Catalunya ya vale la pena

Artur Mas ha afirmado que la consulta es “para construir un país que valga la pena”. Puede inferirse que Catalunya, en su estado actual, no vale la pena. Toda prospectiva sobre el resultado de la consulta es en vano porque el microcosmos político catalán sabe que no habrá consulta: incluso así, como hipótesis, ¿qué garantías tiene el ciudadano de que una Catalunya independiente valdría más la pena que la actual?

Zarandeada por una crisis económica de la que está saliendo con el conjunto de España y en el escenario de la eurozona, la economía catalana comienza a dar indicios de recuperación. En circunstancias históricas de índole semejante, la sociedad catalana ya ha sabido transformar las crisis en oportunidades. Es decir, recuperar la confianza, generar crecimiento y ofrecer puestos de trabajo.

Si lo que se desea es creer en espejismos, la secesión es un objetivo notable. Pero para acabar con la postergación económica, difícilmente se podría desear peor escenario que la inestabilidad de un proceso de secesión, sobre todo si es de ruptura constitucional. No habrá consulta, muy probablemente. Como táctica de permanencia en el poder, su exigencia trastoca los elementos clásicos para que cualquier economía se recupere generando prosperidad y trabajo.

 
La sociedad catalana ya ha sabido transformar las crisis en oportunidades

Conseguir una Catalunya competitiva y con capacidad de producción se ha logrado con mucho esfuerzo, ahorro e iniciativa privada, en un territorio que no abunda en recursos naturales. Esa Catalunya actual es la de IESE y ESADE, la de la pujanza turística, la de las estrategias de reindustrialización, la de los parques tecnológicos, la de la cocina en boga, la de los centros politécnicos, la de amplitud de exportación, el cava, la industria química o la farmacéutica. Algo que vale la pena, aunque sólo sea por cuánto ha costado conseguirlo.

Acicates como la llegada de inversores o la dimensión del mercado interior español perderían empuje en nombre de un proceso que está aportando más confusión que claridad, más fragmentación que consistencia.

Si Catalunya ya no valía la pena sin la secesión, ¿por qué Artur Mas no lo dijo cuando se presentó a las elecciones? Y si no vale la pena estar en España porque Catalunya valdrá más la pena sin España, ¿vale o no vale la pena seguir en la Unión Europea? ¿Es ilícito considerar que lo que de verdad no vale la pena es la consulta?.