Cervantes y el turismo necrológico
Un año de polémica investigación arqueológica, 140.000 euros y toda la pompa mediática madrileña han servido para constatar que en un amasijo de esquirlas óseas puede haber alguna del insigne Miguel de Cervantes. Sólo con el ADN de la fe, pero con el objetivo de abrir una importante vía de negocio del barrio llamado de las Letras, hoy céntrico, de copas y ocio, y en vida del escritor, barato y arrabalero.
El ejemplo a seguir por la alcaldesa Ana Botella y el PP que gobierna capital y comunidad, dentro de esta modalidad de turismo necrológico, sería William Shakespeare. Su lápida está entre las más visitadas de todo el mundo. En la ciudad de Stratford, de 25.000 habitantes al sur de Biminghan, la sepultura del autor de Macbeth recibe cada año a unas 250.000 personas. Aunque la iglesia no cobra nada, si todos los visitantes ofrecen el donativo pedido –dos libras, unos 2,8 euros– contribuyen con unos 700.000 euros, sin contar el beneficio que puedan dejar a hoteles, restaurantes y otros locales.
Las autoridades y empresarios madrileños han barajado que los restos del autor de El Quijote pueden doblar estas cifras, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía del llamado triángulo del oro del arte que conforman los museos Prado, Thyssen y Reina Sofía. «Cervantes y Shakespeare son las máximas figuras mundiales de las letras», ha comentado el jefe de los comerciantes del barrio, aprovechando para pedir mejoras urbanas, más restaurantes de prestigio y «negocios no disonantes». Se dice que el ayuntamiento hasta podría lanzar el eslogan Relaxing cup of café con leche y Cervantes como gran atracción de Madrid.
Ante el filón electoralista, las autoridades madrileñas quieren proseguir las investigaciones como sea. Así, se intentará extraer ADN mitocondrial de los ancestros maternos de Cervantes, para verificar si son del mismo linaje, enterrados en la Iglesia de San Juan Bautista, de Arganda del Rey. También se baraja hacer pruebas de ADN a la hermana, Sor Luisa de Belén, enterrada en Alcalá de Henares.
El itinerario para amantes de este turismo –puro fetichismo necrológico– podría cerrarse con algún vestigio en otras localidades y culminar ante la mejor escultura que representa al caballero y al escudero, a caballo de su rocín y su asno, en la plaza de España de Madrid. Cobrando alguna tasa, claro. «Pueden acabar con la aberración de afiliar al PP al escritor, a pesar de que su vida fue bastante lejana a este ideario», ha comentado una concejala socialista.
Los expertos en la vida y obra cervantina, como el académico Francisco Rico, han llegado a calificar la investigación de «tontería» porque no añade nada nuevo al conocimiento del escritor, ni fomenta la lectura de su importante obra. Meter los huesos estudiados en una vitrina para exponerlos no merecería la pena si no está claro que son de Cervantes. Y además, exigiría mantener una vigilancia.
Llueve sobre mojado. En 1999 se levantó toda la plaza de Ramales, frente al Palacio de Oriente, para buscar los restos del pintor Diego Velázquez. El resultado fue el mismo o peor porque no se encontró nada. Entonces, el ayuntamiento puso 40.000 euros. Y, al final, sin restos del artista ni de su mujer, se construyó un aparcamiento.
Botella o su sucesores pueden continuar buscando otros huesos perdidos. Por ejemplo, de los vecinos de Cervantes, Quevedo y Lope de Vega. O de El Greco y Goya. Por cierto, que no busquen la cabeza del pintor aragonés porque, como ha certificado una investigación en Burdeos del periodista Sebastián Moreno, fue donada, según dispuso él mismo, a la Universidad de París para que la estudiaran porque creía que estaba loco. Parece que algunos no pueden descansar ni varios siglos después de muertos.