Cataluña tira la toalla
La ampliación del Prat permitía crecer en congresos, generaba empleo en todos los sectores y no solo favorecía a hoteleros y especuladores sino que dotaba de más recursos a la administración catalana
Lo peor del anuncio de la ministra de Transportes, la catalana Raquel Sánchez, sobre el desistimiento del Gobierno central de invertir 1.700 millones de euros en el Aeropuerto del Prat por falta de apoyo del Gobierno catalán es que a estas horas en centros de poder clave en Cataluña como el Ayuntamiento de Barcelona, gran parte de las Consellerías de la Generalitat y otros centros de poder, que aunque parezca increíble son fundamentales en Cataluña, como la sede la CUP, están celebrando esta decisión como una victoria.
En otros tiempos, si Moncloa hubiera anunciado la retirada de una inversión en Cataluña ya habría anunciadas manifestaciones, editoriales conjuntas, declaraciones institucionales solemnes con la voz engolada y programas especiales en TV3. ¡Que tiempos aquellos en los que Cataluña aspiraba a progresar!
Pere Aragonès y ERC accedieron al Gobierno catalán bajo la premisa que era el momento de gestionar más y gesticular menos. Pocos meses más tarde de su encumbramiento a la presidencia su mandato ya ha fracasado. Aragonès tampoco ha gobernado. El alma autodestructiva que hace tiempo se ha apoderado de Cataluña, y nos atormenta a todos, ha vencido de nuevo y su mandato queda vacío de contenido.
Solo le queda enterrar también, como sin duda va a suceder, las olimpiadas blancas del Pirineo en el 2030. ¡A donde vamos a ir a parar¡ ¡Sería inadmisible que con la excusa de unas olimpiadas se mejoraran las carreteras del Pallars, se hiciera un centro de Salud en el Alt Urgell o se reforzarán las conexiones con el Pirineo aragonés!
El gran Albert Soler resumió a la perfección en el título de su libro “Estàvem cansats de viure bé” (Estabamos cansados de vivir bien) lo que sucede en Cataluña. Crecer en vuelos permitía crecer en congresos, generaba empleo en todos los sectores y no solo favorecía a hoteleros y especuladores sino que permitía a la administración catalana, la misma que se ha cargado la inversión, subir ingresos vía impuestos y aligerar su gigantesco déficit. ¡Pero que más da, si falta dinero se llama a Nadia Calviño y a cambio de mantenerle en Moncloa les manda más recursos para gastar sin control!
El argumento ambiental para oponerse a la ampliación del aeropuerto de El Prat era una excusa. La realidad es que hay grupos instalados en el poder contrarios al progreso: una parte mayoritaria de ERC, una parte no tan mayoritaria de Junts y la CUP y los Comuns en su totalidad. La ampliación del Prat, lejos de ser un problema ambiental, dotaba a la administración de más recursos para llevar a cabo políticas ambientales.
La ampliación del Prat, lejos de ser un negocio para grandes constructoras y el IBEX, era también la oportunidad para miles de jóvenes sin empleo de trabajar en el handling o una concesión, pero al poder establecido en Cataluña nada de eso le importa, son ajenos a la gente que al obstinarse en no seguir sus designios se convierten para la casta privilegiada en una molestia.
Las elites separatistas que se han cargado la posibilidad de invertir 1.700 millones de euros en el Prat, que se hubieran multiplicado y multiplicado cada año de funcionamiento de la ampliada infraestructura, no son conscientes de las consecuencias de su necedad, son elites extractivas, mayoritariamente nunca ha trabajado en el sector privado, jamás han pasado entrevista de trabajo alguna o han tenido que pagar autónomos o liquidar el IVA trimestral. Son grupos de gente que viven en una burbuja financiada por el resto de la sociedad que son, además, las víctimas de su irresponsable ignorancia sobre cómo funcionan las cosas.
La última vez que el independentismo gobernante tuvo interés en el Aeropuerto de Barcelona fue cuando la ANC redacto un documento hablando de la ocupación de infraestructuras clave para hacer efectiva sobre el terreno la declaración de independencia. Luego los CDR efectivamente lo ocuparon y un turista francés infartó y murió al impedir la turba separatista que la ambulancia que lo trasladaba al hospital de Bellvitge pasará su fascineroso cordón.
La ampliación del Prat se hubiera convertido en miles de personas más al día paseando y trabajando en Barcelona, alquilando apartamentos, consumiendo, invirtiendo, haciendo negocios, pagando IVA y llenando de esperanzas a miles de catalanes y las arcas de la administración, pero que más da todo eso, Cataluña tiene un gobierno que vende que debemos hacer todos los sacrificios en aras de la independencia. El mesianismo laico hace tiempo que en Cataluña ha tomado el poder.
¿Qué podíamos esperar de quien anuncia que tras la independencia vendrán tiempos convulsos (Elisenda Paluzie) o que es preciso que nuestros hijos vayan a la cárcel en aras de la separación (Jordi Cuixart) o que la clave son 10.000 soldados entrando por Diagonal (Héctor López Bofill)? Nada.
El PSOE, el PSC, la patronal catalana y otro montón de instituciones llevan tiempo insistiendo en las ventajas de negociar con el independentismo. Hablan de descomprimir y de los beneficios que eso tendrá para todos.
Los empresarios lo dicen de buena fe, son naif, necesitan estabilidad para que sus negocios funcionen, y de eso Cataluña, como de tantas otras cosas, en especial sentido común, madurez y responsabilidad institucional está faltada. En el poder nadie les escucha y los tratan con condescendencia. Unos y otros han olvidado que lo importante son las empresas y los políticos están a su servicio.
Uno de los dramas de Cataluña es que se han invertido los papeles y todos estamos genuflexos frente a los designios de la política. Los socialistas hablan de reencuentro porque creen que eso les favorece electoralmente, pero el reencuentro es imposible cuando una de las partes lo único que tiene dentro es resentimiento, ofuscación y ningún ánimo de diálogo.
Cataluña ha tirado la toalla, nadie se manifestará contra un Gobierno catalán que actúa como el peor de los enemigos de Cataluña. Simplemente los más conscientes de la situación, si se lo pueden permitir, seguirán marchándose o dejarán de venir.