Castilla y León, podría ser peor

El PP ha ganado y está en condiciones de gobernar, sin embargo, anda muy lejos de cumplirse el sueño dorado de Casado que consistía en alcanzar o rozar la mayoría absoluta

Tanto para Casado como para Sánchez podría ser peor, para Vox difícilmente podría ser mejor y Podemos no sólo ha tocado fondo, sino que empieza a escarbar. Lo de C’s estaba cantado, pero tanto la subida meteórica de Vox como el revolcón sufrido por Podemos van a traer repercusiones. Veamos.

Los resultados electorales tienen de entrada dos lecturas simultáneas. La primera, en porcentajes y diputados. La segunda, en relación a las expectativas. El PP ha ganado y está en condiciones de gobernar, sin embargo, anda muy lejos de cumplirse el sueño dorado de Casado que consistía en alcanzar o rozar la mayoría absoluta, sueño que impulsó el adelanto de los comicios y se está convirtiendo en pesadilla.

La teoría de que las sucesivas fichas de dominó en los comicios autonómicos que irían cayendo hasta cobrar la última pieza que da acceso a La Moncloa se ha revelado como un nuevo cuento de la lechera. La primera ficha ha caído de lado, del lado de Vox y Ayuso. En consecuencia, Pablo Casado da un severo traspié en vez de salir en volandas como pretendía. En Madrid se reabre la guerra interna de los populares, una incesante labor de zapa cuyo fin es cobrarse la pieza mayor, el líder que no consigue presentarse como tal.

El primer movimiento a favor de Díaz Ayuso ha sido la posición de partida de Vox, que pretende estar en el Gobierno de la comunidad y ostentar nada más y nada menos que una vicepresidencia. El mensaje es claro: si hasta el momento ha mantenido un perfil bajo a fin de no ser visto como una amenaza, ahora ha llegado el momento de visibilizar su influencia determinante y su capacidad de tirar del PP hacía y hasta sus posiciones.

Mal para Casado, que anda siempre temeroso de perder el voto centrista. Bien para Ayuso, que prefiere y encarna un PP escorado al máximo hacia la derecha, y que además ha demostrado en las urnas madrileñas, que esta opción es la que da el mejor resultado a su partido, a condición de que ella la encabece, puesto que no solamente encandila al votante de centro sino que atrae a buena pare de los electores de extrema derecha.

Dese por sentado que esto lo puede hacer Ayuso, no Casado. Casado tiene dos opciones. La primera, seguir por donde va, no con paso firme, sino arrastrando los pies y trastabillando mientras Vox sigue subiendo. La segunda, apostar por la gran coalición y ofrecer al PSOE un pacto de legislatura en Castilla y León.

Pablo Casado, junto a los presidentes de Galicia y Madrid, Alberto Núñez Feijóo, y de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acompañan al candidato popular, Alfonso Fernández Mañueco, en el cierre de campaña a la presidencia de la presidencia de la Junta de Castilla y León. EFE/Nacho Gallego

No hay muchas posibilidades de que se atreva, pero es lo que le conviene. De esta manera, además de resaltar su perfil centrista, pondría en aprietos a Pedro Sánchez, que no tendría otro remedio que aceptar la mano tendida o quedar como el gobernante que facilita el poder de Vox y pone al PP en manos del partido que horroriza a las izquierdas.

Por si fuera poco, un gesto de tal magnitud conllevaría un giro ventajoso para Casado en la guerra interna del PP. Si Ayuso es la amiga de Vox, Casado sería el representante de la derecha centrada y razonable. Dos proyectos contrapuestos en vez de lo que acecha: el torbellino Ayuso frente a un jefe cabizbajo que se desliza a la defensiva por su pendiente.

También podría adelantarse Pedro Sánchez, aprovechando que ha salvado, por poco, los muebles mientras Podemos se daba el batacazo, y ofrecer la gran coalición en Castilla y León como laboratorio de pruebas y alternativa local, y tal vez un día general, a la escalada de Vox. Es asimismo dudoso que ose tanto.

Lo más probable es que cada cual se encastille en su fortaleza. Sánchez tendiendo la mano a su maltrecho socio de coalición. Casado esforzándose en vano por cubrir de terciopelo los tambores de guerra en el PP en vez de ejercer de líder de la oposición.

A fin de cuentas, los dos máximos representantes de los grandes partidos han resultado tocados pero no, o no todavía, hundidos. El leñazo de las urnas a las izquierdas es de campeonato y la ligera subida del PSOE no da para maquillarlo. El PP ha ganado, pero el formidable ascenso de VOX sitúa a Casado bastante más cerca del precipicio que antes.

Sánchez y Casado podrían abrazarse como dos boxeadores cansados, pero no es probable que lo hagan, a pesar de que conseguirían absorber grandes cantidades del oxígeno que hoy por hoy les falta.