Carroñeros de la hecatombe
Existen cierto tipo de animales que viven de los cadáveres de otros. No les causan la muerte, sólo se aprovechan de ella para sobrevivir. Hoy hablaré de dos de sus especies más comunes.
Como casi todos los lectores de Economía Digital, hace tiempo que sigo los artículos y las opiniones de diferentes expertos de todo tipo que hablan de economía. Alguno de los que sigo ha sido laureado con el Nobel, no son aficionados. Sin embargo, debo confesar mi más profunda decepción con el conjunto de sus aportaciones a la opinión pública.
Estos gurús de la crisis a quien todo el mundo rinde reverencias y a quien nadie pasa cuentas de nada, escriben artículos y dan conferencias sobre la situación económica que deberían ser calificados como apología de la crisis. Parece que antes de 2007 no existían, o se dedicaban a criar bonsáis. Ahora, todos ellos opinan sobre política monetaria y citan la M1 como si fueran la vecina del quinto. Algunos se jactan de haber predicho la crisis en todas y cada una de sus fases. Otros esconden que asesoraban a gobiernos y grandes empresas o que formaban parte de consejos de administración de entidades financieras hoy intervenidas. La mayoría se pasea por tertulias de todo signo dando lecciones y leyéndole la cartilla a cualquiera sin entonar (que tenga constancia hasta la fecha) un mea culpa por el desastre colectivo en el que estamos todos metidos.
La otra especie de animal es incluso más mordaz. Su especialidad ha sido vivir regaladamente del sistema que ahora quieren cambiar. Son especímenes que han medrado cómodamente en un estado de derecho y una economía de mercado. Los que han llegado más lejos han hecho carrera y fama desde cómodas poltronas, pero no han causado ni un solo cambio sustancial. En ciertos casos, su gestión ha provocado descalabros pero no han asumido ninguna responsabilidad. Alguno incluso ha sido premiado con honores y emolumentos. Y ahora, precisamente ahora, son los abanderados del cambio. Argumentan que como el pasado nos ha llevado hasta aquí, su propuesta nos llevará a un mundo mejor. Su evolución es interesada, por supuesto. Por concisión cito sólo tres ejemplos: el acoso y derribo al sistema actual representado por la clase política, las instituciones democráticas y el libre mercado; el robo en plan Robin Hood a los supermercados; y el cambio de elección del rector en las universidades.
Que quienes quieran acabar con la democracia y el consumismo propaguen su mensaje gracias a herramientas de grandes multinacionales como Apple, Samsung, Twitter o Facebook tiene su ironía. ¡Que se vayan a China y sabrán como es el Gran Hermano!
Que alguno de los que roba a un supermercado tenga un nada despreciable salario público que se paga de los impuestos de todos roza el sarcasmo. Bien cierta es aquella cita de: “La caridad empieza en la casa ajena… ¡Y normalmente termina por donde empieza!”.
Finalmente, quienes defienden la designación en lugar de la votación como mejor método para gestionar una institución pública no sé si se han fijado en el deplorable estado de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas. Si cunde el ejemplo, pronto veremos como presidente de España o de Catalunya a un reputado gestor que ha designado Frau Merkel. El éxito de Mario Monti en Italia da mucho que pensar.
Lo peor es que unos y otros tienen sus defensores, muchos defensores, y pocos detractores. De hecho, casi nadie se atreve a cantarles la caña. No ayudan a salir de la crisis, no aportan ideas, ni tan sólo crean buen clima. Sólo generan desasosiego. Si alguien desvelara sus intimidades, otro gallo cantaría. Pero los únicos que destripan son ellos. Impunemente y sin piedad. ¡Qué lástima!