Catalunya, hacia la independencia por sus ‘vividores’
Aunque a algunos pueda sorprenderles, la independencia es una de las hipótesis que está contemplando el ala dura de Convergència en estos momentos. Liderada por el secretario general Oriol Pujol, se opone a la línea “más españolista” de los socios de coalición, con Duran i Lleida al frente. El president Mas, en medio, sin saber qué camino elegir.
El rescate solicitado por el Govern es un salvavidas temporal porque, como reconocen internamente, la situación es insostenible. Algunas fuentes filtran que la caja está tan vacía que si no llega el dinero de Madrid antes de finales de septiembre, la Generalitat no podrá pagar ni las nóminas. Es el escenario ideal para las confabulaciones, las ideas más variopintas y los extremos de los desheredados.
Ver a Pujol, sin más beneficio que ser hijo de, con un currículum profesional pobre, con unas relaciones personales al filo de la sospecha y presuntamente vinculado a una trama corrupta, como la de la ITV, es también un síntoma de que el camino propuesto no es más correcto que el actual. Nadie debería temer a una Catalunya independiente, pero sí a una Catalunya tutelada en la independencia por unos personajes extraños que saben que ese es su único camino para la supervivencia.
Pocos catalanes dudarían en proclamarse independientes si lograran líderes distintos a quienes les han gobernado tantos años. Pero este país hace años que no tiene referentes, simplemente títeres mandados por algunas familias, al más fiel estilo siciliano, o por unas estructuras partidistas arcaicas. Siempre con las castas marcadas tanto en la derecha como en la izquierda.
Recuerden a Montilla, el ex president con más pena que gloria. Muchos confiaron en él como palanca para el cambio de sistema, pero su actuación fue igual o peor que la de sus predecesores. El premio a semejante fracaso es una pensión vitalicia que cobra puntualmente tras haber hundido a Catalunya. Seguramente, en cualquier país decente estaría ya encausado, probablemente entre rejas, y con una mano detrás y otra delante. Pero esto no sucede aquí, donde quien se somete, es recompensando.
Y ahora tenemos el govern dels millors que naufraga estrepitosamente –recordemos que gobiernan desde hace unos años– y duda sobre qué camino elegir tras solicitar el rescate a España. Lloran por lo no pagado, pero olvidan que cuando uno no cobra debe buscar fórmulas alternativas y no esperar el milagro de la lluvia. Algunos, que ven sus sillas peligrar, abogan entonces por caminos para perpetuarse en el poder. Fracasan, pero en vez de dimitir siguen aferrados al poder.
Es como el empresario que presenta concurso de acreedores. Debe dinero pero exige al juez que le permita continuar porque es lo único que sabe hacer. En este caso, simplemente se le apartaría de la gestión para permitir que alguien administre ese dinero. Pero no creo que Mariano Rajoy se atreva a solicitar la cabeza de Mas, porque sino la tropa de Oriol tendría el argumento esencial para convencer al president sobre la proclamación de la independencia en el Parlament.
Rajoy lo sabe, pero Duran i Lleida también. Y ambos se dan por enterados de que ante el dubitativo Mas, incapaz de cesar a su secretario general, imputado en un caso de corrupción, deben buscar la mejor fórmula para el encaje definitivo de Catalunya en España. Estamos en un momento histórico. Las crisis son grandes oportunidades de cambio y ahora tenemos la opción de zanzar de una vez esta relación tortuosa. ¿Independencia de Catalunya? ¿Por qué no? Pero nunca con estos personajes al mando.
Hace tiempo que reclamamos a Mas un gesto de valor. Ha tenido oportunidades pero nunca se ha atrevido. Las crisis se solucionan con medidas duras, pero también con dotes de solemnidad e integridad; además de trabajo y esfuerzo. Si alguien de su gobierno o de su partido quiere aprovechar la coyuntura para perpetuarse en el cargo, debe actuar ya. No vale ni una sola conversación informal –que ya ha tenido-.
El president debe saber que hay líneas que no se cruzan, y menos ahora. Mas puede pasar a la historia como el dubitativo, o como el recto. Pero debe saber que nunca se le reconocerá como el primer presidente de una Catalunya independiente. Él será otro títere, sino es hábil. Debe actuar siempre de forma fulminante y demostrando ese carácter que a veces se le echa en falta.
Pero el asunto va más allá de las luchas palaciegas. Soy de los que piensa que hasta el propio padre de Oriol –el ex president Jordi Pujol–, si estuviera en su antiguo cargo, cesaría a su propio hijo por supuesta traición. President Mas: si lo haría un padre, no puede dudar ni un minuto más en actuar. Ahora no es momento para caminos hacia la independencia, porque no tenemos gente capaz de conducirla. Sólo aprovechados, vividores, imputados y otros especímenes que quieren seguir gobernando Catalunya 100 años más.