En desbandada, ERC y el Pdecat no saben cómo deshacerse de Puigdemont
El soberanismo intenta mover ficha pasando por encima de Puigdemont, que se ha convertido en un estorbo en las negociaciones
Los que todavía dudan de la eficacia del Estado y del artículo 155 de la Constitución debieran observar con detenimiento la implosión del procés. Ahora mismo, la sensación es que los procesos judiciales en curso y los riesgos para los reincidentes están produciendo una espantada en la clase dirigente nacionalista de lo que pretendía ser un proceso revolucionario.
Asaltar la Constitución y desgajar una parte del Estado del resto de España no es un juego floral. No hacía falta ser el primero de la clase para estar seguro de que un Estado democrático de la UE del siglo XXI reaccionaría con toda la fuerza de la ley. Y la sensación es sencillamente de inconsciencia.
Los procesos judiciales y los riesgos para los reincidentes están produciendo una espantada nacionalista
Hemos asistido a una revolución sincronizada desde las instituciones del poder con movimientos ciudadanos dependientes y subvencionados por ese poder. Y la resultante es que los cabecillas han retrocedido con la primera respuesta legítima del estado democrático. Una revolución sin revolucionarios que la dirijan, porque la esencia que se les exige a los promotores de un desafío de esta magnitud y con tantas consecuencias es que tengan agallas para hacer frente a las consecuencias de sus actos.
Ahora desfilan ante el juez Llarena prometiendo que serán buenos para conseguir salir de prisión mientras el jefe de esta partida se encuentra huido en Bruselas.
Los insurrectos mantienen un difícil equilibrio entre respetar íntegramente la Constitución y el Estatut
Los insurrectos tardaron veinticuatro horas en aceptar de hecho la aplicación del artículo 155. Calificaron de ilegítimas las elecciones convocadas al amparo de ese artículo, pero aceptaron participar en ellas. Aprovechando las garantías del estado de derecho que han embestido han podido concurrir desde la cárcel y desde su lugar de huida en el extranjero.
Ahora mantienen un difícil equilibrio entre respetar íntegramente la Constitución y el Estatuto que tienen que jurar y volver a hacer trampas para retorcer el reglamento del Parlament pretendiendo hacer una investidura del expresidente prófugo en modo pantalla a distancia. Incluso pretenden un pacto para que el huido Puigdemont regrese a España sin someterse a la acción de la Justicia. No asimilan lo que es la separación de poderes y la independencia de los jueces en el ámbito de su jurisdicción.
Los insurrectos tardaron veinticuatro horas en aceptar la aplicación del artículo 155
El primer problema que tienen es encontrar un voluntario para que desde la Mesa del Parlament ensortije el reglamento para ese contrasentido. No está resultando fácil. Se busca un voluntario para retorcer la ley porque los que habían sido designados no están por la labor de volver a comparecer como reincidentes ante el Tribunal Supremo.
Y ha comenzado la espantada
Todos están prisioneros de quien consideran –al menos de boquilla- presidente legítimo en el exilio. Puigdemont ha pasado por encima de la ley y de su propio partido. Ha confeccionado una lista electoral a su imagen y semejanza y reclama fidelidad a los miembros de su partido y a los de ERC.
Y ambos, en distinta medida, no saben cómo deshacerse de quien se ha constituido en estorbo protegido por la mística atribuida a los ciudadanos que le han votado sorteando las leyes de la lógica y contra los pronósticos electorales. El populismo, una vez más, obvia la razón y se ampara en las emociones.
ERC, incapaz de evitar esas ataduras ha negociado la constitución de la mesa del Parlament con Puigdemont y ha aceptado una investidura a distancia por concretar, rezando para que los letrados de la cámara concluyan que esa iniciativa está fuera de la ley.
Los nacionalistas son prisioneros de Puigdemont, a quien consideran presidente legítimo
El primero en abandonar el barco es el inductor de este proceso. Artur Mas, designado por Jordi Pujol como heredero del partido hegemónico del nacionalismo durante toda la transición, derrochó el capital político de cuarenta años de dominio institucional en Cataluña. Mas, presidente de Convergencia Democrática de Cataluña, tenía sesenta y dos escaños en el Parlament tras las elecciones del 28 de noviembre de 2010.
ERC obtuvo entonces 10 diputados y el PSC que dirigía José Montilla 28. Una situación parlamentaria cómoda que dilapidó anticipando en dos años unas nuevas elecciones con la ambición de obtener mayoría absoluta. El 25 de noviembre de 2012, Artur Mas lejos de su objetivo, perdió diez escaños. Justo los que ganó ERC, doblando su presencia parlamentaria. El PSC continúo su declive perdiendo 8 diputados.
A partir de esta situación, de los recortes aplicados por la Generalitat como consecuencia de la crisis y de las movilizaciones contra sus políticas, Artur Mas reincidió en adelantar otra vez las elecciones convirtiéndolas en un plebiscito para convocar un referéndum e iniciar la vía unilateral hacia la independencia.
