Catalanismo en Poblet
El modelo catalán ya no es exportable al resto de España porque hace años que Cataluña ha dejado de proyectar una imagen de modernidad y buen hacer
El pasado 18 de setiembre se dieron cita en Poblet un centenar de personas con la pretensión de refundar el catalanismo. Creo que no soy el único que habrá perdido la cuenta de los intentos de refundación ocurridos en los últimos meses.
La originalidad del presente es que no parece que quiera seguir la senda partidista, sino obrar a modo de think tank. El acto tuvo lugar en el palacio abacial, que acoge el archivo Tarradellas (no vamos a ser tan ingenuos de creer en la pura coincidencia).
El presidente de la Generalitat de Cataluña en el exilio optó, sin duda, por Poblet como consecuencia de los rifirrafes que durante años había sostenido con Montserrat. De forma que escogió el monasterio, panteón de la Corona de Aragón, como contraposición.
La elección podía ser incluso estética: nada que ver el magnífico gótico cisterciense con el pastiche de la llamada Montaña Santa. La contraposición, real, se ha mantenido hasta tiempos recientes, cuando los del Císter han dado señales de estar también afectados por el virus del nacionalcatolicismo.
Por lo que se desprende del documento debatido en Poblet (titulado “El país de demà” o sea “El país de mañana”), no todo son propuestas de cómo salir del “procés”. Las hay también de contenido económico-social, como una muy futurista (quedaría para las calendas griegas) de jornada laboral de 20 horas. Pero centrémonos en el discurso político, piedra de toque de las refundaciones del catalanismo.
En general algunos de los puntos de ese tipo que se proponían, llaman la atención por su maximalismo: recuperación íntegra del estatuto de 2006 (¿qué se hace con la sentencia del Tribunal Constitucional?); competencias, con aire de blindaje, en lengua cultura, derecho civil e inmigración; reforma de la financiación autonómica (¡cómo no!); relación bilateral con el Estado.
En el momento presente, el catalanismo, en el sentido clásico, ¿tiene recorrido?
No sé si es que tengo la pituitaria especialmente sensible, pero para mí todo eso tiene un tufillo de, digamos, proyecto confederal. Viejo vino, que se remonta a las Bases de Manresa, en unos supuestos nuevos odres. Y como se ha dicho muchas veces, las confederaciones no existen: o son un paso hacia el federalismo, o hacia la disgregación.
Pero es que, además, Constitución del 78 en mano, es evidente que se trata en su mayor parte de objetivos inalcanzables, cosa que no creo que ignoren sus proponentes. Entonces, ¿qué pretenden? ¿Montar con todo ese discurso una pista para un aterrizaje suave de sectores moderados del independentismo? ¿Con reivindicaciones utópicas? Veo difícil que ese banderín de enganche tenga éxito.
En realidad la pregunta que, a mi parecer, deberían plantearse todos esos grupos inmersos en los intentos de refundación, es si en el momento presente el catalanismo, en el sentido clásico, tiene recorrido.
Veamos. El catalanismo, a partir de la síntesis de Prat de la Riba, se basaba en dos premisas. Por un lado, la recuperación de la lengua y de unos supuestos derechos históricos arrebatados. Por el otro, construir una Cataluña moderna, como ejemplo de un programa regenerador para el conjunto de España.
Una España que el catalanismo pensaba en los términos de la frase de Gaziel: “Madrid, ciudad tibetana”. Ocurre que para cualquiera que en estos momentos discurra a lo largo y lo ancho de la Piel de Toro (ya sé que los nacionalistas catalanes no suelen hacerlo), es evidente que la propuesta regenerativa a partir del modelo catalán, carece de sentido.
En lo que concierne a la otra premisa, los niveles de recuperación de la lengua y autogobierno que se han alcanzado eran difícilmente imaginables hace 40 años. Y querer ir más allá es la razón del embrollo que vive el país. Más bien en ciertas cosas habría que plantearse un “más aquí”, como por ejemplo en lo que concierne al bilingüismo.
Cataluña hace años que ha dejado de dar la imagen de modernidad y buen hacer
Si realmente se quiere proceder a una reconstrucción del catalanismo, debería pensarse en términos de olvidarse del planteamiento reivindicativo para transitar a uno de gestión, por añadidura eficaz. El único planteamiento que puede además ayudar a cauterizar las heridas abiertas en la sociedad civil.
Si el modelo catalán ya no es exportable al resto de España, no es solo porque no se necesite la regeneración, sino también porque Cataluña hace años que ha dejado de dar la imagen de modernidad y buen hacer que pretendió crear (y en parte consiguió; con muy pocos medios) Enric Prat de la Riba.
Para reencontrar la senda quizá podría servir de inspiración la propuesta de Joaquín Costa: ”Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid”.