En política, como en el mus

El afamado “gobierno progresista Inc.” se ha dado de bruces con una realidad que le ha pasado por encima como un tornado

A cualquier observador más o menos avezado, como estoy seguro de que lo son todos ustedes, no se le habrá escapado que la crisis del maldito virus ha entrado en una nueva fase política.

La intervención televisiva del presidente del gobierno a comienzos de semana solo tenía un objetivo, marcar en el calendario con tinta indeleble ese “fresh start”, que dicen los yankees, un nuevo periodo en el que tratar de recuperar la perdida iniciativa política.

Partamos de una evidencia: La primera fase de esta crisis no le ha ido demasiado bien al Gobierno, que en el mejor de los casos y siendo muy generoso, se ha visto arrastrado en una vorágine de eventos a los que no ha podido sobreponerse y en el que ha sido vapuleado de forma inmisericorde.

El afamado “gobierno progresista Inc.” se ha dado de bruces con una realidad que le ha pasado por encima como un tornado y que deja en sus filas un parte de bajas digno de la batalla de Verdún. 

El ministro de Sanidad, achicharrado; el portavoz en la crisis, churruscado como un bife argentino; la portavoz, ingresada en urgencias de traumatología; la de exteriores pidiendo la hora y la facción podemita del Gobierno, ninguneada y fuera de foco, jugando su propia partida de forma tan evidente que incluso puede entrar en el capítulo de la grosería.

En esta tesitura y perdido ya el primer set, el Gobierno quiere iniciar el segundo cambiando de pelota, de campo e incluso de deporte en un regate a la realidad digno del mismo Romario (Messi para los más jóvenes).

Este fue el sentido de la comparecencia de Sánchez, dar por cerrado un capítulo y abrir otro que le sea más favorable.

Muchas dudas van a sustituir en nuestras prioridades a los miles de muertos

Y lo cierto es que no está mal jugado, a partir de la “desescalada” que comienza ahora, el estado de ánimo de la ciudadanía va a cambiar radicalmente, desde el cabreo generalizado ya se abre en nuestros cerebros un cierto espacio para la esperanza, y la incertidumbre ha dado paso a la ansiedad.

¿Cuando podré salir a una terraza? ¿Podré ir a ver a mis padres que viven en otra provincia? ¿En qué fase podré ir a cortarme el pelo?… En fin, muchas dudas que van a sustituir en nuestras prioridades a los miles de muertos, a la falta de mascarillas, a los errores en la planificación y a la cuestionable gestión del lío. Así somos, y así funcionamos los seres humanos.

El gobierno ha fijado el nuevo terreno de juego, las nuevas reglas y ha elegido el balón que más le conviene, pero mal haría la oposición en quedarse jugando en la cancha anterior, porque los espectadores ya no están allí, sino que están ocupando ordenadamente las nuevas gradas, que además de ser más cómodas, van a permitir un juego más alegre.

Tenemos por delante semanas en las que lo cotidiano superará a lo estratégico, en las que los ciudadanos no van a pensar en política ni en responsabilidades ni en culpables, sino cómo recuperar sus propias vidas.

En política, como en el mus hay que saber medir los tiempos, conocer al rival. Pasar a grande y a pares aunque lleves 3 reyes y esperarles con esas maravillosas 31 de juego aunque seas postre, porque sabes que si van obligados, y lo van, tienen que pegarte el órdago. Y ahí le estarás esperando.