Cataluña va a su bola
Las relaciones entre los socialistas y populares catalanes son más fáciles que en el resto del Estado
Estas elecciones del 23 de julio pueden producir una situación muy extraña en Cataluña: que después de 12 años, pongamos como referencia las elecciones de 2011, los socialistas y los populares sean las fuerzas que más incrementen sus resultados en voto. Aquel 2011, el PSC quedaba segundo, con más de 900.000 votos, por detrás de CiU, y el PP en tercera posición, con más de 700.000 papeletas. Mariano Rajoy se convirtió en presidente.
Ha llovido mucho desde aquel año y el país se ha transformado de arriba abajo. El independentismo no era referente, Ciudadanos existía sólo en Cataluña, no había llegado la movilización de las plazas con el movimiento del 15-M y a Vox no se lo esperaba, ni por asomo.
Pasado estos años, y con bajadas importantes en los dos partidos mayoritarios en el Estado -en el 2016 el PSC llegó a ser la cuarta fuerza más votada y en 2019 el PP la sexta, sus dos peores resultados- las dos formaciones están recolocadas en Cataluña, aunque ninguna sabe si para ganar o perder.
El tema catalán ha desaparecido de los programas electores de los partidos
Lo cierto es que las grandes mayorías absolutas logradas por esos dos partidos tuvieron en Cataluña un banco importante de votos. Ocurrió en la mayoría absoluta de Aznar en el 2000 y en la de Rajoy en 2011. Igual que la gran mayoría absoluta de Zapatero en 2008, donde una insuperable Carme Chacón cosechó el mejor resultado en la Historia de todas las elecciones para el Congreso.
Pedro Sánchez lo sabe, y para ello confía en Salvador Illa y Meritxell Batet; y Núñez Feijóo también, por eso arrancó su campaña en Castelldefels, feudo con alcalde de los populares.
Sin duda, la desaparición de Ciudadanos en estas elecciones ha ayudado a construir esa fotografía, algo que ya se veía venir. Pero el hecho es importante porque son nuevos diputados en el listado final. Diputados que antes se quedaban en otras formaciones, en ese caso independentistas. Puede que no sirvan para hacer presidente a uno o a otro, pero sí resta importancia al debate del ‘procés’, una cuestión vital en otras elecciones.
El tema catalán ha desaparecido de los programas electores de los partidos. Sólo Vox le dedica unas breves frases. Todo queda reducido a los partidos propiamente independentistas, aunque de algunos también se ha reducido o eliminado algunas propuestas que, hasta hace muy poco, eran relevantes. Como el impulso de una ley de claridad parecida a la canadiense que propuso el president Pere Aragonés el pasado año y que parece haber olvidado.
Las relaciones entre los socialistas y populares catalanes son más fáciles que en el resto del Estado. Ocurrió en el Ayuntamiento de Barcelona y es más que probable que pase lo mismo en la Diputación, donde el pacto sociovergente del pasado mandato es imposible. Sus propuestas políticas son absolutamente divergentes, pero los casi seis años de ‘procesismo’ les hace ver con mayor facilidad caminos de entendimiento. En el caso de la Diputación saldremos de dudas el próximo jueves, 13 de julio.
Las encuestan dan una victoria muy aplastante del PSC. El estilo de Salvador Illa se consolida día a día. Para los socialistas es una prueba de cara a un avance de elecciones autonómicas. Aragonés las niega. Cada vez que sale el tema aprovechar para evidenciar que agotará la legislatura. El problema es que tiene un récord: el de ser el Govern con menor apoyo de la historia del Parlament en los últimos 43 años.
De cara al ciudadano, las elecciones del 23 de julio serán el arranque a muchas a cosas. Puede que a una o dos elecciones más. Parece un chiste, pero no lo es.