Carta abierta a Ada Colau, con mis mejores deseos
Estimada señora Colau, probable alcaldesa de la ciudad de Barcelona:
Permítame, en primer lugar, felicitarle. Ha hecho usted una vertiginosa carrera política. Ahí es nada, en unos años ha pasado de ser una activista social con más o menos éxito a, quizás, detentar la vara de mando de una ciudad como Barcelona, capital de Cataluña y segunda urbe española, polo de atracción de inversores y viajeros, una histórica metrópoli.
Ese salto no puede menos que generar un cierto vértigo. Lo entiendo y lo comprendo. Sin ningún ánimo de aconsejarle -¡quién soy yo!-, sí me gustaría compartir algunas reflexiones por si, en el presumible caso de que finalmente consiga forjar una mayoría de concejales y ser designada alcaldesa, pudieran ayudarle, pues ello sólo redundaría en beneficio de todos los que de una manera u otra pertenecemos a Barcelona.
En primer lugar, le pediría con el máximo respeto que no venda la piel del oso antes de cazarlo y perdone el ejemplo cinegético, tan alejado, creo, de sus pensamientos. Dicho de otro modo, aún no es usted alcaldesa y atribuirse esa cualidad, como ya está haciendo, no deja de ser un cierto menosprecio hacia otros líderes políticos que pudieran también luchar por ese ansiado cetro.
La democracia, creo que lo sabe, tiene sus normas, sus procedimientos, que forman parte inseparable de la propia esencia de esa organización social con la que nos hemos dotado. No se puede uno reclamar demócrata y obviar sus trámites o manejarlos a nuestro antojo. No se puede ser presidente de una comisión del Parlamento de Cataluña y a la vez participar o animar a ocupaciones de espacios públicos o privados, como ha hecho su colega David Fernández, un acto evidentemente ilegal.
Le digo esto, y lamento el lenguaje tal vez demasiado directo, porque la he visto apoyar a unos trabajadores que habían ocupado una sede de Telefónica en Barcelona, y creo sinceramente que ha cometido un error de bulto. Primero, ofreciéndose a mediar como alcaldesa, lo que repito aún no es. Segundo, apoyando una actuación no legal, que además se hace en defensa de unos derechos que otros representantes de los trabajadores ya habían pactado con la empresa. Usted no es quién para decidir cuando una norma legal, la inviolabilidad de la propiedad privada, es alterable y cuando no. Es posible que la situación de esos trabajadores sea, o vaya a ser, difícil, pero usted como representante de las instituciones tiene recursos para cambiarla sin saltarse a la brava la legalidad de la que todos nos hemos dotado.
Yo entiendo que el éxito conseguido en estas elecciones municipales y las presiones y expectativas que el nuevo escenario comporta pueden ser complicadas de gestionar, pero la responsabilidad no está en contradicción con la valentía y arrojo de los que usted hace gala. Al contrario, responsabilidad y valentía son dos de las virtudes apreciadas en los gobernantes. Y creo que las tiene.
No debe malinterpretar, no obstante, el alcance de ese triunfo. Dejaría de lado otras virtudes clásicas de los hombres y mujeres que asumen tareas de gobierno: la templanza y la prudencia. La han votado 176.500 personas, pero Barcelona tiene más de un millón seiscientos mil habitantes, si no estoy equivocado. Ha logrado 11 concejales, un poco más de una cuarta parte del total de regidores. Si al final consigue ser designada alcaldesa, gobernará para casi un millón de personas que no la han votado. No sea imprudente, por favor. Gobierne con sus ideas y programas, pero pensando en todos. Lo contrario sería algo muy próximo al nepotismo.
Ha hecho usted en pocos días manifestaciones que han llevado temor a sectores de la ciudad a los que no puede dejar de lado, porque en la realidad actual la ciudad les debe mucho: el turismo, las actividades generadas por el Circuito de Montmeló… Son declaraciones, además, si me permite, precipitadas y algo superfluas. Dijo alguien, cuyo nombre no recuerdo, que los gobernantes sólo deben hablar a través de los correspondientes boletines oficiales. Aunque algo exagerado, no me pareció mal consejo.
Usted carece de experiencia como gobernante o como gestor, y si me apura también de experiencia política, entendida ésta con mayúsculas, y va a tener una muy importante responsabilidad, si todo sale según sus planes. Sólo me queda, con mis mejores deseos por lo que me va en ello, dejarle una frase creo que del papa Francisco: «Trabaja duro y en silencio; deja que el éxito se encargue de hacer todo el ruido». Ojalá le sea de utilidad.