CiU nunca ha existido

Es una provocación claro: CiU nunca ha existido. No fue. ¿Quién sostiene que tuvo un papel? ¿Dónde? Vamos a permitirnos la licencia de decir que no existió, porque la actual dirección del PDCAT, el partido que fue Convergència –un nombre que se asemeja a la idea que adoptó Prince, que se puso el acrónimo TAFKAP, en inglés el acrónimo del artista que antes se llamaba Prince— parece que no quiere exhibir lo que fue.

Sólo de forma tímida, la coordinadora general del PDCAT, Marta Pascal, ha pedido a la CUP que no ataque a los Mossos d’Esquadra, y que la policía autonómica tiene unas obligaciones que no puede obviar. Actúa como policía judicial, y si el juez le ordena una detención, debe cumplirla. Es lo que ocurrió en Berga, con el caso de la alcaldesa Montserrat Venturós.

Pero la cuestión es más preocupante para los que entienden que aquel espacio que representó CiU debería tener ahora unos representantes sólidos. Algunos han comenzado a moverse. Es el caso del ex dirigente de CDC, Antoni Fernández Teixidó, y del ex dirigente de Unió, Roger Montañola, con el movimiento Lliures.

La reflexión, sin embargo, debe ser más incisiva, porque lo que ocurre es que el PDCAT ha renunciado a tener ideas propias, como sostiene uno de los periodistas que mejor conoce ese mundo, Francesc Marc Álvaro, y también defiende el historiador Agustí Colomines, colaborador de Economía Digital.

Todo se ha enfocado con la idea de «ensanchar» el espacio del soberanismo, sin que importe demasiado una parte importante del legado del catalanismo, el que se identificó con CiU. Ese proceso se ha evidenciado con el proyecto de Òmnium Cultural, que dirige Jordi Cuixart, un empresario –uno de los fundadores de FemCat– que proviene del obrerismo, y que ha modificado la hoja de ruta de la entidad cultural –fundada por señores burgueses– para acercarla al movimiento de Los Comunes y de la CUP. Todo con el objetivo de movilizar a toda la izquierda a favor de la causa independentista, o, tal vez, para poder gobernar, algo más prosaico.

Òmnium ha buscado ese acercamiento con la campaña Lluites Compartides (Luchas compartidas), para recordar las luchas sociales desde los años 50, desde la Caputxinada; el 15M; el ‘No a la Guerra; las luchas sindicales; el rechazo al trasvase del Ebro; las movilizaciones a favor del catalán, o la denuncia de las nucleares.

Es decir, Òmnium se pone al lado de todas las causas que ha protagonizado –en las últimas décadas– principalmente la izquierda catalana. ¿Y el PDCAT? ¿Qué defiende? Muchos de sus militantes estuvieron en esas causas. Pero dentro de esa campaña de Òmnium no parece que haya tenido algún papel.

Es, realmente, como si CiU nunca hubiera existido, pese a los recuerdos de su gente, como expone Josep López de Lerma en el libro editado por ED Libros, Cuando pintábamos algo en Madrid.

Pero a los dirigentes del PDCAT no les importa. Siguen en ese camino unidos a toda la izquierda con el deseo de llevar a Cataluña a un estado independiente, cuando lo que parece cercano es un gobierno de izquierdas, al que se apunta el PSC de Miquel Iceta.

El PDCAT trata de resistir esa ola que se acerca. Porque, unido a un proyecto de izquierdas, está la posibilidad de la ruptura con la legalidad española. El movimiento soberanista juega desde hace meses con una idea: cómo desobedecer, y si es mejor o no hacerlo una sola vez. «Tenemos una sola bala», se comenta, y esa se debe disparar cuando se apruebe la ley de transitoriedad nacional, antes del verano de 2017. Pero la CUP, siguiendo su lógica, no se fia. Y va probando pequeñas desobediencias, como se ha comprobado en Berga.

¿Hasta dónde quiere y puede llegar el PDCAT? ¿De verdad se ha olvidado por completo de que CiU existió y gobernó Cataluña?