«Catalunya triomfant, tornarà …» ¡en fin!

Otra semana tumbado en el sofá y mirando el techo blanco de mi comedor. Hoy pensaba en cómo Friedrich Nietzsche analizaría la situación actual de Cataluña. Total, mejor alguien que acabó carcomido por la locura para analizar un juego de locos. Decía, aún cuerdo, el autor alemán «solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado»

Supongo que Santiago Vidal aplicará en breve esa frase. Sí hablo de ese juez, ex juez, o juez suspendido como quieran llamarlo. Ese que se sienta detrás de la mujer del President Artur Mas en el palco del FC Barcelona y ya parece satisfecho en su fantasía nihilista contra España.

Ese personaje único de la historia de la humanidad que una vez expulsado, tres años, de su trabajo pasa a ser un héroe en la televisión de todos, perdón de la televisión de la familia catalana. Un hombre que creía no ya susurrar a los caballos, sino con su innata inteligencia construir él solo una Constitución para un país.

No seré yo quien critique «su obra». Ya han corrido tintas de catedráticos y otros especialistas humillando al personaje. Y ya saben que cuando uno es humillado en público y aún quiere ser protagonista tiene dos opciones en este país. O bien participa en Gran Hermano, o bien se hace estrella de TV3. Además, como el juez es un sacrificado negocia de paso un puesto en un Consell de la Generalitat. Así, aunque luego digan que no, cobra, bien en dinero o en especies, que en este país todo vale.

Pero Friedrich Nietzsche quiere más. Todavía me lo imagino saliendo de su tumba sólo por disfrutar de tanto desparpajo en Cataluña. Y ahí clava una nueva frase. Esta dirigida a aquellos que preferimos el lápiz o las palabras antes que ponernos de rodillas ante la voz del amo: «La palabra más soez y la carta más grosera son más educadas que el silencio». Aquí podríamos añadir la columna periodística.

Un día alguien con mas conocimiento debería explicar qué papel han jugado los medios de comunicación catalanes en todo este «procés«. Algunos, me incluyo, pensamos no sólo que la divergencia es el motor del progreso, sino, incluso, centrándonos en los medios de comunicación, que es sano no compartir las opiniones del resto de compañeros. Un periódico y por ende un medio, sea digital o escrito, se diferencia de una secta en que en el primero caben todas las opiniones. En el segundo, todos piensan igual.

Y perdonen pero el amigo Friedrich Nietzsche se destornillaría de risa con los colegas Artur Mas, Francesc Homs o hasta el Santiago Vidal y su representación casi armónica por los medios del sistema, con TV3 a la cabeza. ¡No duden! Necesitaría medicinas intensas para leer o ver alguna de sus informaciones. Les llamamos medios, pero perfectamente podríamos denominarlas «sectas de comunicación catalanas». Todas al unísono con un único ideal y una sola palabra.

Imaginen, Friedrich Nietzsche se volvió loco sin pisar Cataluña en estos años de parpadeo emocional. Llega a caer por aquí y les confieso que se hubiera sanado. No porque su estado de locura se hubiera reducido, sino simplemente porque aquí hay mucha «pa’ allá«, y lo suyo, en comparación, sería simplemente una alegría de la vida.

Dos datos sencillos para aquellos díscolos. Sólo hay que recordar que el gran artífice, el gran líder, el gran hombre, el astuto … pierde en dos años casi la mitad de los diputados, que se dice pronto, y todavía algunos le veneran. Hasta Friedrich, más de 100 años antes, caló a personajes como Artur Mas, para algunos un idealista. Como decía el alemán, «todo idealismo frente a la necesidad es un engaño» .

En fin, todo se reduce a un engaño. Mientras me giro en el sofá me pongo a tararear una canción en homenaje a Friedrich Nietzsche y me sale: «Catalunya triomfant, tornarà a ser rica i plena! Endarrera aquesta gent tan ufana i tan superba! Bon cop de falç!». Sí, señores, hasta Nietzsche se reiría con un «bon cop de falç!».

En fin, esto es Cataluña. A este nivel hemos llegado. Un país que nunca fue país. Es un ideal oscuro en algunas mentes perversas. Se trata de un momento de locura sazonado con la avaricia mental de algunos. Suerte que nos queda cantar y tumbarnos en el sofá.