Carlos Pla y la verdad oculta de los Serra: Ramoneda y Narcís

MacKinsey y Nomura conocen el futuro de Catalunya Banc;  parece que nadie más está enterado. Ambas consultoras son del agrado del ministro De Guindos, sobre todo la segunda, donde recaló el actual ministro tras haber presidido la filial española de Lehman Brothers. Nunca como ahora la economía había estado tan externalizada y al albur de quienes ganan las piezas por mérito o por simple empatía.
 
Carlos Pla será el nuevo presidente de Catalunya Banc, la razón social de una entidad pública, con pérdidas de 12.000 millones y con un agujero patrimonial de casi 14.000.

Pla no es nuevo en el negocio reflotador. Es un especialista en saneamientos bancarios pegado a José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia. El nuevo número uno de Catalunya Banc, que  ya reestructuró CajaSur poco antes de que esta entidad pasara a manos de BBVA, es un edecán de la disciplina vasco-española, la medicina que tan bien le sienta a la banca desnortada.
 
En Catalunya, la Banca Catalana hundida de los ochentas ya pasó por las manos del Vizcaya de Pedro de Toledo, quien encomendó su salvación  a Saénz Abad, el directivo consagrado en el Santander, amnistiado por un asunto feo en Banesto, y recientemente apartado de su cargo con una pensión aurífera de 88 millones de euros. Pero aquel Alfredo Saénz que devolvió Catalana a la senda del dividendo está muy lejos del actual Carlos Pla.
 
Los tiempos han cambiado y no precisamente han ido a mejor. Todo es más pequeño, menos audaz e incluso más ladino. La Banca Catalana nacionalista inventada por Florenci Pujol, su hijo Jordi y su yerno Cabana, tenía la virtud del objetivo (intentarlo sin éxito y servir a la causa); pero la Catalunya Caixa de los últimos años, balcón  triste de la Plaza Antonio Maura, solo ha estado ahí; ha servido para mantener el estatus de sus últimos presidentes, dos enganches a media asta, como Serra Ramoneda y Narcís Serra, que pedían permiso al Supervisor cada vez que iban al lavabo y que aún así dimitieron de sus responsabilidad, arrastrados por el marasmo de un funcionariado estéril. 

Muy cercano a José Ignacio Goirigolzarri, con quien coincidió en BBVA, Pla fue elegido por el Frob para la reestructuración de CajaSur. Ahora, el Ministerio de Economía está dispuesto a unificar la gestión  de Catalunya y Nova Galicia en Bankia, la triada pública en manos del Frob, hija del bolsillo del contribuyente. En este punto, MacKinsey y Nomura entran de nuevo en acción. Las consultoras no aceptaron las condiciones del Banco Santander para hacerse con el control de Catalunya Banc.

Rodríguez Inciarte, el escañapobres de don Emilio Botín, ofreció unos mil millones de euros por hacerse con el control de una entidad que le ha costado a España más de 14.000, contando el rescate europeo y el erario público. Tras los primeros tanteos de BBVA, Sabadell, el propio Santander y Popular, casi en el postpartido, la puja quedó desierta. Nadie mira el escaparate; más bien se suma y se resta posibles déficits ocultos o probables netos patrimoniales, que son tales.

Los ofertantes pedían un esquema de protección de activos (EPA) que estaba fuera del alcance del Frop. Compraban una ganga o no compraban. Endulzaban la compra con un crédito público de 5.000 millones o, en caso contrario, no compraban. Es decir, su oferta consistía en  reflotar la lamentable trayectoria de Catalunya Caixa con nuestro dinero, el de todos. Sus condecoraciones vienen de Bruselas (rescate financiero), pero su parte alícuota es de todos.

CatalunyaCaixa rinde hoy sus banderas. Pero, además de perder lo que no está escrito, tampoco ha hecho los deberes: la reducción de plantilla, que se le encomendó a Adolf Todó y a su consejero delegado. El Estado pagará ahora el duro ajuste laboral. Pagará los pasivos devengados por sus fondos de pensiones y le añadirá el coste de oportunidad de sueldos históricos adelantados en la época de las vacas gordas: Costabella o Loza, entre otros altos cargos y  directores generales que descarrilaron la tercera caja de España en volumen de recursos.

También pagará con retraso los descuentos de sus presidentes, Antoni Serra Ramoneda (ex rector de la Autónoma y autor de Los errores de las cajas, un opúsculo de remontes y coloridos, más cercano a las escenas de caza en la Baja Baviera que a la dureza del sector financiero) y Narcís Serra. El ex vicepresidente del Gobierno es un político de fuste, más versado en colecciones de arte (presidió el Museu Nacional d’Art y negoció el traslado a Montjuic de la colección privada de Francesc Cambó ) que en el mundo del ahorro.

El agujero de Catalunya Banc tuvo su origen en la aseguradora MNA. Costabella la compró y Loza la centrifugó a lo largo y ancho del territorio español, a base de crear decenas de brokers que, a su vez, eran comerciales ambulantes de Catalunya Caixa; captaban pasivo a pocas manos, pero expandían activo a manos llenas. Después llegarían la morosidad y su corolario, la expiación por parte del cliente. Fue en el umbral de la crisis. Y, tras el estallido de los activos subprimes, entró en escena Nomura; más tarde MacKinsey y finalmente nosotros, los contribuyentes.