Casado, henchido con razón pero no por mucho tiempo
Los resultados del PP en Madrid dan alas a Casado para luchar por la presidencia, pero tendrá que lidiar con la extrema derecha, el contraataque socialista y la posibilidad de que le crezcan los enanos en su partido
No hay duda de que el resultado obtenido por Ayuso en Madrid es el mejor balón de oxígeno para Casado. Desde lo alto de un Zepelín tan mayúsculo ya se atreve, al fin, a plantarle cara a Pedro Sánchez, a hablarle como si dijéramos de tú a tú, e incluso andarle con exigencias o levantarle la voz. No hay para menos.
En efecto, las urnas de Madrid le han ido de perlas. Un resultado más equilibrado entre los dos bloques hubiera caído en saco roto. Los dos grandes escollos, en otros tiempos llamados Escila y Caribdis, si bien en realidad eran peligrosos remolinos en las puertas del estrecho de Messina, han quedado orillados por majestuosa elevación, insignificantes, a distancia, casi la misma que aleja a Vox del PP.
Eran esos: A un lado, la excesiva dependencia de la extrema derecha; al otro, que Ayuso hubiera alcanzado los 69 escaños de la mayoría absoluta. En el primer caso, como es sabido y proclamado, Vox habría exigido una vicepresidencia en Madrid, de modo que el tándem gubernamental PP-Vox hubiera puesto punto final a las aspiraciones de Casado de recoger el voto de centro sin temor a que Sánchez se lo pudiera disputar apelando al lobo de la extrema derecha.
El otro, tan evidente como el primero pero de efectos más perversos, es que una victoria por mayoría absoluta en vez de coronar a la presidenta como reina madre del PP la hubiera entronizado y transportado a los altares como salvadora tanto del alma como de los intereses terrenales de los populares.
No ha sucedido ni una cosa ni la otra. Resultado pues de ensueño. Ayuso no tiene otro remedio que aguardar hasta el final de la legislatura. No agazapada, porque eso no va con ella, pero sí con paciencia y sin mostrar demasiado los colmillos. A ver si a finales del 23, una vez transcurrida la friolera de treinta meses, que pronto está dicho pero que en política es una eternidad, Casado se hace con el poder y la reclama a su lado o si se la pega de nuevo y puede propinarle la estocada final.
Ayuso, fuerte pero no a salvo
También podría suceder que, extasiada, en volandas del propio éxito, Ayuso cometiera algún error que la hiciera tambalearse o incluso a caer de su altísimo pedestal. Si busca antecedentes de batacazos por exceso de ambición, los encontrará sin ir más lejos en su propio despacho.
Retengamos pues la siguiente conclusión. En vez de perdedor en cualquier caso, fuera cual fuera el resultado, por exceso triunfal de Ayuso o por derrota de la derecha, como se auguraba y era incluso probable, Casado dispone ahora de una situación tan imprevista como impresionante, privilegiada, estratosférica. La combinación perfecta como para lanzarse a por todas.
Más aún cuando su rival, el supuesto pero fallido vencedor en cualquiera de los escenarios posteriores al 4-M, ha mordido el polvo. Revolcado, además de perder ignominiosamente, por un partido, el de Errejón, tan débil e irrelevante en el Congreso como pletórico en la capital, hasta le punto de liderar la oposición. El tercer puesto es algo vergonzante para un partido demasiado acostumbrado a ganar o quedar segundo.
Por lo que, tan deshinchado Sánchez como henchido Casado, bien puede decirse que mediante las elecciones de Madrid las tornas han cambiado. Pero ojo, la euforia ya la disposición a la ofensiva de estos días va a desembocar, por imposición del calendario electoral, no en una batalla celestial entre arcángeles y demonios, ambos supuestos, sino en el lodazal de una guerra de trincheras entre los dos bloques. Tras la caída a los infiernos de los angelitos de C’s, en trincheras va a desembocar sin duda la política hispana.
El contraataque socialista
En efecto, faltan como dos años y medio para la próxima cita electoral. Como en un film de Sergio Leone, Sánchez no tardará en escupir el polvo acumulado en su cavidad bucal. Cuando está en apuros, lo que mejor sabe hacer es parapetarse hasta que se encuentre en condiciones contraatacar. Lo hará.
Más que sacar a España del atolladero, va a centrarse en planes de batalla para asegurarse una segunda legislatura. Lo cual no puede ser viable sin contar con el concurso de todo lo que no sea ni PP ni Vox. Pero no lo va a tener tan fácil como hasta el presente para amarrar a sus socios al palo mayor, o hasta encerrarlos en la bodega cargados de grilletes para que le sigan apoyando en tan precaria situación.
Casado se lleva el centro
El centrismo del PP ha salido reforzado. La prepotencia socialista ante sus propios aliados está poco menos que liquidada. Acechan, como nuevos Escila y Caribdis esta vez para el PSOE, o bien el exceso de concesiones a cambio de imprescindibles votos o bien la desbandada y el caos de seguir en las mismas.
En un reciente análisis publicado en esta misma sección, Rafael Nogueras mostraba una interesante correlación entre los resultados en Madrid y en España de los dos grandes partidos. Gráficas de veras interesantes y reveladoras.
Sin embargo, la política hispana es hoy mucho más compleja que en el pasado reciente, con más actores en escena mayor número de papeles a representar y papeletas entre las que escoger. La derecha no está unificada ni lo va estar. El resto andará más dividido que nunca, salvo por ahora en lo concerniente en sumar contra el PP-Vox, y ya veremos cuánto dura.
Recordemos que, incluso en tiempos de bipartidismo, el PP ha gobernado siempre, menos en una ocasión, con socios periféricos, ocasión que se saldó con un fracaso estrepitoso en las elecciones debido a la escora excesiva de Aznar hacia la derecha.
La espera de Casado va a ser larga, pero si no acaba con Vox, algo imposible, o no consigue neutralizar anticuerpos, en primer lugar periféricos, el pronóstico, si bien todavía incierto, apunta a un mayor despuntar de Ayuso