Caso Pegasus: No habrá ni sangre ni rio
Aragonés y sus amigos tras un breve tiempo vociferando y clamando venganza seguirán siendo el báculo de Sánchez, no tienen más remedio.
El independentismo ha orquestado una campaña alegando que han sido espiados y afirmando que dicho espionaje lo ha cometido el estado porque sus ideas están perseguidas. Los independentistas braman porque, según ellos, el Gobierno central incumple la ley. Es sorprendente el súbito interés del independentismo en que los gobernantes sean observantes estrictos de la Ley.
Muy rápido han olvidado los ahora muy ofendiditos independentistas que su propuesta política entre 2012 a 2017 fue saltarse la ley e incumplir las resoluciones judiciales. En su mundo solo ellos, por el hecho de ser independentistas, tienen derecho a no ajustarse al estado de derecho.
El independentismo, como hace siempre, con esta campaña pretende reescribir la historia. Con la publicación en The New Yorker, de la que quizás no sea tan ajena la inversión en agencias de comunicación y lobby que han contratado a lo largo de los últimos años en EE.UU tanto el Gobierno catalán como OMNIUM cultural, buscan que las 36 cajas que iban a ser incineradas en Sant Adriá y que fueron interceptadas por la Policía Nacional sean olvidadas, buscan que se deje de hablar del intento de montaje de un servicio secreto político independentista, el CESICAT, buscan que se deje de hablar de las relaciones de Puigdemont y su entorno con el espionaje ruso, buscan que el espía idiomático del recreo pase de espía a espiado, pero no cuela, es su enésimo intento.
Aragonés viajo a Madrid, se reunió en el Congreso con los disgregadores procedentes de todos los rincones de España y pidió el sacrificio de la Ministra de defensa, Margarita Robles que es el único interlocutor del gobierno con ciertos estamentos clave como el ejercito y los medios de comunicación no entregados a la causa sanchista. Entregar su cabeza dejaría al descubierto todo el flanco derecho de Sánchez y a partir de ese momento toda la artillería de la oposición y, especialmente, de sus socios caería directamente sobre el Presidente del Gobierno.
La amenaza de tumbar a Sánchez quedará solo en eso, una bravuconada del independentismo. Los intereses de los socios de Sánchez son contrapuestos. A la Yolanda Díaz que no le interesa para nada el final abrupto de la legislatura, su proceso de “escucha de la sociedad” ha ensordecido y no arranca. Díaz necesita tiempo para armar su proyecto o venderse cara al PSOE así que será la primera que le pedirá a ERC calma y mesura. La relación entre republicanos y la vicepresidenta segunda no es buena dado que los de Junqueras no la reforma laboral a pesar de que Díaz se traslado a Barcelona a implorarles su apoyo. Ese desencuentro dejo heridas abiertas entre los dos principales socios del PSOE.
Díaz va perdiendo la partida
La competencia electoral entre los socios de Sánchez es la mejor garantía de estabilidad para el gobierno de coalición PSOE-PODEMOS. Díaz es gallega y su partido es irrelevante en su tierra natal donde compite con otro de los socios preferentes de Sánchez, el BNG. Díaz es socio de ERC pero a la vez pelea, con el cuchillo entre los dientes, voto a voto, en Barcelona por retener la alcaldía para “su amiga” Ada Colau. En ambos casos Díaz va perdiendo la partida.
En realidad la foto de los partidos del Frankenstein en el Congreso es la foto de la impotencia, la constatación de que lo único que les une es su temor a la derecha. Los socios de Sánchez han sido, aparentemente, espiados por Sánchez y según ellos mismos afirman Sánchez no solo lo sabía sino que pidió explícitamente que se llevara a cabo ese espionaje, pero afectados por el síndrome de Estocolmo, Aragonés y sus amigos tras un breve tiempo vociferando y clamando venganza seguirán siendo el báculo de Sánchez, no tienen más remedio.