Cataluña, los bancos y Montenegro
La decisión de Caixabank y Sabadell de dejar sus sedes en Cataluña puede provocar que no tendrá más amparo del BCE del que tiene ahora Montenegro
A medida que transcurren las horas, crece el número de empresas que van abandonando, como por goteo, la localización en Cataluña y buscan el mejor acomodo por la geografía del resto de España.
Parece muy obvio que este hecho no es una buena noticia para los independentistas. Tampoco debería sorprenderles. Si yo estuviera en su lugar, en lugar de buscar el máximo efecto mediático por la vía más folclórica, habría tratado de promocionar la excelencia económica del territorio que quiero independizar.
El “podemos” independentista tiene que ir siempre acompañado de la capacidad de pago. A las empresas que se baten el cobre en la trinchera económica de una Europa que no acaba de salir adelante, no les valen las estadísticas o los estudios sobre el papel de ningún economista, a menos que haya evidencias. Y las políticas económicas de los políticos catalanes, lamento decirlo, no muestran a Cataluña como una región con potencial, a pesar de que lo tiene y mucho, eso es indudable.
Lo que echa para atrás es pensar que ese tesoro en ciernes puede caer en malas manos como la famosa pintura del Ecce Homo de Borja acabó siendo un espanto en manos de una persona ignorante y sin escrúpulos.
Cataluña no tendría más amparo del BCE del que ahora tiene Montenegro
Las empresas quieren seguridad económica y jurídica y, a día de hoy, demuestran con sus actos que no la perciben. Cambiar la sede es costoso. Por eso es previsible que no sea un movimiento reversible a corto plazo. A los costes pecuniarios hay que añadir el coste en imagen. Y los mercados no son independentistas o españolistas, son pragmáticos. Si la gestión económica de la Generalitat fuera mejor, se quedarían.
Otra cosa son los bancos. El viernes por la mañana, mi amigo y profesor de economía Juan Ramón Rallo, afirmaba en una tertulia televisiva que el que Caixabank y el Banco Sabadell hayan decidido cambiar sus sedes a Valencia y Alicante es una buena noticia para los independentistas porque, al evitar el riesgo de corralito y quiebra de esos bancos, se reduce mucho la probabilidad de que Cataluña tenga que irse del euro.
Todos los bancos tendrían que considerar a sus clientes catalanes como clientes extranjeros
El razonamiento de Juan Ramón Rallo es que los depositantes de estos bancos se verán cubiertos por el paraguas del Banco Central Europeo; y eso es bueno para las empresas catalanas cuyos depósitos estén en las entidades de crédito mencionadas. Sin embargo, la permanencia o abandono del euro por parte de una imaginaria Cataluña independiente, en cuanto dejara de ser miembro de la Unión Europea, es decir, en el mismo momento de la independencia, ya no es una cuestión a decidir por la Unión Europea, incluido el BCE, sino que depende de los responsables de la política monetaria catalana.
El mejor ejemplo es Montenegro, país que, al acabar la guerra de los Balcanes, decidió adoptar el euro para ir preparando el camino hacia el ingreso en la Unión Europea. Aún no lo ha logrado, pero su política monetaria y presupuestaria es mucho mejor que la de los países de su entorno. Si Rallo tuviera razón, Montenegro recibiría indirectamente fondos europeos solo con que sus empresas y depositantes tuvieran sus dineros, por ejemplo, en el banco Santander. Y no es así. Es más, los diferentes bancos del Grupo Santander se comportan de diferente manera dependiendo de si están en un país de la Unión Europea o no.
Así que, en el momento que se llegara a la independencia, todos los bancos tendrían que considerar a sus clientes catalanes como clientes extranjeros, y sus sucursales en Cataluña serían como las del Banco Santander en el Reino Unido o en Brasil.
Es la economía, y no la política, la que, finalmente, marca el límite
Es decir, La Caixa no podrá financiar a Cataluña más de lo que el Santander puede financiar a Brasil. Y Cataluña no tendrá más amparo del BCE del que tiene actualmente Montenegro.
Al goteo continuado de empresas y bancos se van uniendo otras como Gas Natural, una de las principales participadas de La Caixa, junto con Gas Natural, Repsol, Abertis, Telefónica o Cellnex. Y es que la política empresarial de Isidro Fainé, que ha servido para fortalecer a la institución, es la que ahora empuja hacia afuera.
Los dos mil millones de euros que perdió la institución en tres días, y el varapalo del viernes en bolsa, junto con los rumores crecientes de corralito, lleva a pensar que la desconfianza es mayor cuanto más sólido es el vínculo (explícito o implícito) con la corriente independentista. Las declaraciones de Junqueras explicando que Sabadell y La Caixa no se han ido de Cataluña sino que se quedan en los Paisos Catalans no parecen ser muy oportunas. ¿Quién le puede culpar? La banca catalana es una seña de identidad sin la que la independencia tiene muy poca vida. Y ya saben: es la economía, no la política, la que finalmente marca el límite.