de la Responsabilidad Social
Ejemplos de la acción ciudadana por parte de empresas, de cualquier rango y dimensión, los estamos teniendo presentes de manera casi cotidiana. Como en el caso de las especies de menor rango biológico que el nuestro, las tendencias que surgen de modo espontáneo toman “carta de autoridad” en el momento que son asumidas y asimiladas por el colectivo.
Suelen estar claras las obligaciones que tienen las empresas, pero ¿tienen también derechos?
De esta pandemia no podemos salir sin haber aprendido algunas cuestiones fundamentales y asumir cambios necesarios en el actuar empresarial. Hasta la semántica está cambiando y somos capaces de inventar un oxímoron como es la “nueva normalidad”. Otro oxímoron al que dotar de contenido, más allá de la ya devaluada Responsabilidad Social, lo supondrán términos como “ciudadanía empresarial”.
Para comenzar esta revisión, dejamos un par de reflexiones para la polémica, aunque sin el afán de un encarnizado enfrentamiento tan actual en estos momentos: suelen estar claras las obligaciones que tienen las empresas, pero ¿tienen también derechos? Y teniendo derechos posibles, ¿pudieran tener derechos ciudadanos como son el derecho a la opinión y al voto y que estos sean tenidos en cuenta?