Castigar la corrupción
Las mayores consecuencias de la corrupción en el mapa político español están aún por llegar, y el castigo electoral preocupa más que el castigo judicial
Que el sistema judicial español actúa contra la corrupción es algo evidente. Pero también lo es que se le ponen todas las trabas para minimizar el daño causado a los corruptos. En Francia, el encausado por financiación ilegal de la campaña presidencial es Sarkozy, no su tesorero. En España, la independencia de la fiscalía está en las antípodas de la de los Estados Unidos. Aún así, se van publicando sentencias como la del Palau que dejan al descubierto algunos mecanismos de la financiación ilegal y de los beneficiarios particulares del saqueo a las arcas públicas.
Ahora bien, por encima del castigo judicial, que llega cuando llega, si llega, y no siempre llega, y en la mayoría de los casos ni siquiera atisba, importa el castigo electoral, que es lo que de veras preocupa a los partidos. A tesorero pillado, tesorero nombrado. Pero la pérdida de votos se traduce en menos poder, o en nada de poder, en menos o en cero puestos de trabajo, en desinfiltración de la sociedad, y eso sí que da pavor.
Por el momento hay dos víctimas de calibre, el PP valenciano y CDC. Ambos eran dueños de sus territorios y han sido castigados
Es probable que las mayores consecuencias de la corrupción en el mapa político español estén aún por llegar. El PSOE andaluz o el PP en varias comunidades, no en Galicia, o no todavía en Galicia, han sido severamente mortificados pero no han perdido el poder. Aún así, contamos por el momento con dos víctimas de calibre, el PP valenciano y CDC. Ambos eran los dueños de sus territorios y ambos han sido severamente castigados por su propio electorado. Ambos tienen un competidor limpio en sus inmediaciones ideológicas, C’s en un caso y ERC en el otro, lo que facilita el trasvase.
A Convergència le sirvieron de poco las maniobras de distracción enfocadas a convencer a su electorado. En el 2015 Artur Mas consiguió in extremis forzar a ERC para que contribuyera a esconder sus siglas en nombre de un bien superior. Pero en las recientes elecciones, ha sido Puigdemont quien ha ninguneado a su propio partido. Lo más probable es que el PDECat también acabe desapareciendo, no por repentino virtuosísimo de sus antiguos responsables sino porque la corrupción es incompatible con los valores con los siempre se ha engalanado el catalanismo.
El PP nunca ha predicado honradez. Pujol se hartó de dar lecciones de ética pública. Robar es robar, pero ¿dónde anida la doblez? El PP nunca se ha declarado amigo de la transparencia. El PDECat se fundó como aspirante al título de campeón de la transparencia. Es probable que así se lo propusieran y creyeran, pero el pecado original genético no se borra tan fácilmente en la Cataluña que se pretende carolingia y calvinista.
En vez de dar la cara y presentarse como alternativa, Albert Rivera se agazapa a la espera de que el cadáver de Rajoy pase por delante
Mariano Rajoy tiene perfectamente identificado al único enemigo capaz de derrotarle, la corrupción. Su empeño en minimizar el daño va mucho más allá de desprenderse a toda prisa de los salpicados por la ciénaga. Pero poco puede hacer contra Ciudadanos. Un rival que, habiendo nacido para impedir una mayoría de izquierdas y una vez cumplido el objetivo, prueba suerte copiando la estrategia de ERC frente a CDC: poner el cesto bajo el árbol electoral y esperar a que vayan cayendo las papeletas como las hojas en otoño.
Poco importa que, en comparación con el elenco del PP, el casting de Ciudadanos sea de aficionados de provincias. A diferencia de ERC, que marcaba perfil social, C’s se hace el longuis. En vez de dar la cara y presentarse como alternativa, Albert Rivera se agazapa a la espera de que el cadáver de Rajoy pase por delante de su puerta.
En la política, como en la vida, no todos les errores se pagan. A pesar de acumularlos, si la sociedad española biempensante se cansa de la corrupción, el PP será severamente castigado por sus pecados y Ciudadanos ensalzado sin necesidad de adornarse con virtudes. Ni siquiera demostrando aptitudes.