Casado contra Casado

La ruptura de Casado y Cayetana no se produce por la indisciplina de esta, ya descontada, sino por su incapacidad para ver los cambios de paisaje

Pablo Casado es, por mentalidad y experiencia, un alto funcionario. La que fuera por su efímera rival, Soraya Sáenz de Santamaría, también lo era. El promotor de ambos, Mariano Rajoy, lo es incluso de mayor rango, por experiencia en adversidades y fortuna ante la vida.

En cambio, y sin ánimo de ofender a unos o a otras, la por dos veces defenestrada Cayetana Álvarez de Toledo pertenece a otra casta, la de los que otrora fueron amos y señores, subespecie de los que se rebelan ante la pérdida de estatus y privilegios.

La diferencia fundamental entre los tres citados en el primer párrafo y la protagonista del segundo radica en la proverbial sabiduría funcionarial, consistente en conocer el terreno sobre el que se asientan, y en caso de no estar muy seguros de su estabilidad, quedarse inmóviles o andar con el máximo tiento.

Los que son como Cayetana, en cambio, primero pisan, mejor dicho cabalgan, y luego se sorprenden si observan alguna irregularidad bajo los casos de su fogosa montura, en cuyo caso, en vez de observar y tomar nota, se aprestan a dar un salto para salvarla y proseguir hacia delante, siempre al galope.

En el eterno dilema entre la determinación y la prudencia, los primeros suelen usar la estrategia de encaramarse a una loma, observar concienzudamente el entorno y, una vez trazado el camino hacia su objetivo, lanzarse a por todas sin sombra de duda, y mucho menos de rectificación.

Los prudentes, en cambio, suelen esperar demasiado, ocupados eternamente como están en medir con sumo cuidado las consecuencias de cada movimiento. Ante cualquier adversidad, los prudentes echan el freno, husmean, y en más de una ocasión se apresuran a enmendarse. Incluso antes de tiempo.

En el caso que nos ocupa, Casado encaja punto por punto en el perfil descrito, que no es el del timorato, sino el del quien busca siempre la posición dominante y utiliza para ocuparla los medios disponibles en cada momento.

Por eso, porque en el tumultuoso oleaje de la política española, la posición dominante va cambiando según las circunstancias, se dice de Casado que zigzaguea, o sea, dicho en parecidos términos, que va a la zaga, por detrás, nunca por delante, ya que entre sus aptitudes no figura la de prever el desarrollo de los acontecimientos y adelantase a ellos.

Si ahora, un poco tarde, Casado ha decidido echar a Cayetana, no es por la abismal diferencia entre ambos, porque cuando la nombró sabía de sobras, lo sabía todo el mundo, que la todavía diputada del PP era un ariete ideal, capaz de arrollar obstáculos que detendrían a muchos. Cayetana ataca, Casado entra como vencedor. Tándem casi perfecto. La cara diestra y la siniestra de Jano.

No pocos atribuyen la sonada ruptura a la indisciplina de Cayetana. Yerran, porque este ‘detalle’ era de sobras conocido por amigos y rivales (si en algún partido hay diferencias apreciables entre ambas categorías). Con lo que Casado no contaba es con la incapacidad congénita de la marquesa para leer los cambios en el paisaje al tiempo que avanza lanzada sobre su corcel.

Quien bien analice lo sucedió en los últimos meses, se fijará por lo menos en tres vectores que apuntan a una misma corrección del rumbo del PP. Por un lado, la sonora victoria en Galicia del moderado, centrista, y no por ello menos listo, peligroso y taimado Alberto Núñez Feijoo.

Por otra parte, la exigencia europea de estabilidad a cambio de las muy cuantiosas ayudas a España para salir, no del túnel sino del profundo pozo del coronavirus. Tercer elemento, que la jugada de Teresa Arrimadas, consistente en ofrecer su apoyo a Pedro Sánchez a cambio de prescindir de los votos independentistas, sitúa al PP ante el dilema de quedarse en minoría junto a Vox pero sin C’s en las votaciones esenciales o rivalizar con C’s en apoyos al PSOE.

Factores que Casado, como muchísimos altos funcionarios atentos a la conservación de su puesto y estatus, es perfectamente capaz de observar y analizar. No de anticipar pero sí, una vez cumplimentada la nueva carta náutica, de actuar en consecuencia.

El futuro de Casado y el de Cayetana

El giro que va de compartir no pocas actitudes de desautorización total con Vox al pactismo es lo que conviene al PP. Sin embargo, al cortar por la mitad el resplandeciente tándem que compartía con Cayetana, Casado se ha quedado, le guste o no, con una sola rueda. Veremos hasta donde llega.

La que sin duda no va a llegar muy lejos es la defenestrada. Morir matando suele ser triste consuelo, pero parece claro que Cayetana ha fallado en su intento de arrastrar a su jefe en la caída. De momento, su flamígera cabalgata se hunde en unas arenas movedizas que ni siquiera vislumbró.

Que desde la extrema derecha hagan la ola a la decapitada responde a un cálculo primario pero tal vez no muy desacertado. Que ahora entronicen a Cayetana en el altar de los radicales irreductibles, a fin de herir a Casado con el estilete abandonado, no significa que luego se vayan a fiar de ella y le otorguen una posición de privilegio. La disciplina de la que carece, unida a su temeridad, falta de tacto e incapacidad de adaptación a un terreno siempre ondulante la convierten en una aliada incómoda y peligrosa. Probablemente esté cerca del hundimiento sin remisión.

Ni con el de la rectilínea Cayetana ni con el del zigzagueante Casado, no inmediato pero tal vez ya inexorable, la derecha habrá perdido a unos personajes con capacidad de liderazgo. ¿Los tiene agazapados o han dejado de existir?