Cifuentes y García Albiol con el racismo dan impulso a Pedro Sánchez
¿De qué raza tiene que ser un niño para que limpiarse las manos, si el chiquillo las tiene sucias de caramelo o chocolate, sea considerado un acto racista? La pregunta, aunque parezca estúpida, en esta campaña electoral tiene naturaleza metafísica. Es más importante no equivocarse que acertar.
Cristina Cifuentes, una mujer que gozaba del prestigio de moderación, ha dado un traspiés grave que es un impulso para Pedro Sánchez. Utilizando un video que mostraba a Pedro Sánchez saludando a unas personas de raza negra, entre ellas un niño, puso el microscopio en un gesto posterior del líder socialista que se frotaba las manos, interpretando que se las estaba limpiando. Y se lanzó, con tan poco material, a la acusación racismo.
Imaginemos que un niño, negro, blando, amarillo o musulmán, te da la mano pringosa. Lo lógico es limpiarse, sin que ello significa distinguir entre el color del niño y, dependiendo de la raza, sea un gesto «racista». Es tan desmesurada la acusación de racismo que solo envilece a quien la formula.
Hay consenso entre los politólogos que esa hipérbole desmesurada descalifica gravemente a quienes la utilizan y refuerza a la víctima. Se produce la paradoja que quién primero se ha subido al carro de esta acusación abyecta de racismo ha sido Xavi García Albiol, conocido por sus reacciones xenófobas y racistas cuando era alcalde de Badalona.
Para retratar más su personalidad, García Albiol, al observar las reacciones en contra de su postura pretendió que «había querido favorecer a Pedro Sánchez» sin saber concretar en que punto le hacía ese pretendido favor. ¡Increíble!
Inmediatamente se sumaron al ataque algunos colectivos en las redes vinculados a Podemos. La guerra sucia junta los extremos de la pinza. Podemos y Albiol se ponen de acuerdo para acusar al líder socialista nada menos que de racista.
Pedro Sánchez no se ha molestado en explicar lo obvio. Ha sido más inteligente al sentenciar: «en política no vale todo.» Salvo este detalle de sal gruesa la campaña apunta al final con algunas conclusiones provisionales.
La primera, como estaba previsto, es la desaparición en combate de Alberto Garzón. No le han dejado jugar ni en segunda división. Pablo Iglesias prefirió que Iñigo Errejón fuera al llamado debate a siete que darle bolilla al líder de la desaparecida Izquierda Unida.
La supuesta transversalidad de Podemos casa mal con la ortodoxia de IU. Y las cosas están mejor relegándola a un segundo plano, casi escondida, en esa alianza de «Unidos Podemos» en donde en carteles y papeletas hay que buscar las viejas siglas de IU con microscopio electrónico.
Hay indicios de un repunte en el voto socialista. No solo por el ataque de Cifuentes y Albiol. En la encuesta diaria que hace el Periódico de Cataluña, en su edición de Andorra para eludir la prohibición vigente en España, se apuntaba una recuperación con tendencia del voto socialista.
Al contrario, hay nervios en Génova. Además del miedo a Podemos con el que han tratado de polarizar la campaña, se apela con angustia al voto útil señalando que en muchas provincias, en el particular análisis popular, votar a Ciudadanos no promovería ningún escaño.
¿Cómo crecen los partidos? ¿No es un voto aprovechado, en el buen sentido, votar en quien confías sin tener certificado de éxito? La campaña diseñada por Arriola y Moragas está en el manual del buen neoliberal americano. No mencionar al Elefante, en este caso al PSOE, aunque crezcan los extremismos.
Hemos llegado al punto de que es la primera campaña electoral en que no hay un debate entre el presidente de gobierno y el líder de la oposición. Rajoy también se escondió en un debate a cuatro para no darle ni agua al PSOE.
Puede que el tiro les salga por la culata y el experimento de potenciar Podemos con el ninguneo al PSOE, les salga rana. A lo mejor el vaso se desborda.
Sigue habiendo un montón de indecisos o de quienes ocultan su intención de voto. Y algo tan simple como una acusación injusta de racismo, formulada desde los dos extremos, desde el PP y desde Podemos, sea el detonante que permita reactivar el voto desesperado de quienes fueron socialistas y no quieren que desaparezca su partido.
Intuyo que la noche electoral va a haber sorpresas. Los tres días que faltan de campaña pueden decidir muchos votos ocultos o indecisos en direcciones contrarias a las que se perfilaban.
Y el voto cautivo, a lo mejor es el que está encapsulado en una campaña insulsa de Rajoy, que pretende que solo hay que votarle a él que es la única salvación de España. Sin siquiera molestarse en explicar su programa. A lo mejor, los electores quieren algo más que oírle decir que es el mejor. Como Rita Barberá.