Carod y Rigau: qué error, qué inmenso error

Falleció el historiador Ricardo de la Cierva, y en Economía Digital recordamos la importancia de aquellas palabras que dan título a esta reflexión. De la Cierva se equivocó, pero en aquel momento se atrevió a formular su pronóstico sobre el futuro de la democracia en España tras la elección, por parte del Rey Juan Carlos, de Adolfo Suárez.

En este caso, sin embargo, la frase ha sido compartida por la parte más clarividente del campo soberanista, además de por los medios y personalidades críticos con el proceso político que vive Cataluña en los últimos años. Y es que Josep Lluís Carod-Rovira, ex vicepresidente de la Generalitat, e Irene Rigau, ex consellera de Ensenyament, han apoyado el manifiesto de una serie de filólogos y académicos favorables a acabar con el bilingüismo si Cataluña fuera un estado independiente

El caso de Rigau es grave. No firmó el manifiestio, pero sí asistió al acto, apoyando la iniciativa. Ha sido consellera de Ensenyament hasta hace dos días. El apoyo a ese documento, que considera el castellano como una lengua de inmigración, impuesta en Cataluña, le hace aparecer como un halcón, como una dura en materia lingüística. Carod ya tiene otros precedentes. En algunas ocasiones ha asegurado que en Cataluña se hablan unas 200 lenguas, y que se trata de consolidar el catalán como lengua vehicular de comunicación. Con esa aseveración, que es cierta, porque hay muchas minorías producto de la reciente inmigración, se pretende olvidar que en Cataluña hay dos lenguas claras: el catalán y el castellano, no 200.

El nacionalismo, que ha ido evolucionando en los últimos diez años hacia la idea de crear un estado propio, dejando al margen los elementos identitarios, se ha disparado ahora en el pie. Se supone que el independentismo quiere ampliar la base social, y no convencer a los ya convencidos. Aunque se insiste en que los viejos debates se han superado, las encuestas dicen que los partidarios de la independencia de Cataluña son mayoría sólo entre los que utilizan el catalán, y tienen padres de ascendencia catalana. Eso es así.

Si se desea lograr más apoyo se deberá entender que la lengua debe quedar en un segundo plano.   Ahora bien, desde el punto de vista estrictamente lingüístico los filólogos –la mayoría de los firmantes, por no decir casi todos, tienen apellidos catalanes—es lógico que exista una preocupación por el catalán. Conviviendo con una lengua tan potente como el castellano, con una influencia mundial cada vez más grande, se entiende que se busque un camino para asegurar no sólo la pervivencia de la lengua, sino para que se hable y se utilice correctamente, con la sintaxis propia del catalán, y no con una mera y triste traducción del castellano que, –lo debemos admitir—es bastante frecuente.

Pero se equivocan en la medida que proponen. En un estado independiente, los gobernantes catalanes deberían proteger….el castellano, al entenderse como una lengua minoritaria en ese estado. Aunque más tarde ha ido matizando y sigue reflexionando sobre ello, el experto Albert Branchadell lo dejó muy claro en La hipòtesi de la independència (Empúries).

Branchadell, en 2001, alertaba del peligro de supeditar la supuesta normalidad del catalán a la soberanía de Cataluña. El autor se preguntaba si con un estado propio el catalán estaría mejor que ahora, porque con la autonomía se llegó a un acuerdo que permite que en las escuelas la única lengua vehicular sea el catalán. Fue un acuerdo del Parlament de Cataluña, pero sigue siendo complicado explicar que no se pueda enseñar en la lengua propia de más de la mitad de los habitantes de Cataluña.

De eso los independentistas deberían ser conscientes. «El estado catalán independiente no podría dejar de emprender acciones positivas a favor de los derechos lingüísticos de las personas pertenecientes a la minoría castellano-hablante con el argumento de que el derecho internacional no le obliga», teniendo en cuenta ni más ni menos que el comité de derechos humanos de la ONU.

¿Pero es que esos filólogos y esos políticos tan importantes no han leído a Branchadell? ¡Corran a buscar el libro, por cierto, del filólogo Branchadell!