Cifuentes con Junqueras, la estrategia calculada de Rajoy

El PP ha trazado en los últimos años una estrategia que resultaba tímida, que apuntaba a una encerrona hacia el PSOE, pero que no se acababa de concretar. La posición rupturista del nacionalismo catalán, convertido en un movimiento independentista desde la Diada de 2012, impedía al PP aplicar esa estrategia con claridad. También la situación económica, que dejaba al ministerio de Hacienda sin capacidad de maniobra para buscar una salida a las finanzas autonómicas.

Pero la idea estaba clara y la ha acabado formalizando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes: no sólo es Cataluña la que se ve perjudicada por el sistema de financiación, también es, fundamentalmente, Madrid, y quien no asume que tiene un problema es el sur de España, y, en concreto, Andalucía, una comunidad gobernada desde la constitución de la autonomía por el PSOE.

Cifuentes ha sido áspera, al señalar que los contribuyentes de Madrid pagan 3.000 millones de euros al año «para que los andaluces tengan sanidad y educación». Una reflexión en esa misma línea la difundió Josep Antoni Duran Lleida hace unos años, y recibió un aluvión de críticas demoledoras por parte de todo el arco parlamentario. Ahora, todo ha sido más matizado, y sólo ha aparecido la presidenta andaluza, Susana Díaz, para acusar a Cifuentes de «mentir». Nadie duda de que es feo, es entrar en un campo de minas.

Para el PP, sin embargo, es una buena jugada. Ha logrado que el debate entre en su terreno de juego. Primero, al señalar a Cataluña que no tienen el monopolio de la queja, porque el modelo de financiación autonómica tiene graves deficiencias para las comunidades más dinámicas, entre ellas Madrid. Difunde el mensaje de que ese problema se debe resolver, pero no con un trato bilateral con Cataluña, lo que rebaja las expectativas de los independentistas. Por otro lado, supone un cierto apoyo a los que protagonizarán esa negociación, como Oriol Junqueras, consejero de economía y vicepresidente de la Generalitat, interesado en aparecer como un jugador con el que se debe y se puede contar. Y, en tercer lugar, y no se trata del menor asunto, el PP puede arrinconar al PSOE, con el mensaje de que debe afrontar, de una vez, su modelo para el conjunto de España.

Los socialistas, que deben dirimir su futuro en los próximos meses, están pendientes de la decisión, precisamente, de Susana Díaz, de si da el paso definitivo para aspirar a la secretaría general del PSOE. Las palabras de Cifuentes suponen un aviso.

¿Quiere el PSOE ser dirigido por la presidenta de una parte de España que, a cada movimiento de la España más dinámica, como es Cataluña o Madrid, se encierra en sí misma y dice que todos mienten?

¿Puede el PSOE estar tan condicionado por el sur de España, y permitirse fracasos rotundos en Madrid, Cataluña o el País Vasco? ¿Se puede gobernar España en el futuro con esos mimbres sin plantearse de verdad qué pasa en ese granero de votos, que sólo se utiliza, precisamente, para impedir la victoria de otros candidatos, o condicionarlos para que bailen según sus intereses, como ocurrió con la elección de Pedro Sánchez?

El PP, en una posición defensiva en toda la legislatura, se ha lanzado ahora al ruedo con una cierta estrategia. Cifuentes ha iniciado el baile. Le seguirá Soraya Sáenz de Santamaría, y ayudará Enric Millo, desde la delegación del Gobierno en Cataluña. El PSOE, mientras, en fuera de juego.