El independentismo es mestizo, plural y resistente
Los datos del CEO muestran que aunque el independentismo pueda estar estancado mantiene una enorme fuerza
El CEO presentó esta semana los resultados del Barómetro de Opinión Política. El profesor Jordi Argelaguet lleva años dirigiendo esta institución y su trabajo es realmente extraordinario. Tanto como su discreción en tiempos revueltos, lo que es todavía más sorprendente teniendo en cuenta que los sectarios abundan por doquier y que los malos profesionales están al frente de cualquier cosa.
Esta primera oleada del BOP 2017 nos permite conocer —o por lo menos intuir— por dónde van los tiros últimamente en Cataluña. El tamaño de la muestra es suficientemente grande, 1.500 personas, y el método utilizado, la encuesta personal domiciliaria asistida por ordenador, es también muy adecuada, lo que da bastante fiabilidad a los datos aportados.
Después cada observador podrá destacar una cosa u otra de este BOP, pero los datos son los datos.
Lo primero que sobresale de esta muestra es algo que no por sabido es menos destacado. Al fin y al cabo, los estudios de opinión nos dan información sobre la realidad en un momento determinado. Es por este motivo que, para interpretar correctamente cualquier encuesta, es necesario conocer el contexto.
Y en Cataluña ese contexto es relevante en tanto que es un país donde el 50% del censo electoral no tiene ningún abuelo nacido aquí y que el 35% dice que el catalán no es su lengua materna. La Cataluña de nuestro tiempo está hecha de esa “barrecha” que condena los bisturíes y que se siente maltratada por todos los gobiernos de España, hayan sido de derechas o de izquierdas.
El BOP confirma que el 73,6% de los catalanes que piden votar (un 50,3% aunque no haya acuerdo con el Estado) son esa Cataluña mestiza que ha llenado las calles durante años y cuyas razones para sumarse a la reivindicación nacionalista no son meramente identitarias.
El 73,6% de los catalanes que piden votar formar parte de la Cataluña mestiza que ha llenado las calles
Ese ha sido el gran cambio experimentado en Catalunya en los últimos diez años. El nacionalismo cívico ha impregnado a quienes no tenían sus raíces en la “tribu” pero que han asumido que son también de la “tribu”. Esa es la fuerza de la modernidad catalana, puesto que el nacionalismo se ha convertido en el fenómeno social y político de mayor impacto y define cómo los hombres y mujeres viven sus vidas independientemente de sus orígenes familiares.
Cataluña es un proyecto de futuro para la mayoría de los catalanes. Sin menospreciar el pasado, lo importante para el catalán mestizo es lo que todavía está por llegar. La clave para que en el futuro Cataluña siga siendo esa amalgama social diversa, pero más fuerte y unida, es precisamente el proyecto común que comparte la mayoría. Es el nacionalismo convertido en patriotismo catalán.
Digan lo que digan los propagandistas del unionismo, este último BOP demuestra que el independentismo sigue siendo fuerte precisamente por eso, pues es evidente que si mañana se celebrase un referéndum para decidir la independencia de Catalunya convocado y organizado por la Generalitat y sin el acuerdo del Gobierno español, el 43,3% de los encuestados dice que votaría a favor de la independencia y sólo el 22,2% en contra. Es cierto que la abstención llegaría hasta el 20,7%, pero en ningún caso puede sumarse esa cifra a los contrarios a la independencia.
No les voy a negar que el independentismo está estancado, y que tiene que afrontar la amenaza de los que están en contra de la independencia, lo que hoy en día se traduce en el 48,5% de los encuestados frente al 44,3% de los que quieren que Cataluña se convierta en un Estado independiente (44,9% en el BOP anterior).Y sin embargo, los favorables a la independencia siguen siendo una proporción impensable en los años 90 del siglo pasado. Además, siguen leyendo periódicos unionistas (La Vanguardia, 32,1%, o El Periódico, 23,1%) pero está claro que no les hacen caso.
El independentismo está estancado, pero sigue teniendo un apoyo impensable en los años 90 del pasado siglo
Los nietos de los antiguos inmigrantes —catalanes cien por cien en tanto que ya han nacido aquí— son el sostén de la “revolución de las sonrisas” y eso no lo va a cambiar Mariano Rajoy con el puñado de euros que prometió (“prometre no fa pobre” se dice irónicamente en catalán) en su último viaje a Cataluña.
El BOP también demuestra que la mayoría de los encuestados considera la situación política en Cataluña y España mala (46,5% – 45,9%) o muy mala (20,2% – 36,3%) y pone entre sus primeras preocupaciones la insatisfacción con la política, incluso por encima del paro.
En fin, que los datos que nos proporciona el BOP dan para mucho y estaría bien que los políticos catalanes y españoles, pero también los periodistas y comentaristas que son actores en este conflicto, los analizasen con mucho tiento. La estrategia del palo y la zanahoria no sirve para desmontar el patriotismo de los catalanes y catalanas que quieren utilizar un método democrático, votar en un referéndum, para decidir qué debe ser Cataluña —su tierra, su país, su patria híbrida— en una Europa que se resquebraja.
“Cataluña será impura o no será”, defendió en un libro el empresario musical Lluís Cabrera, un hombre de izquierdas que es el vivo retrato de ese catalán que tiene sus orígenes en otra parte.
Como dijo Lluís Cabrera, Cataluña será impura o no será
Esta es la gracia del actual nacionalismo catalán, que no es antiespañol. Al contrario, el secesionismo catalán no está basado en el “nosotros” y “ellos” clásico. Y la prueba está en que los datos del BOP ponen de manifiesto que es compatible que el 27,7% de los encuestados se autodefina como independentista (muy por encima del segundo ítem, “progresista”, que se queda en un 18%) y sentirse orgulloso de los éxitos de “La Roja” (54,9% frente al 31,1% que le da igual).
El mundo es complejidad y Cataluña no podía ser menos. Lo malo es que España se parece cada vez más a Turquía.