Cambio de ciclo político
PP y PSOE vuelven a ser el refugio de miles de escaldados con esos partidos que solo saben resolver los problemas que ellos mismos inventaron. Y no todos
Sic transit gloria mundi, que decían los latinos, y que puede traducirse como “Así pasan las glorias del mundo”. Una forma de recordar lo efímero de los triunfos y la brevedad de la gloria.
Esta frase, que formó parte del ritual de coronación de los papas, debería haber sido también recitada a los líderes de la llamada “nueva política” en su trayecto entre las asambleas del 15M y los despachos del poder. Mejor les hubiera ido.
Porque las elecciones vascas y gallegas que acabamos de superar en medio de la pandemia global que vivimos, además de los análisis cortoplacistas para PP, PSOE y todos los nacionalismos de diversos colores y sabores, traen con ellas una importante mar de fondo para nuestro sistema político, nada menos que el certificado de defunción para la aventura “quincemayista”, y voy a explicarme.
El movimiento de regeneración democrática y protesta contra el oprobioso bipartidismo, nacido espontáneamente en las plazas de nuestro país a raíz de la crisis económica de 2008 y posteriormente aprovechado por los llamados partidos de la “nueva política” que llegaron a la vida pública con la promesa de aportar más democracia, más transparencia y mayor horizontalidad en la toma de decisiones públicas ha pasado a mejor vida víctima de sus propios errores, de los excesos cesaristas de sus líderes, de su concepción estalinista de la democracia interna, y sobre todo víctima de su propia inoperancia a la hora de enfrentarse a los problemas reales de los ciudadanos reales.
Hijos y bastardos del 15-M
La ola de ese 15M, de la que son hijos legítimos Podemos o Ciudadanos, pero que también posee vástagos no reconocidos como Vox, un tsunami que prometía remover las bases de nuestra democracia convirtiendo nuestro país en un paraíso y a todos nosotros en mejores personas, seres de luz más sabios, más altos, más ricos e incluso más rubios, ha ido empequeñeciéndose, dejando jirones de las promesas e ilusiones de la ciudadanía en cada traición a los principios que propugnaban, en cada contradicción a sus mitos fundacionales, en cada torpeza en el manejo de los gobiernos a los que han llegado, en cada actitud chulesca ante una ciudadanía cada vez más perpleja y desorientada.
Euskadi y Galicia, dos territorios en los que triunfó el “quincemayismo” han certificado que ante problemas reales los ciudadanos prefieren cobijarse bajo la experiencia
Euskadi y Galicia, dos territorios periféricos en los que triunfó el “quincemayismo” en sus comienzos, consiguiendo incluso Podemos ser el partido más votado en unas elecciones generales, han certificado que ante problemas reales como la crisis sanitaria que estamos sufriendo y la económica que ya intuimos, los ciudadanos prefieren cobijarse bajo la experiencia y el conocimiento del país de los viejos partidos del bipartidismo.
Solo las sociedades opulentas, las sociedades de la abundancia, y aunque no se lo parezca la sociedad Española de 2011 era una de ellas, pueden permitirse el lujo de hacer experimentos políticos y arriesgarse entregando el timón a marinos sin dotes ni experiencia. Patrones que solo conocen los océanos a través de las cartas de navegación pero sin horas de mar.
Cuando la escasez aparece en el horizonte, conviene apartar a los aventureros de la caña y entregársela a timoneles con suficientes horas de mar como para saber encontrar la bocana del puerto en plena noche y en medio de la galerna.
Y si miran ustedes la encuesta que publicó ayer ABC confeccionada por GAD3, la empresa demoscópica con mayor tasa de acierto en los últimos años, ese es exactamente el escenario que nos dibuja, un escenario que materializa ese cambio de ciclo del que les hablo, con El PP de Pablo Casado ya en primera posición, seguido por el PSOE, y muchos puntos por debajo, peleándose por las migajas, toda una pléyade de partidos “quincemayistas” y nacionalpopulistas en un prodigioso picado vertical.
PP y PSOE, el infame bipartidismo, la vieja política, el antiguo régimen y el mal absoluto sin traza de bien alguno vuelven a convertirse en el refugio y la esperanza de cientos de miles de ciudadanos escaldados con todos esos partiditos monísimos que nacieron al calor de las plazas y que solo saben resolver los problemas que ellos mismos inventaron. Y no todos ellos.