Catalanismo moderado, también para recuperar la economía
Los empresarios, como principales agentes económicos, han de intervenir decididamente en el panorama político catalán para cambiarlo
Mientras el “procés” se atranca, lanza otro órdago, rehace un “hoja de ruta” hacia no se sabe dónde y utiliza hasta la saciedad los presos sobre condenados por la reacción estatal; la economía de Cataluña hace frente a estas marejadas procesistas y a las podemitas del Ayuntamiento de Barcelona a trancas y barrancas, solo sostenida por un sector privado abstraído de un gobierno con otras claras prioridades.
Los datos del devenir de la economía catalana son mixtos. Es encomiable su resiliencia demostrando la solidez de algunos de sus fundamentales y en general el fuerte aguante de la economía española ante las amenazas de la desaceleración y quién sabe si, de la pre recesión. Sin embargo, se va ensanchando el gap en relación a la comunidad madrileña, polo de atracción de una gran parte de la inversión y que se beneficia tanto de las ventajas de la capitalidad y del apoyo gubernamental, como de las evidentes y atractivas ventajas fiscales que se permite ofrecer el gobierno autónomo de Madrid.
La economía catalana tiene importantes recursos competitivos, está bien diversificada y goza de un posicionamiento geográfico excelente. Sin embargo, su tamaño no la ayuda especialmente, en particular si no genera anticuerpos a la inestabilidad percibida en el resto del mundo y si olvida implementar los necesarios ajustes y reformas para seguir compitiendo, enfrascado como está su gobierno, -la mayor parte del tiempo-, en espirales procesistas, no especialmente productivas para la economía del país.
Una economía necesita ante todo estabilidad y confianza con un marco legal indiscutido si pretende atraer innovación e inversión. No ha sido este precisamente el estado dominante del país de los últimos años, y no aparecen en el horizonte expectativas de cambio mientras políticamente existan dos polos tan confrontados, un unionismo nada tentado a buscar soluciones políticas y un procesismo empeñado en no reconocer su fracaso y en su línea del “volveremos a hacerlo”.
Desde un punto de vista de recuperación económica y de generación de un nuevo impulso competitivo, debería cambiar el panorama político en dirección a neutralizar, -o al menos a desincentivar-, los radicalismos.
Los empresarios, como principales agentes económicos, han de intervenir decididamente en el panorama político catalán para cambiarlo y la única dirección adecuada es hacia el eje central de moderación y equidistancia.
Involucrarse políticamente significa financiación a fuerzas políticas de la moderación, pasos adelante de empresarios y profesionales de éxito hacia la política
La actual división en bloques es una pésima situación y más aún cuando las únicas grietas vistas hasta ahora (acuerdos presupuestarios, pactos en ayuntamientos, etc.), se orientan excesivamente hacia políticas poco “business friendly” que puede empeorar todavía más la ya alicaída “oferta” que hacemos a la inversión extranjera.
O la moderación (en el eje nacional y en el eje derecha/izquierda) se involucra políticamente para la creación de un centrismo catalanista con posibilidades electorales, o se resigna a mantener la actual tendencia decadente de la economía del país, y renuncia a confrontar los cambios que requiere la globalización y la drástica disrupción que la tecnología y la lucha contra el cambio climático implican.
Involucrarse políticamente significa financiación a fuerzas políticas de la moderación, pasos adelante de empresarios y profesionales de éxito hacia la política, y un apoyo decidido a la batalla intelectual y de comunicación del pensamiento liberal (que no neoliberal), que hoy aparece casi perdida. Se debería acabar la permanente letanía de quejas empresariales sin adquirir compromisos.
La burguesía debería recuperar episodios de su historia en la que ha tomado partido por la cultura y la economía del país de forma positiva; y tratar de evitar la repetición de tantas fases en las que o se ha abstenido de participar o eligió los apoyos equivocados e inconvenientes.
Lo que tardó años en consolidarse, -un país admirado y envidiado-, está en peligro de desmoronarse, y en mucho menor tiempo. Una elección más al Parlamento de Catalunya sin una opción de concordia, prioridad al progreso del país y de sus instituciones, y decididamentede centro y europeísta, podría ser letal. Habría responsables por acción pero también por omisión.