Chapuzas e insultos
La ley del “solo sí es sí”, anunciada a bombo y platillo como la acción definitiva para proteger a las mujeres de las agresiones sexuales, ha resultado ser una chapuza
Desde un tiempo a esta parte no hace más que crecer en mí la sensación que este país, a fuerza de surrealismo, se está hasta convirtiendo en divertido. La única pega es que los episodios periódicos de dicho surrealismo, cada vez más frecuentes, están degradando la política a pasos agigantados. Sin duda si se hubiera que dar un premio a los mejores imitadores de André Breton, de nuevo volverían a chocar UP y Vox. Veamos, si no, acontecimientos recientes.
La ley del “solo sí es sí”, anunciada a bombo y platillo como la acción definitiva para proteger a las mujeres de las agresiones sexuales, ha resultado ser una chapuza, según amigos juristas que, me consta, no pueden ser acusados de fascistas, machistas y todas esas lindezas con las que se prodiga la titular de igualdad, cuando nota un movimiento sísmico bajo sus pies. La cosa ha quedado confirmada ahora incluso por el Tribunal Supremo, a propósito de la sentencia de la Arandina. Como decía hace nada un articulista, el problema es que para UP esa ley, y otras, son sobre todo un instrumento de agitprop, de forma que tampoco es cuestión de preocuparse por nimiedades burguesas, como no adjuntarle una disposición transitoria que hubiera evitado el conflicto.
Ocurre que como los jueces son un atajo de reaccionarios que se fijan en la letra pequeña, haciendo lo imposible para evitar que se asalten los cielos, la señora Montero se había encontrado contra las cuerdas. En esa especie de cuadrilátero de barrio en que, con frecuencia, se transmuta el Congreso de Diputados, le ha salvado la campana. ¿Quién la ha tocado? Pues la señora Toscano, diputada de Vox, con una frase de lo que en otro tiempo se decía “chiste verde”. Resultado, no solo le ha ahorrado a la ministra del KO técnico, sino que la ha convertido en una heroína mancillada. Y dirán: hay que ser brutos para facilitarle al enemigo una salida de rositas después de que hubiera sido protagonista de una pifia fenomenal. ¡Qué se le va a hacer! Vox es así. Lo tomas o lo dejas.
La afectada, harto astuta ella, comprendió rápidamente el jugo que le podía sacar a la estupidez de la Toscano y se puso las botas. Y sigue. La cosa ya va de promoción de la cultura de la violación. Toda una frase. El remate, a cuenta de Pablo Iglesias, el otro protagonista del chiste verde, que lo ha dejado bien claro: los críticos progres a la ley son los polvos que han traído los lodos de la diputada voxana.
Vox es pura caspa desideologizada
Así que ya pueden prepararse quien pretenda argumentar contra la ley trans. Ahí sí que Montero va a calar la bayoneta, consciente que detrás de ese proyecto no hay siquiera un clamor o demanda social, que acostumbra a ser lo que justifica una nueva ley, sino que es un producto de su sectarismo ideológico. Ya no solo los detractores quedarán también clasificados de nuevo como aliados objetivos del fascismo, ser objeto de insultos, o de asalto a la librería donde presenten alguna obra crítica, sino posibles receptores de multas que se asemejan a las gubernativas del franquismo. Ante la previsible reacción, se cruzan apuestas sobre quién llevará el esperpento barriobajero a sus más altos niveles, si UP o Vox.
Puesto a discrepar de doña Irene, me atrevo a hacerlo también sobre su calificación de fascistas para Abascal y sus muchachos (y muchachas). Y es que el fascismo era otra cosa. Había una ideología y un proyecto de sociedad que, por supuesto, no comparto en absoluto. Había incluso, en el genéricamente fascismo español, intelectuales de prestigio, como Giménez Caballero, Sánchez Mazas, Ledesma Ramos, …. Y otros, que atraídos en un primer momento por las promesas de justicia social de Falange, se desengañaron después. Pues bien, no veo nada de eso en Vox: ni ideología, ni proyecto social, ni, por supuesto, intelectualidad.
Vox es pura caspa desideologizada. De lo más casposo que ha producido este país desde la camarilla que rodeaba a Fernando VII. Justo es decir que tampoco tengo demasiada buena opinión de esos preclaros politólogos que rodean a la señora ministra, creadores de Podemos. A los hechos me remito. Basta ver el CV de algunos de ellos, incluido el del flamante asociado de la UCM. Para hacer política no hace falta tener CV académico, por supuesto, pero tampoco hacer ver que se tiene.
No nos engañemos. Vox y Podemos no son más que sendos gólem creados por determinados medios para distorsionar la política española. El pretexto, en el caso de Vox, era liberar al PP del lastre de la extrema derecha; estamos viendo que desde fuera se puede ejercer una influencia incluso más nociva que desde dentro. Un argumento semejante ni siquiera puede ser utilizado para justificar a Podemos. A la izquierda del PSOE ya había algo, IU, con muchos errores, pero también aciertos. Lo que se trataba era de sustituirla por un artefacto populista, como pasó en Argentina vía el peronismo hace casi 80 años, provocando una distorsión que trastocó todo el tablero político y lo sigue haciendo. ¿No es cierto que hay podemitas de primera hora que se jactan de sus simpatías por el peronismo?
Me gustaría saber si pensaban en una situación parecida, a la que estamos viviendo, ciertos contertulios que celebraban el fin del bipartidismo. El país se está precipitando hacia un radicalismo preocupante, con los dos grandes partidos nacionales incapaces de entenderse en cuestiones de estado imprescindibles, por miedo a que sus supuestos pepitos grillos los desborden. Estamos entrando en una situación realmente dramática.