Carmen Balcells: la gran dama de las letras

La agente literaria Carmen Balcells comunicó el pasado martes por carta a su escudería que se ha unido al norteamericano Andrew Wylie, el Chacal, para crear la agencia Balcells & Wylie. La nueva agencia contará con los escritores de las dos lenguas más poderosas del planeta: el castellano y el inglés. Desde Vargas Llosa hasta Cercas, desde Roth o Kundera hasta Bolaño, todos pertenecen ya al mismo equipo. La operación tiene connotaciones económicas incalculables (¿cuánto vale la obra de Borges?), pero su poder de fascinación no es menor.

José Donoso abrió la historia del boom y Xavi Ayén la ha cerrado. En el centro de la rueda figura Carmen Balcells, la dama de las letras que convirtió a Barcelona en la capital mundial de la literatura en lengua castellana. Ella les abrió las puertas de la casa mexicana de García Márquez a Xavi Ayén y al fotógrafo Kim Manresa. Fue entonces cuando el padre del escritor colombiano (Gabriel Eligio, el aventurero progenitor) reveló aquello de “Mi hijo Gabito ha sido siempre un mentiroso. En toda su vida, no ha hecho otra cosa que contar mentiras”. Así lo recoge el libro titulado Aquellos años del boom de Xavi Ayén (publicado por RBA), la enciclopedia definitiva sobre un grupo de amigos que cambió la literatura para siempre.

García Márquez fue una reverberación excesiva. Cien años de soledad (30 millones de ejemplares) atraviesa fronteras y reduce a la nada las costuras del tiempo. Todos han tenido que ver con el gran libro. El primero, Carlos Barral que presumió, falsario, de haber rechazado su manuscrito, o su esposa, Yvon Hortet, ex socia de la Balcells; y también Gabriel Ferrater que conoció en la Feria de Frankfurt de 1966 (año de la presentación de Cien años) a la que fue su esposa, Jill Jarrell, hija de un agregado militar de la embajada norteamericana en Madrid.

La Balcells ha trabajado incansablemente al servicio de los mejores. Uno de ellos, el mexicano Carlos Fuentes, la mejor prosa después de Rulfo, nacido en Panamá e hijo de diplomático, era jugador de dominó, émulo doméstico de Jorge Negrete y solemne en su evocación casera de Traviata (cantaba a grito pelado libiamo, libiamo ne’lieti calici/che la belleza in fiora). Fuentes hizo de puente entre García Márquez y Donoso en 1965, en un congreso celebrado en Chichen Itzá. Colocó Coronación en la Knopf de Nueva York; internacionalizó a Donoso, antes de que Balcells le diera de comer en Barcelona.

Balcells dio sus primeros pasos junto al poeta Jaume Ferran, un puente para alcanzar a los Castellet, Barral o Gil de Biedma. Fundó su agencia en París y comenzó con los derechos de traducciones. El primer autor de su escudería fue Luis Goytisolo, el autor de Recuento, la tetralogía diseñada sobre el muro de una celda de la prisión Modelo en su etapa de preso político. Fueron los años del nacimiento de los mejores sellos, los Anagrama, Kairós, Tusquets o Lumen, un tiempo en que los “negros editoriales y los colaboradores eran mayoritariamente latinoamericanos”, ha escrito Cristina Peri Rossi.

Fue la época de la boya, Barcelona, isla de libertad a la que no alcanzaba la Dictadura y “una de las ciudades más vivas de Europa”, según el mexicano Sergio Pitol. El momento estelar de Beatriz de Moura, “la editora de ojos grandes y oscuros, tocada a menudo con enormes sombreros, como la Negrita Batanga”, como escribió Ana Maria Moix.

Cuando Vargas Llosa empezó su primer periplo español de la mano de Balcells era un hombre de mirada lánguida. Pero casi medio siglo después, en 2014, es la misma reencarnación del mito fáustico. Rejuvenece a base de cumplir años. Se ha subido a los escenarios para ser actor en una versión de Odisea y Penélope y ha formado pareja con Aitana Sánchez-Gijón en sus Mil y una noches, una aproximación personal a Sherezade.

Se apartó de la política a tiempo. Ha confesado en alguna ocasión que, cuando compitió por la presidencia de Perú con Alberto Fujimori (actualmente encarcelado), descubrió la cara amarga de la conspiración. El premio Nobel es un trotamundos de las letras como demuestran El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala. Tiene casa en Londres, París y Nueva York. Ha vivido colgado en aviones; su hijo Gonzalo lo expresa así: “los Vargas Llosa tenemos el síndrome del barco”. La diáspora latina provocada por Videla, Pinochet o Stroessner depositó en nuestras playas lo mejor de la nueva América. Perseguido por los Escuadrones de la Muerte, Eduardo Galeano, uno de los grandes, vivió varios años en Calella de la Costa. Allí escribió su gran trilogía: Memoria del fuego.

Balcells ha recorrido el mismo medio siglo que ha reinventado la eterna juventud de Vargas Llosa. Al unirse con Andrew Wylie no efectúa una simple suma por acumulación. Los dos agentes más respetados del planeta quieren cambiar el mundo de la edición y preparan sus mochilas para el asalto digital. Han dejado de ser refractarios a todo lo que no sea tinta y papel.

La globalidad señoreada por multinacionales como Amazon o el Grupo Bertelsmann es ahora su objetivo. Revolucionarán el mercado de los derechos de autor, la auténtica seguridad jurídica de la ficción y el ensayo. Quieren ser, esta vez juntos, la última barricada de la privacidad creativa.