Vivir o no vivir en el ghetto independentista

Los amigos del "procés" establecieron una propaganda semejante a la de la Alemania de Hitler. Y los “judíos” fuimos aquellos que no pensamos igual

Después de la visita de Manuel Valls a Cataluña se puede extraer una concusión: España no será nada sin Cataluña y a la inversa. Este axioma tan fácil de comprender para muchos resulta perturbador para los independentistas. Su postura recuerda a la del Reino Unido. En los días de niebla decían que Europa estaba aislada. No eran ellos los aislados en una isla rodeada de niebla, sino la vieja Europa.

Esto mismo les pasa a los secesionistas. Ellos consideran que el mundo está equivocado y los únicos que tienen razón son ellos. Recordemos el brexit y recordemos que por un referéndum tendrán que pagar 45.000 millones de euros. Por sintetizar: nada es gratis.

¿Cuánto dinero tendría que pagar Cataluña para conseguir lo que unos pocos –digamos 1.000- quieren llevar a cabo? No se puede contabilizar. Incluso algunos esperan y desean que Cataluña se hunda económicamente. Lo suscriben partidos tan patriotas como Junts per Catalunya, ERC o CUP. Cuanto peor mejor. Este es el eslogan que lanzan a sus seguidores y lo peor de todo esto es que sus votantes se lo creen.

Les venden la película de que si Cataluña se hunde económicamente será por culpa de España y que la Unión Europea los rescatará y los convertirá en país para sacarlos de la ruina. La verdad sea dicha, es uno de los argumentos más ruines que uno pueda defender. Todos estos patriotas son todo menos patriotas. Ninguno de ellos quiere Cataluña. No trabajan por el bien común. Sólo les interesa su propio provecho y poco el de los ciudadanos que viven y trabajan por y para Cataluña.

Por eso estamos ante las puertas de unas nuevas elecciones. Éstas deben marcar el futuro de Cataluña. Y esto no es una frase hecha. Muchos de los que están leyendo estas líneas se acuerdan de cuando en Cataluña no había conflictividad. Siempre hubo independentistas. Pero eran minoría. El problema es cuando a unos pocos les dieron poder de decisión, se lo tomaron en serio, y montaron un pollo espectacular. Ese pollo lo estamos sufriendo todos los catalanes y la inmensa mayoría -aquella que alguien llamó silenciosa- está harta.

Este jueves se debe ir a votar para salir de este sistema clientelista que han montado los amigos del procés. Si no, tenemos 155 para varios meses más. ¿Qué quiero decir? La realidad se puede imponer y puede ser demasiado realista para muchas concepciones ideológicas. El problema no estriba en el resultados electoral, que también, sino en su definición y desarrollo.

Cataluña no es un ghetto. Y si para demostrarlo debemos mantener el 155 hasta después de las elecciones, se hará

Tanto ERC como PSC están pidiendo concordia. Esta es una gran palabra, Y, como tal, llena de matices. Algunos piden concordia cuando ha reventado lo que significa paz social y estado del bienestar sicológico. La sociedad catalana está rota por culpa de unos pocos que han intentado hacer lo que no era menester. O lo que no era políticamente correcto.

Y ahora todos debemos tener concordia los unos con los otros. No porque sea Navidad, sino porque han visto la luz y la ternura y la paz universal se desparrama por las tierras catalanas. Pues no. Ni cordura, ni concordia ni nada de todo esto. Hay muchos que lo han pasado, que lo hemos pasado muy mal durante todo este tiempo y necesitamos algo más que concordia y paz universal.

Escenas de ghetto

El artículo 155 ha servido, y está sirviendo, para devolver las cosas a su sitio. Para clausurar cosas inconstitucionales o alejadas de la realidad. Los amigos del «procés» han establecido un sistema de propaganda semejante al utilizado en la Alemania de Hitler. Todo lo que fuera contrario al ellos tenía que desaparecer. Y aquí los “judíos” hemos sido aquellos que no pensábamos como ellos. Y puede parecer una exageración, pero el comportamiento cotidiano de muchos de ellos con respecto a los que no pensaban igual ha dado lugar a escenas de ghetto.

Cataluña no es un ghetto, como no lo fue en su momento Varsovia. Todos somos iguales. Y si para demostrarlo debemos mantener el 155 hasta después de las elecciones y trasladarlo más allá del verano, se hará. El jueves 21 de diciembre tenemos la oportunidad de cambiar muchísimas cosas. Pero la más importante es desmontar la realidad de los amigos del procés.

Cataluña no se merece vivir en una situación como la que estamos sufriendo. Es tercermundista. Digna de un periodo histórico decadente y tergiversado. Cataluña siempre ha sido puntera. Y una de ellas es su carácter aperturista con el mundo. Barcelona puede compararse con París, Londres o Nueva York. Gracias a los amigos del «procés» ha perdido este status. Y no nos lo podemos permitir.

En la élite, sin catacumbas

Lo cierto es que no nos podemos permitir muchas cosas que por culpa de ellos hemos dejado de hacer o de ser. Por eso el 21 de diciembre todos los catalanes debemos ir a votar. Pero aquellos que echamos de menos la Barcelona, la Gerona, la Lérida, la Tarragona, la Cataluña en la cual crecimos, debemos ir y votar a las formaciones que nos ofrecen eso. No queremos más procés. No queremos más experimentos. No queremos vivir subyugados a unos pocos.

Nuestro propósito es estar en la élite y no es las catacumbas. Y los amigos del «procés» nos quieren obligar a estar ahí. Nos negamos. Y si para conseguir volver a la normalidad, en la cual crecimos cuando éramos jóvenes, debemos mantener el 155, bienvenido sea. Así sea.

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