¿Choque en el secesionismo?
Hay varios calendarios en el secesionismo, en apariencia coincidentes, pero no puede descartarse que acaben siendo contrapuestos. Convergència, con las objeciones de Unió, está ya en la campaña de proyección internacional del secesionismo. Son campañas que suelen tener un coste elevado y representan una aplicación de fondos públicos que no es insignificante.
Por tanto, de una parte tenemos a Convergència y de la otra a la ANC, por ejemplo, Omnium o ERC. Son esas las dos dinámicas que pueden acaban no siendo una suma.
El momento es confuso. Especular sobre el calendario soberanista –en sus varias versiones– parece haberse convertido en un videojuego de estrategias.
Artur Mas intenta no transmitir la imagen de que desea avanzar en dos direcciones: de una parte, su versión restringida del margen de maniobra –margen tutelado por Duran– y en la otra dirección, por la que se dejará llevar por la ANC, Omnium y las expectativas de voto de ERC en las elecciones europeas.
A duras penas, se percibe un plan B en el independentismo ultra de la ANC. Es un plan unidireccional que consiste en pisar el acelerador y quemar etapas, al constatar que no habrá la posibilidad de una consulta legal.
¿Tiene Artur Mas un plan B? Desde luego, no dispondría de una gran variedad de opciones, porque está determinado en exceso por la ANC, del mismo modo que asumió al pronto la afluencia –cuantificada a la ligera– a las manifestaciones del 11-S y supuso que sería su confirmación en el poder.
Así logró pasar de ser el gobernante que ha de ser transportado en helicóptero al Parlament de Catalunya al líder que acorta la travesía del desierto al pueblo elegido. Pero, a mismo tiempo, se dejaba limitar su margen de maniobra.
De ahí lo que es prácticamente un callejón sin salida, acotado por el calendario de una ANC que a lo sumo cuenta con cuarenta mil socios. Y de ahí también la necesidad de Convergència: un plan B. Un respiro, un rellano para recuperarse electoralmente frente a ERC, una pausa para valorar las ventajas y desventajas para un giro que permitiese –si aún no es tarde– recalibrar la situación.
¿Cómo se hace eso? Por parte de la ANC, escenificación secesionista el día de Sant Jordi, elecciones europeas en las que Convergència luchará a fondo contra la ERC, nuevo 11 de Setiembre y, llegada la fecha del referéndum del 9 de noviembre, agitaciones de ruptura con España.
Ahí existe una vía en la que Mas se sentiría más cómodo y que consiste en no convocar las elecciones plebiscitarias hasta 2016. De aceptar sus declaraciones, asume que no puede hacerse una consulta ilegal. Una ley autonómica de consultas será impugnada por el Tribunal Constitucional.
Para unas elecciones plebiscitarias, existe la probabilidad de un gran frente común cuya victoria electoral –según esos cálculos- significaría una secesión de “facto”. No es menos cierto que de aquí a 2016 pueden cambiar factores y tendencias, en cualquier sentido.
Y tampoco es seguro que Artur Mas, por su propia sujeción a la ANC y ERC, llegue hasta 2016. Eso significa convocar elecciones antes. Pudiera ser precisamente el 9 de noviembre, pasado mañana, como quien dice. Una ciega carrera a contra reloj.