Casado el fatalista
Nada está escrito, salvo que algún día se producirá la alternancia, pero ahora a Sánchez le sobran votos. Quizá sería más fructífero para el PP ponerse manos a la obra y convertirse en alternativa
Si lo que cuenta la siempre bien informada Nuria Val en Economía Digital es cierto, de lo que no hay que dudar, se diría que, a pesar de todos sus master, Pablo Casado no ha caído en la cuenta de la lección impartida por Denis Diderot en su divertidísima novela, y no por ello menos sesuda, Jacques el fatalista.
En efecto, el héroe del codirector de la primera Enciclopedia dispone de un único lema apropiado para todo: “Si está escrito, sucederá”. De manera que las mil desgracias que sufre no le bastan para cambiar su firme convicción según la cual el destino obra sobre nosotros de manera ineludible.
Casado se ve en La Moncloa sin hacer otra cosa que ir a lo suyo, esperar y evitar errores. “El enemigo de Sánchez es el propio Sánchez”. La alternancia va a caer por su propio peso, sin necesidad, se deduce, de convertir al PP en alternativa que convenza a un número suficiente de votantes de que sus políticas van a sacar a España adelante.
En cierto modo, y a la vista de como han perdido el poder o las elecciones los diferentes presidentes del Gobierno, no le falta razón. Felipe González se desprendió de lo alto como una fruta madura y en parte putrefacta. El PP de Aznar salió trasquilado por sus errores, que catapultaron a Zapatero sin que lo mereciera. Luego la vara de mando fue depositada en manos de Rajoy, tras una casi interminable espera, gracias a la obcecación de Zapatero en negar la crisis y hacer oídos sordos a Europa. No hay que recordar que Rajoy salió despedido porque en vez de mantener fieles a sus aliados, se puso a todos en contra.
Por vueltas que le den, habrá que convenir con el líder del PP en la fatalidad que pesa sobre el modo de acceder a La Moncloa, no por mérito propio sino por demérito del inquilino anterior. Aún así, y no solamente a primera vista, siempre es mejor proponer algo, ganarse la confianza del electorado mediante un proyecto sólido y creíble, que esperar a que el líder anterior se convierta en su propio enemigo y se haga el harakiri político sin siquiera advertirlo.
Pero sucede que mientras, echando cuentas parlamentarias como bien las suma Joan López Alegre, asimismo en Economía Digital, resulta que a Pedro Sánchez podrían resultarle superfluos los votos de ERC, además de los de JxCat, grupo que en el Congreso quedo cercenado por la mitad a raíz de la ruptura de Puigdemont con Artur Mas.
Dejando a un lado que Sánchez espera que la alianza con Esquerra sea tan larga y estable como la que mantiene con Podemos o el PNV, y que espera contar con los de Junqueras en la próxima legislatura, una vez haya desaparecido el PDECat, la conclusión de las matemáticas no es demasiado halagüeña para el PP: a Pedro Sánchez le sobran votos.
Y claro está, aunque no se sabe si porque estuviera escrito según el fatalismo de Jacques, que mientras le sostenga una mayoría de diputados, Sánchez no va a caer, ni por su propio peso ni por abultados que puedan resultar los errores que cometa.
Habrá que convenir con el líder del PP en la fatalidad que pesa sobre el modo de acceder a La Moncloa, pero ahora mismo, a Sánchez le sobran votos
La espera va pues para largo. De no mediar un cataclismo, por lo menos hasta finales del 2023, puesto que la legislatura aun no ha llegado a su zenit. Mientras, Pedro Sánchez ha conseguido su propósito inicial, consistente en gobernar amarrando a sus liados de tal modo que ordena o desordena pero manda a placer, sin que nadie le tosa y con la oposición pasivamente a la espera.
Luego ya se verá, si bien la recuperación económica acompañada de la muy efectiva baza de la lluvia de millones caída del cielo europeo tenderá a equilibrar por lo menos la balanza de los pronósticos, en la actualidad inclinada del lado de los populares, que conseguirían la mayoría con el concurso de Vox. Por lo visto, parece claro que dicha lluvia, más que impulsar a España avanzando posiciones en competitividad y productividad, será empleada por Sánchez para abonar el terreno político que más propicio le resulte.
Ya se verá. Pero de entrada, y de salida, puede asegurarse que el centrismo ha desaparecido de la escena política hispana. O bien la amalgama que Sánchez mantiene maniatada, o bien el PP con Vox. Como nadie más va a sumarse a esta segunda combinación, Casado no llegará a La Moncloa en 2024 si ambos no suman los preceptivos 176 escaños.
Nada está escrito, salvo que algún día se producirá la alternancia, pero el PP debería plantearse si está dispuesto a esperar tanto del cielo durante tanto tiempo, sin inmutarse por el tiempo que transcurra hasta que se produzca la inexorable caída de Pedro Sánchez. Tal vez resultara más fructífero ponerse manos a la obra y hacer lo posible para convertirse en alternativa, pero eso, obrar a favor de sus aspiraciones, no es propio de fatalistas.