Cataluña y el gafe de la industria de la moto
Barcelona es una de las ciudades europeas con mayor uso de las motocicletas. El clima y la cultura del país han convertido a la Ciudad Condal en un lugar idóneo para desplazarse con este medio de transporte.
En ese estado de cosas mucho ha pesado la tradición industrial del sector. Unas décadas atrás, las principales marcas del país y casi de Europa se producían en suelo catalán. Bultaco, Sanglas, Montesa, Guzzi, Rabasa-Derbi… dibujaron un territorio que fabricaba motocicletas. No era de extrañar, en consecuencia, que en las principales especialidades deportivas (velocidad, trial, enduro, moto-cross), los catalanes dominaran siempre el panorama español, europeo y hasta mundial en ocasiones.
La caída en barrena del sector es muy anterior a esta última crisis que hemos vivido. De hecho, las multinacionales japonesas Honda y Yamaha pasaron largos años en suelo barcelonés. La primera dejó la producción en 2010 y la segunda acabó por cerrar su factoría en 2012. Ya habían perecido las marcas más antiguas y el gobierno de la Generalitat, comandado entonces por el tripartito, se inventó un plan al que destinó 12 millones de euros para reactivar 14 proyectos de pequeñas industrias emergentes del ámbito del motor y con la moto eléctrica en el horizonte.
Una de esas empresas era Gas Gas, especialista en la producción de motos para la práctica del trial. Pues bien, esa compañía acaba de acogerse al concurso de acreedores. Es una mala noticia más que se suma al reguero de desapariciones vividas en ese sector. Cualquiera diría que en Cataluña, en el negocio de la moto, hemos pasado de tocar el cielo a vivir como auténticos gafes. Ojalá que no.