Catalunya, una bomba de relojería para Europa

Este artículo pretende ser un informe para un Eurócrata. Bruselas acaba de amonestar a España por el retraso en las reformas y por el incumplimiento de los compromisos.

Pero Europa, de momento, se comporta como un gris contable que sólo exige a sus asociados unos resultados numéricos estándares: es decir, ejerce la soberanía sólo en la reclamación de resultados y en la defensa de los grandes intereses financieros. Es incapaz de ejercer la soberanía sobre los Estados con respecto a las políticas que éstos deberán seguir para superar sus debilidades estructurales.

Elude entrar a fondo en las entrañas del problema. Propicia que gobiernos ineptos o vinculados a determinadas castas económicas o burocráticas busquen la obtención de los resultados formales que les pide Europa. Éstos protegen sus intereses particulares en detrimento de los sectores mayoritarios, que en un momento determinado pueden provocar una explosión social en cadena. No sería la primera vez que sucede en Europa.

Pero aún hay casos más peligrosos que la falta de intervención directa europea ha convertido en auténticas bombas de relojería bajo los cimientos de la Unión Europea. El principal es el español. Hace poco el articulista Matthew Parris, del The Times, señalaba que Catalunya es una bomba para Europa si se separa de España, y por eso recomendaba negociar.

Pero Parris sólo acertaba en la capacidad destructiva para Europa que puede tener un evento incontrolado en Catalunya, superior al efecto de Chipre o el mismo Portugal. En lo demás, se equivocaba en el diagnóstico y en el timing de la explosión. Ésta se producirá antes de que tenga lugar el referéndum. Será de contenido social y económico y arrastrará España al infierno. Y en última instancia, Europa. Y no soy Niño Becerra.

Desgranamos el momento que estamos viviendo, en el que el reloj marca la cuenta atrás. El Gobierno de Rajoy está echando un pulso a Catalunya (Valencia y Baleares aparte) para forzar unos presupuestos con un déficit del 0,7%, que significa en términos relativos un impacto superior al recorte en Portugal y Chipre .

Con la diferencia de que son dos Estados soberanos. Asumen sus responsabilidades íntegramente. Catalunya es un ente subestatal sin capacidad recaudatoria (la poca que quiere ejercer, la anula el Estado), a la que el gobierno español soberano le debe 10.000 millones y del que recauda, sin retorno, anualmente el 9% de su PIB, unos 17.000 millones.

Catalunya, pues, está a punto del colapso. Y este no se evitará ni prorrogando el 0,7% ni aprobando un presupuesto sin tener garantizado formalmente (por cierto con Madrid, ni eso asegura el cumplimiento) la flexibilización del déficit que un hombre tan moderado como el miembro del Banco de España López -Casasnovas cifraba en un mínimo del 2,3% del PIB.

Madrid no afloja ni decide nada. Y en Catalunya los políticos que configuran la mayoría parece que, finalmente, han puestos a morir prefieren que quede claro que la quiebra catalana es un caso de homicidio, no de suicidio. Por ello, los políticos españoles tan aficionados al juego (que incluso lo desgravan), al estraperlo y la picaresca están jugando un farol en una partida de ruleta rusa. Pero no se dan cuenta que ya sólo queda un tiró y una bala.

La clase media catalana está empobrecida o en vías de empobrecimiento; sus jóvenes salen a la diáspora o la economía sumergida; los trabajadores están angustiados, o directamente han pasado al paro del 27% (Extremadura: 30% de desempleo aunque el 30% son funcionarios; Catalunya casi el 30% de paro y menos del 10% de funcionarios).

No ha estallado socialmente porque una mayoría tiene la esperanza de cambiar de marco polítco con la creación de un estado propio. Por ahora es una válvula de descompresión. Si la válvula obtura, Catalunya petará. Un territorio que significa el 20% del PIB español, el 24% de sus ingresos, la tercera parte de la exportación, el 40% de la exportación de alto valor añadido y de muchos de los logros de la investigación. Principal puerto del Mediterráneo y principal destino turístico.

¿Hay algún analista que crea que con estas potencialidades, un país que se gobernara a sí mismo con todos sus recursos estaría a punto de la quiebra? Siempre saldrán los hipercríticos diciendo que en Catalunya también hay elementos de desgobierno y corrupción. Efectivamente, como en toda la mediterránea. Pero, ¿hacemos comparaciones en porcentajes de economía productiva y especulativa? ¿Comparamos porcentajes entre economía legal y sumergida con cualquier otra región española, italiana o del sur de Francia?

Catalunya ganaría de calle en economía sana y creativa en relación a cualquiera de los otros territorios. Como muestra, basta ver el mapa de la Europea Research Council sobre excelencia científica. La única concentración importante de talento por debajo del paralelo de Ginebra se produce en Catalunya e Israel.

Con estas potencialidades, la sociedad catalana está a punto de lanzarse a la calle y las finanzas públicas del gobierno autonómico a un paso de la quiebra. Una casta burocrático-oligopólica (la denunciada magistralmente por los últimos libros de Germà Bel y Óscar Pazos) defiende sus intereses particulares y practica esa imbécil y tradicional política hispánica de «más vale honra sin barcos que barcos sin honra». En versión moderna, «antes hundida que rota».

Pues bien, Sr. Eurócrata, acabo el informe presentándome. He sido funcionario, consejero (ministro) del Gobierno de Catalunya durante siete años en los ámbitos de la Industria, Comercio, Turismo y Universidades. Y ahora apoyo a pequeñas empresas. Apresúrese en intervenir políticamente en España porque la cuenta atrás de la bomba catalana llega a su fin.

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