Castro contra el sueño erótico de Allen Ginsberg

Léase la anécdota en tiempo pasado. Es un instante en mi memoria que sigue reverdeciendo cuando oigo celebrar la herencia política e intelectual de Fidel Castro.

Cena en casa de la escritora Nuria Amat, con el arquitecto Ricardo Bofill, el editor Malcom Otero, nieto del poeta y editor Carlos Barral, y el escritor y embajador de Chile en Paris, (en aquel momento) Jorge Edwards. Mientras esperamos la llegada de Malcom, previo aviso de una inoportuna avería de su coche, Nuria me enseña su particular biblioteca de Alejandría repleta de primeras ediciones, entre las que destaca Pedro Páramo de Juan Rulfo, una de las pasiones confesables de Nuria, hasta el punto de dedicarle una biografía de la vida y obra del escritor mexicano.

La cena, cuando ya estábamos todos, se ciñó al rito de intercambio de ideas, de referencias literarias y en compartir experiencias personales. Ricardo Bofill, recordó lo pequeño que es el mundo para un arquitecto que ha colonizado con sus obras, algunas de inspiración literaria como el Walden de Barcelona, producto de las utopías especulativas de José Luis Goytisolo (Goytisolo, por su parte, en otra ocasión, me explicó que había creado la Biblioteca de Ricardo Bofill poniendo especial interés en los clásicos, entre los que destacaba los Epigramas de Marcial.

Lo recuerdo armado con un cigarrillo mientras reflexionaba sobre el desvanecimiento de las utopías al intentar realizarlas, (diluidas en el aire como el humo de su cigarro), en Paris, Chicago, Barcelona y Pequín, donde entonces construía sin parar para mayor gloria de una China amante del mercado y temerosa de las libertades.

Nuria Amat, interesada en saber la suerte que correrá Cataluña, me solicitó un diagnóstico. Expliqué que el catalanismo, nacido a la luz de la debacle colonial española de 1898, se dedicaba más a poner en crisis el mal gobierno de España que en cuestionar la idea de España; y observé que hoy, fruto del mal gobierno del estado, lo que está en crisis es la idea de seguir unidos a ella.

Jorge Edwards nos explicó la anécdota que le relató el poeta beat Allen Ginsberg, motivo por el que fue expulsado de Cuba: haber explicado en un programa de radio que la noche anterior a la entrevista, recién llegado a Cuba, había tenido un sueño erótico con Che Guevara. Todos nos reímos. No hay nada más gracioso que observar cómo la revolución más magnética del siglo XX, que a tantos intelectuales ha atrapado en Europa, se proteja de los sueños calientes que puedan socavar sus mitos. Y es que las revoluciones que acaban en estados totalitarios obtienen su fuerza a base de censurar incluso los sueños.

La vivencia que nos cuenta Jorge Edwards es tan sabrosa como el excelente cordero que estábamos comiendo. La cena acabó y me pregunto qué libros habitan la biblioteca de Fidel Castro, cuál es su Index librorum prohibitorum et expurgatorum (índice creado por la iglesia católica en 1559 donde se determinaba un catálogo de libros perniciosos para la fe y se establecían las normas de censura. Este singular índice no se abolió hasta 1966, sólo tres años antes de que el hombre hubiera pisado la luna).

Al dia siguiente llamé a Valentí Puig para comentarle la anécdota sobre Ginsberg que nos explicó Edwards. Valentí se apresuró a situarla en el contexto de la obra del autor chileno, indicándome que está descrita por Edwards en su libro Persona non grata. Un libro que trata sobre su convulsa y decepcionante estancia en Cuba, como primer representante diplomático que tuvo el gobierno chileno de Salvador Allende en la isla.

Unas semanas después, decidí buscar el párrafo en que explicaba la anécdota, sin suerte. Sin embargo, encontré una poderosa paradoja sobre los estados totalitarios que se dio cuando vio la luz el libro, a finales de 1973, tres meses después del golpe de estado de Pinochet. La paradoja no podía ser otra que la coincidencia de que, tanto el gobierno chileno como el cubano, decidieran prohibir la publicación del libro. Tal como lo escribe Edwards «fui persona non grata por partida doble».

La primera edición del libro fue publicada en Barcelona por Carlos Barral, en la España aún sometida al franquismo. Otra paradoja, En aquel año, el planeta Júpiter recibió la visita de un artefacto humano, una sonda espacial estadounidense  de nombre Pioneer 10. La primera que atravesó con éxito el cinturón de asteroides y llegó hasta el planeta Júpiter. Su peso era de sólo 270 kg y estaba equipado con un disco con un saludo de parte de nuestro planeta azul, de nuestra tolerante civilización.

La cena que recuerdo tan vivamente, celebrada hace 8 años, hoy tiene como colofón un libro de Nuria Amat que acaba de llegar a las librerías El sanatorio, publicado por EDLibros, que recoge la experiencia que viven algunas sociedades cuando la multitud, sin oposición de sus artistas e intelectuales, hablan mientras ellos callan. No se la pierdan.