Catalunya: retrato de una sociedad enquistada
El último sondeo publicado del Centre d’Estudis d’Opinió, el equivalente catalán del CIS, supone el retrato de una sociedad profundamente insatisfecha, en la que el debate sobre el proyecto soberanista no está entre las primeras preocupaciones de sus ciudadanos, aunque tras ser impuesto desde las fuerzas políticas más prestigiadas en este momento parece secuestrar la reivindicación de otras necesidades más sentidas. Conviene leerlo con detenimiento y observar las aparentes contradicciones que revela entre las aspiraciones ciudadanas mayoritarias y aquello que determina la acción política más visible, más allá de las cábalas demoscópicas sobre un posible resultado electoral.
Resulta, de entrada, curioso que apenas el 20,6% de los entrevistados, uno de cada cinco prácticamente, señale entre los principales problemas las relaciones entre Catalunya y España. Un porcentaje, por cierto, 4 puntos menos que en el sondeo anterior, en noviembre del pasado año. El sistema de financiación es señalado como un problema importante sólo por el 5,4% y la identidad catalana por el 0,8%.
Este barómetro del CIS muestra que la inmensa mayoría de los catalanes (67,4%) señalan el paro y la precariedad laboral, seguido del funcionamiento de la economía (35,1%), como sus problemas más relevantes. El supuesto conflicto con el Estado sólo suma la adhesión de la quinta parte de las personas encuestadas.
Si se pregunta en concreto por cuál es el más importante, no por cuáles son los principales, la relación sigue el mismo orden aunque con cifras aún más contundentes sobre la trascendencia del “encaje”. El paro lidera (52,6%), la segunda posición es de nuevo para el funcionamiento de la economía (13,7%), mientras que sólo un 8,2% (un 1,1% menos que en la oleada anterior) señala como el tema clave del país las relaciones entre Catalunya y España.
Podemos darle las vueltas que queramos, pero los resultados de la primera oleada del 2014 indica que la famosa “relación” sólo es apuntada como uno de los problemas importantes para el país por el 20% y que de éstos sólo lo consideran el principal problema algo más del 8%. Y, sin embargo, el órdago soberanista es el tema crucial que lidera la agenda política. Algo no cuadra.
Llaman poderosamente la atención los resultados de uno de los apartados de la encuesta. “¿Al problema que usted señala como el más importante, qué partido político cree que le puede dar una mejor respuesta?”, viene a preguntar el CEO. La respuesta es contundente: el 50,1%, mayoría absoluta, cree que ninguno. El 11,7% piensa que ERC y el 10,6% que CiU. Magra confianza, pobre recuento para dos partidos que aspiran a llevar al país a un nuevo estatus político frente al Estado.
Hay un 28,4% de ciudadanos que declara no sentir ninguna simpatía por ninguno de los partidos políticos presentes hoy en el Parlament. En este campo, CiU baja 3 puntos sobre el último sondeo de 2013, ERC gana 0,5, el PSC gana asimismo 2,1, ICV baja 2, C’s mejora 0,8 y la CUP sube 2,7 y el PP se mantiene –su líder, Alicia Sánchez Camacho, es la peor valorada de los dirigentes político que escanea el sondeo–. Por cierto, como media, el grado de confianza que merecen los políticos catalanes baja del 4,53 conseguido en octubre del 2012 al 3,60 en este último. Un suspenso cada vez más rotundo.
El barómetro del CEO dibuja, como decíamos, una sociedad profundamente desencantada, algo que choca en teoría con lo que debería mostrar una sociedad mayoritariamente movilizada en pos de un futuro ilusionante. El 78,7% opina que la situación económica en Catalunya es mala o muy mala (el 89,8 lo cree así de la situación en España) y el 87,7% que está igual o peor que hace un año (el 91,8% sobre esta coyuntura en el conjunto del Estado). Sólo un 27,7% se muestra convencida de que mejorará.
Catalunya va mal, pero España peor, parecen querer decir los ciudadanos. Y en ese sentido se castigan especialmente las instituciones del Estado: al 35,7% no le merece ninguna confianza el gobierno central, al 25,8 la Monarquía, al 24,2 los sindicatos, al 22,8 los partidos políticos (mejor que los anteriores), al 13,1 la Generalitat… Si quieren una conclusión incontestable: el 82,7% está poco o nada satisfecho con el funcionamiento de la actual democracia.
En definitiva, tal parece que Catalunya es hoy una sociedad profundamente desencantada con las instituciones democráticas en general más que sobre las relaciones con España, pero a la que sólo se le está ofreciendo un posible debate político: el de la consulta soberanista y su posible corolario, la independencia. En consecuencia, una sociedad enquistada, paralizada. Vean, si no.
Un 45,2% de los catalanes creen que Catalunya debería ser un estado independiente (un 3,3% menos que en el sondeo anterior), un 23,3 que debería seguir siendo una comunidad autónoma (un 4,7% más) y un 20% que un Estado dentro de una España federal (1,3% menos). Si la consulta se llegara a producir, el CEO vaticina que la opción independentista conseguiría el apoyo del 47,1%. Hay un 47,1% también que se consideran independentistas y un 48,4% que no.
En esta tesitura, ¿el Parlament debería ir jugando un protagonismo cada vez mayor, no? Pues no es así. Sólo un 27,2 % piensa que las elecciones autonómicas son las más importantes, pero este porcentaje ha ido cayendo desde el 43,5% que consiguió en octubre del 2012, cuando se hizo esta pregunta por primera vez. Quizás los dirigentes políticos deberían llevar este sondeo a la Cámara autonómica, en vez de limitarse a leer los apartados en los que se habla de posibles resultados electorales, y debatir sobre cómo van a gestionar el mañana.