La perpetua y el campo de nabos: del pensamiento débil al pensamiento único

Todos los partidos intentan explotar al máximo sus dogmas para ganar la batalla del relato

No es casual que Gianni Vattimo, el pensador fetiche de la posmodernidad, donara sus archivos a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en lugar de hacerlo a su alma mater turinesa. El padre del pensamiento débil siempre ha encontrado en Cataluña y en España un público fiel para su crítica de los dogmas y las ideologías establecidas.

La tesis de Vattimo es que el pensamiento fuerte –el comunismo, el fascismo— subyugó históricamente lo individual en beneficio de lo colectivo. El neoliberalismo lo contrarrestó en parte al primar la democracia formal y la libertad de mercado. Pero desde el colapso de la Unión Soviética, el modelo neoliberal se impone sin límite ni control.

Las Cortes y el Parlament de Cataluña generan más titulares que legislación

Según el filósofo, se necesita un pensamiento fluido, no dogmático y tolerante que fomente la autonomía individual. El problema es que formuló su tesis antes de que Internet y la tecnología móvil dieran origen a las redes sociales y a la híper-conectividad 24/7. Desde entonces, el énfasis de su enunciado se ha deslizado desde “pensamiento” a “débil”, facilitando los intentos de imponer diferentes variantes de pensamiento único.

Una amorfa conciencia colectiva va reemplazando progresivamente el contraste libre de opiniones sobre los asuntos públicos. Las Cortes y el Parlament de Cataluña –y quién sabe si en breve un carolingio Consell de la República— generan más titulares que legislación. El resultado es que se alimenta un comportamiento de rebaño. La autonomía personal ha dado paso un dogmatismo grupal en el que conseguir likes y followers es tan importante como que te voten.

Los políticos han aprendido a jugar el juego de la acción-reacción en la red. Es más rápido que el proceso legislativo y no se necesitan mayorías; basta con ser viral. Además, la oposición se acalla inmediatamente si se cuenta con suficientes seguidores que apoyen una iniciativa.

Los políticos han aprendido a jugar el juego de la acción-reacción en la red

El PP y Ciudadanos no han dudado en explotar el dolor Juan Carlos Quer y Juan José Cortés, padres de Diana y Mari Luz, para proponer la ampliación de la prisión permanente revisable: la perpetua. Y, ya metidos en el Código Penal, han planteado también que no se indulte a condenados por sedición y rebelión. El oportunismo oculta los hechos: es innecesario endurecer las penas y cuestionable modificar los indultos, que expondría a España al escarnio internacional.

Las tasas de homicidios de España (0.6 por 100.000 habitantes mientras que Francia tiene 1.53 o Lituania 5.81) y las de violaciones (2.9 por 100.000 contra 62 en el Reino Unido o 18.6 en Francia) están entre las más bajas de Europa. Mientras, la población reclusa (132 por 100.000) casi dobla la de Alemania y la media de las condenas también duplica la europea. La abrogación de los indultos, por su lado, con seguridad sería censurada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

El PP y Ciudadanos no han dudado en explotar el dolor Juan Carlos Quer y Juan José Cortés

El ministro de Justicia, Rafael Catalá, arguyó el viernes que “las encuestas” avalan el apoyo popular a los cambios legislativos, como si el criterio de la mayoría invalidara los datos y gobernar consistiera en responder a titulares alarmistas… después de avivarlos. Todo vale en la pugna por ser el más duro contra el crimen y el más firme contra el separatismo.

Legislar ad personam es una tentación autoritaria. Crear en los medios de comunicación y en las redes sociales el clima que lo justifique erosiona irresponsablemente el estado de derecho. Lo es cuando el Gobierno central coquetea con leyes cuestionables para desmantelar el independentismo. O, en igual medida, cuando a Junts per Catalunya sugiere otro 6 de septiembre –una reforma exprés de a Ley de Presidencia de la Generalitat— para que Carles Puigdemont pueda ser president desde Waterloo.

Legislar ‘ad personam’ es una tentación autoritaria. Lo es, por ejemplo, cuando el Gobierno central coquetea con leyes cuestionables para desmantelar el independentismo

Hay varios tipos de autoritarismo, desde el vulgar de un Maduro al impulsivo de un Trump. El autoritarismo de baja intensidad es el que practican las gentes de orden cuando la realidad no se ajusta a sus previsiones. Como el padre que zanja una discusión con un hijo con un “¡porque lo digo yo!” o el de Mariano Rajoy cuando despachó una pregunta sobre la brecha salarial con su ya célebre “mejor no meterse en eso”, la última adición a su fonoteca de greatest hits, junto a lo de “muy españoles y mucho españoles”.

