Cataluña no es una nación

Los nacionalistas pretenden obtener réditos políticos mediante la tergiversación de elementos comunes como la historia o la lengua

Dicho sea con el permiso del señor ministro: Cataluña no es una nación. Y ello, aunque el Estatuto de Autonomía de Cataluña (2006) afirme, en el preámbulo, sin valor normativo, que “el Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación”.

¿Desde cuándo una nación se “define” por votación? Prosigo.

Tradicionalmente, la nación se ha definido de acuerdo con diversos criterios como el origen, el linaje, la historia, el territorio, el mercado, la cultura, la lengua o la religión.

El nacionalismo catalán comulga con las tesis de Stalin sobre qué es una nación

Entre las decenas de definiciones existentes de nación –“¿Qué cojones es una nación? Tantos tíos que definen qué es una nación, tantas definiciones de nación”, decía el valenciano Joan Fuster-, hay una que ha hecho fortuna en Cataluña.

La formuló Stalin en los siguientes términos: «una comunidad humana, estable, históricamente constituida, nacida sobre la base de una comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de formación psíquica que se traduce en una comunidad de cultura» (El marxismo y la cuestión nacional, 1913).

El nacionalismo catalán comulga a pies juntillas con la idea estalinista cuando sostiene que la nación es una combinación de rasgos objetivos y subjetivos.

Aun aplicando las tesis de Ióssif Stalin, Cataluña no es una nación

Los rasgos objetivos: la historia propia,  la identidad propia, la lengua propia, la cultura propia y el carácter propio. El rasgo subjetivo: la consciencia, sentimiento y voluntad de ser una nación. 

Si aceptamos esta definición estalista de nación –el nacionalismo catalán lo hace y nunca se apea de la misma-, la conclusión es obvia: Cataluña no es una nación.

Porque, en Cataluña nada es “propio”. Todo es compartido. Lo catalán forma parte de lo español y viceversa. Así, la historia y la cultura –añadan lo que deseen- son compartidas con España en una época de identidades concéntricas, sobrepuestas o individuales.

Pedro Sánchez y Quim Torra tras su primera reunión, en julio

¿una nación de naciones?

Ni siquiera aplicando la definición interesada de Stalin, Cataluña sería una nación ni España una nación de naciones.

Y en Cataluña no hay una lengua propia, sino dos lenguas –oficiales- comunes. Por lo demás, en Cataluña –vertiente subjetiva de la cuestión-, la consciencia, sentimiento de pertenencia y voluntad de ser una nación catalana convive con lo ídem de ser una nación española.

¿Una España nación de naciones? Una falacia. Como la silla de sillas o el árbol de árboles.

¿Quizá Cataluña es una “nación cultural” por decirlo a la manera del historiador alemán Friedrich Meinecke que distinguía la Kulturnation del Staatnation con el objetivo de señalar la pluralidad cultural de algunos territorios que, carentes de soberanía política, formaban parte de la unidad del Staatnation o nación política?

Por decirlo plásticamente: lo español y lo catalán recuerda la pintura de un Kokoschka en donde conviven diversos puntos de color y un cúmulo de formas.

Así las cosas, ¿qué es Cataluña? Una comunidad autónoma del Reino de España –con las peculiaridades que se quiera: como las otras dieciséis comunidades autónomas-  que el catalanismo primero, y el nacionalismo catalán después, imaginaron como nación durante la segunda mitad del XIX.

Las tesis nacionalistas de Cataluña

El método: seleccionando, tergiversando, mitificando y mistificando determinados elementos de orden local, comarcal o regional como la lengua, la historia, la tradición, los símbolos, la cultura o la identidad “propias”. Narcisismo primario. Afirmación heráldica trasnochada.  

El objetivo: diferenciarse a cualquier precio del otro español y lo otro español y obtener así réditos y privilegios políticos, económicos, lingüísticos, identitarios o simbólicos. El síndrome de la nación elegida. Chovinismo del bienestar.

El resultado: la consolidación de facto de dos comunidades gracias a un “proceso” fundamentado en la falacia del derecho a decidir del “pueblo” de Cataluña y la extranjerización de facto del no-pueblo de Cataluña.

La colonización nacionalista en Cataluña

De “la calle siempre será nuestra” a la nación siempre será nuestra y será la nuestra. Esa nacionalización y colonización nacionalista que no cesa.   

En 1609, un monje anónimo dio a luz un libro titulado Crònica universal del principat de Catalunya. En uno de los sonetos –según parece anterior a la fecha de su publicación- de esta crónica “universal” -¿universal?: de lejos viene la superioridad- se puede leer lo siguiente: “porque habla en catalán, Dios le dé Gloria”.

Máxima que hoy podría traducirse en los siguientes términos: “Dios le dé Gloria por ser catalán”. De aquella poesía esta ficción.

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