Mas adelantó otra vez las elecciones de 2015 convirtiéndolas en un plebiscito
Consciente de su debilidad y acosado por procesos judiciales por corrupción, Convergencia Democrática de Cataluña forzó una coalición con ERC escondiendo por primera vez las siglas históricas del partido. En este experimento electoral del 27 de septiembre de 2015, la suma de votos de los dos partidos nacionalistas en coalición perdió nueve sobre las que habían obtenido por separado en los anteriores comicios.
El PSC siguió cayendo hasta los dieciséis escaños. La gran novedad fue la irrupción de la CUP, un partido antisistema que logró 10 diputados convirtiéndose en árbitro de la situación, una condición que conserva a día de hoy a pesar de haberse quedado con 4 escaños.
La CUP fue la gran sorpresa de 2015 al irrumpir con 10 diputados
El 9 de enero de 2016, tras cuatro meses de intentar su investidura, se doblegó al veto de la CUP que se había negado a investirle como candidato por los casos de corrupción de CDC. A propuesta del propio Mas fue elegido presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, un político que solo tenía como credenciales haber accedido de rebote a la alcaldía de Gerona. Probablemente el astuto Artur Mas pensó que sería un presidente manejable.
El expresidente Artur Mas se ha quitado de en medio de la dirección de su partido. Está acosado por los embargos judiciales a cuenta de la consulta popular convocada el 9 de noviembre de 2014. En marzo de 2017 fue condenado por el Tribunal Superior de Cataluña a dos años de inhabilitación para cargo público, mientras el Tribunal de Cuentas ejecutaba un embargo de más de cinco millones de euros.
Mas ha claudicado: está fuera de su partido e inhabilitado para ocupar un cargo público
Perdonará el lector que haya sido prolijo en detallar los pasos de la carrera de Artur Mas hacia ninguna parte, porque una forma tan concienzuda de dilapidar un capital político tan importante, seguro que será objeto de estudio en las facultades de Ciencias Políticas.
Artur Mas ha afirmado que los resultados del 21-D no permiten implementar la república a corto plazo. ERC es partidario de una legislatura larga, de gestión como vía para tratar de aumentar apoyos ciudadanos a la vía a la independencia. Los únicos que no se resignan a aceptar la realidad son Puigdemont y sus fanáticos seguidores y los miembros de la CUP. Pero quienes se oponen al expresidente fugado no se atreven a contravenirle por la amenaza de ser tratados de traidores.
ERC es partidario de una legislatura larga
Entre las razones expuestas por Artur Mas para su abandono de la política activa figura la necesidad de poner por delante al país, al partido y pensar en último lugar en la persona. Verde y con asas.
Mas ha proclamado que da otro paso al lado – el primero al que se refiere es la aceptación del veto de la CUP a la presidencia de Cataluña que traspasó a Carles Puigdemont – para facilitar nuevos liderazgos en el Pdecat o lo que queda de él después de la abducción que ha hecho Puigdemont del partido heredero de la histórica Convergencia Democrática de Cataluña. Quien era formalmente presidente de CDC, se ha ido señalando la puerta de salida a quien él colocó como sucesor.
Mas da otro paso al lado para facilitar nuevos liderazgos en el Pdecat
A todo esto, hay que añadir que el próximo lunes se conocerá la sentencia del llamado Caso Palau, que presumiblemente establecerá en su sentencia el desvió de comisiones ilegales para la financiación de CDC.
El mismo día, Carles Mundó, una de las esperanzas blancas de ERC, ha anunciado que renuncia a su acta de diputado, por razones personales. El exconsejero, candidato a presidir la Mesa del Parlament, si como parece renuncia Carme Forcadell, ha decidido abandonar la política institucional por sorpresa. Los dos, él y Forcadell, están imputados y salieron en libertad condicional de prisión después de proclamar con matices la aceptación del artículo 155 de la Constitución.
La sentencia del caso Palau influirá en el futuro del Pdecat
Queda poco tiempo para la fecha de constitución del Parlament, el próximo 17 de enero. Muchos más interrogantes que certezas, empezando por la existencia de una mayoría independentistas que necesita la presencia de los diputados electos en fuga o en prisión.
La astracanada de una investidura a distancia, telemática o representada por otro diputado no pasa la prueba del algodón y solo podría ser pretendida forzando otra vez la reforma ad hoc del reglamento del Parlament.
El Gobierno de Mariano Rajoy guarda silencio porque no quiere entrar en dialéctica con el fugado de la justicia. ERC espera que los letrados de la Cámara se pronuncien sobre la ilegalidad de esas pretensiones. Y los dirigentes del Pdecat no saben cómo manejar al monstruo que han creado en lo que llaman exilio. Atentos.