Si le traicionó el subconsciente (“mejor no meterse…”) es porque el presidente sabe que, entre los abanicos rojos de los Goya y las diferencias de salario (entre el 30% y el 14%, según quién las mida), la falta de oportunidades y la desigualdad, lo que afecta a las mujeres es un territorio en el que el PP tiene poco de lo que alardear y el Gobierno poco que ganar.

El PSOE, por su lado, sigue viviendo de las rentas de Zapatero en materia de igualdad. Pedro Sánchez sabe que es más fácil anunciar intenciones que cumplirlas. Por eso, probablemente, se presentó en los Goya con su abanico rojo. Sánchez es feminista en el lenguaje y en los gestos. Y se ha rodeado de mujeres en su ejecutiva (Narbona, Lastra, Calvo, Sumelzo), quizá para compensar su pelea a muerte con Susana Díaz, la mujer que le había destronado y de la que –‘la vendetta é un piatto che si mangia freddo’— acabó desquitándose a modo. 

El PSOE sigue viviendo de las rentas de Zapatero en materia de igualdad

Pero su feminismo es tan de manual que resulta impostado. Tanto que confunde las cuotas para mujeres con los intereses del conjunto de los ciudadanos al negar a Luis de Guindos el apoyo socialista para la vicepresidencia del Banco Central Europeo. Porque no es mujer. No es que a mi me entusiasme el actual Gobierno, pero prefiero que el elegido sea un español antes de que el irlandés Philip Lane, gobernador del Banco Central de Irlanda.

Con su vehemencia pro-igualdad, Margarita Robles, la voz de Sánchez en el Congreso, ha venido en la práctica a ayudar a Lane, que (a) es un hombre, (b) proviene de un estado miembro menor que España y (c) representa a un paraíso fiscal de facto que, por ejemplo, permitió que Apple pagara en 2014 solo un 3.7% de impuestos efectivos sobre 31.000 millones de dólares de beneficios.

El feminismo del PSOE es tan de manual que resulta impostado 

Al menos Irene Montero, la Pasionaria de Podemos, puso la ideología por delante del género: “Es un siervo al servicio de los buitres financieros”. Pero luego se inventó un nuevo término: el de “portavoza”, con el argumento de que el género epiceno (los sustantivos que designan por igual a individuos de ambos sexos) contribuye a perpetuar la opresión de las mujeres a través del lenguaje, como ya hiciera la socialista Bibiana Aido con sus “miembros y miembras”.

Este va a ser, entre otras cosas, el año de las mujeres. Frases como la de la actriz Leticia Dolera durante la ceremonia de los Goya sobre “el campo de nabos” garantizan que lo será en la web y en las redes sociales. En el ciberespacio, a golpe tuits y de ‘líderes pensamiento’ se está forjando el corpus de un nuevo dogmatismo feminista asentado sobre la premisa de que las mujeres están oprimidas y no tienen poder, según las opiniones más vehementes. 

El nuevo dogmatismo que se fomenta en las redes corre el riesgo de quedarse en una copia del neopuritanismo 

Ese nuevo dogmatismo que se fomenta en las redes y se refleja en los Goyas o en el #MeToo de Hollywood corre el riesgo de quedarse en una afectación elitista o en una copia del neopuritanismo que están alumbrando las hermanas de Estados Unidos si no baja al mundo real. Sé que me meto en un charco descomunal, pero bajo una óptica progresista clásica resulta difícil comprender cómo normas restrictivas del comportamiento entre hombres y mujeres, generificar en extremo el lenguaje e, incluso, censurar el galanteo consentido –algo que se da comúnmente en el reino animal— por el riesgo de que oculte un juego de poder, representa un avance.

Lo que no ha conseguido la Iglesia a lo largo de los siglos lo va a conseguir una nueva Inquisición al codificar un nuevo tipo de integrismo. Si la izquierda –la tradicional y los llamados partidos del cambio— modela su política de género exclusivamente sobre la estos nuevos dogmas, no van a llegar a suficientes mujeres como para ganar el poder.

Porque la opresión no la determina tanto el género como otros factores estructurales: la formación o su carencia; el acceso a un trabajo digno y estable; la igualdad real de oportunidades; la eliminación de cualquier discriminación; la posibilidad de compatibilizar maternidad y trabajo… En definitiva, la desigualdad. Y, en efecto, se ceba en las mujeres. Pero, como las palabras epicenas, es de género único.