Cataluña, una coalición ya por el sentido común

Los empresarios viven con el miedo en el cuerpo. No se atreven a explicitar, con voz alta y clara, que no desean lo que vislumbran: un acuerdo en Cataluña entre Junts pel Sí y la CUP, que no podría garantizar la estabilidad del próximo Govern de la Generalitat. Esperan una salida, –con los dedos cruzados–, con la esperanza que de las elecciones generales surja una posible solución para todos, para el conjunto de España, lo que incluye a Cataluña.

Pero antes de ese 20 de diciembre, los responsables políticos en Cataluña deberían ser capaces de lograr un acuerdo por sí mismos. De hecho, esa ha sido una de las demandas históricas del catalanismo, la de utilizar el autogobierno, prescindiendo de lo que ocurra en unas elecciones generales, a pesar de que –es evidente—no se puedan ni se quieran obviar.

Lo ha constatado el líder del PSC, Miquel Iceta, al pedir una coalición del «sentido común». Lo que pide Iceta es complicado, pero, realmente, sería lo sensato. Eso implicaría que Artur Mas debería ser consciente de que ha llevado las cosas demasiado lejos. Un dirigente de Convergència, y no es el único, asegura que, efectivamente, el proceso soberanista debería reorientar sus objetivos, máxime después de los resultados electorales del 27S.

La realidad es que el independentismo, dinámico, musculado, no tiene la fuerza suficiente para llevar a cabo la hoja de ruta hacia la independencia. Es evidente que no se puede decir –como hacen algunos políticos del PP, y también del PSOE en Madrid—que el soberanismo ya está acabado. No lo está, pero se ha quedado cojo, pese a esa mayoría absoluta que tendría en escaños, si la CUP acaba votando a favor de la investidura de Artur Mas. Ante esa realidad, Mas, y toda la candidatura de Junts pel Sí, podría pensar en una alternativa, y buscar el apoyo de otros grupos políticos, fuera el propio PSC o Catalunya Sí que es Pot, para tratar de gobernar y gestionar la política catalana con más tino, dejando para el futuro sus anhelos independentistas.

El realismo debería ser la primera obsesión de los dirigentes políticos. Y la realidad marca que en España se abre una posibilidad de acuerdo, tras las elecciones generales, para reformar todo aquello que no ha funcionado. El PSOE, esta vez, parece que lo tiene claro. Su secretario general, y candidato a la Moncloa, Pedro Sánchez, ha anunciado cinco grandes reformas, y una de ellas es la de la Constitución. En el PP hay voces que reclaman entrar en esa discusión. Y Ciudadanos, que jugará un papel importante tras el 20D, también se ha mostrado dispuesto a colaborar en esa línea. ¿Qué es difícil? Sí, también lo fue en 1978. Y un proceso hacia la independencia lo es todavía más.

Esa sociedad civil de la que se alardea periódicamente en Cataluña podría dar ahora un paso firme y fijar las prioridades políticas y económicas. Son tiempos de pactos y coaliciones, y de aceptación por parte de cada uno de sus propios límites.

Por eso sería interesante e imprescindible que todos los actores de la sociedad catalana intervinieran en los próximos días, en los que se juega ese posible acuerdo entre Junts pel Sí, es decir, entre Convergència y Esquerra, con la CUP, una coalición de partidos en la que destaca Endavant-Osan, (Organització Socialista d’Alliberament Nacional), una formación marxista, asamblearia, que no parece que case bien con una Cataluña moderna, avanzada y dispuesta a competir en los mercados globales.

En el día de la Hispanidad, el día nacional de España, –hubiera sido necesario que con los acuerdos de la Transición ese día se hubiera trasladado al 6 de diciembre, día de la Constitución—se podría reflexionar sobre esa coalición del sentido común que precisa Cataluña. Todavía hay tiempo.