Casado y Sánchez, derrotados en Castilla y León

El PP, lejos de salir catapultado hacia la Moncloa, amanece al día siguiente de la batalla electoral con Vox más fuerte y su liderazgo más débil

El PP avanzó las elecciones de Castilla y León para proseguir el camino de la victoria que había marcado Díaz Ayuso y consolidar el liderazgo de Pablo Casado, pero la victoria, pírrica, con un porcentaje de voto inferior al de hace dos años y medio, tiene un precio muy elevado: engordar a Vox, que tras su espectacular crecimiento, de ahora adelante disputará el liderazgo de la derecha al PP como en su día lo hizo Albert Rivera desde Cs.  

Casado tiene un problema: cuando él y su equipo no pintan nada en una campaña, como en Galicia y Madrid, el PP arrasa; cuando él participa activamente, como en Cataluña, hoy hace un año, o este domingo en Castilla y León, el PP no funciona. En definitiva, el PP, lejos de salir catapultado hacia la Moncloa, amanece al día siguiente de la batalla electoral con Vox más fuerte y su liderazgo más débil.

Casado tiene un problema: cuando él y su equipo no pintan nada en una campaña, el PP arrasa; cuando participan activamente, el PP no funciona

Sánchez obtiene lo que Felipe González llamaba “dulce derrota”: pierde la primera posición, se deja siete diputados y otro que ha perdido Podemos. Es un mal síntoma sobre la salud electoral de su partido en una campaña en la que se ha implicado a fondo pero de ahora en adelante puede repetir el mantra de que el PP, para ganar la Moncloa, necesitará a Vox y eso moviliza a la izquierda.

La otra mala noticia para Sánchez es el mal resultado para Podemos al que sí ha pasado factura la crisis de la carne que desató Garzón y que Sánchez no ha podido capitalizar recogiendo el voto desencantado de Podemos. Yolanda Díaz lo intuyó y solo fue a un mitin en toda la campaña y a rastras.

Sánchez, para conservar la Moncloa, depende más de los frecuentes errores ajenos no forzados que comete el PP que de su capacidad, dado que Madrid y Castilla y León los ha saldado con sendas derrotas. 

Pedro Sánchez y Pablo Casado se saludan en la última reunión pública que mantuvieron en La Moncloa, el pasado el 2 de septiembre de 2020 | EFE/FV/Pool/Archivo
Pedro Sánchez y Pablo Casado se saludan antes de una reunión en Moncloa | EFE/FV/Pool/Archivo

La próxima estación es Andalucía. Una vez ratificada la práctica desaparición de Cs, el PP debe dejar de mirar a Vox de reojo y ocupar el centro si quiere en el Sur la victoria clara que no ha obtenido en Castilla y León y que sí le dio Madrid. Moreno Bonilla ahora ya sabe que si quiere ganar bien debe pedirle a Casado que se quede en casa.

Por su parte, Sánchez constata, feliz, tal como ya sucedió en Cataluña, que los votantes de Cs no siempre se van al PP sino a Vox, que es el triunfador de la noche pero que tiene la mala noticia que no es la única opción del PP para gobernar, dado que en la segunda vuelta de la sesión de investidura, Fernández Mañueco solo necesitará más votos a favor que en contra y los buscará antes en Soria y Ávila que en las filas de los de Santiago Abascal, lo cual obligará a Vox a reducir sus exigencias.

Los partidos de la España vaciada, que han limitado su éxito a Soria, dado que Por Ávila es una escisión del PP y Unión del Pueblo Leonés es un partido que existía antes de que la despoblación ocupara el tablero político, se han nutrido de la izquierda pero su existencia solo tienen sentido si pactan con quien va a ostentar el poder dado que es este quien está en condiciones de hacerles concesiones en forma de inversiones, servicios e infraestructuras para sus territorios.