Carceller, de ‘rey de la cerveza’ a ‘capitán Pescanova’ de los abogados
Demetrio Carceller Arce, Demetrio III, empezó este año mejor que la mayoría de grandes fortunas españolas: el día 2 de enero se conoció que un auto de la Sala Penal de la Audiencia Nacional le retiraba la imputación que pesaba sobre él a instancia del omnisciente juez Pablo Ruz por un presunto delito fiscal de 72,04 millones de euros. Pasó meses con la espada de Damocles sobre su imagen y su bolsillo, en un momento en el que Hacienda parecía dispuesta a ejemplificar con algunas grandes fortunas sobre la obligación de cumplir los requerimientos tributarios.
Al presidente de la cervecera Damm ese auto judicial le alivió, pero no resolvió, el deterioro de su dimensión reputacional, que jamás ha conseguido enderezar pese a mantener un deliberado y bajísimo perfil público. Será porque él ha sido eximido de las deudas con Hacienda, pero no su padre. Será porque la batalla entre Sacyr (de la que es vicepresidente y accionista de referencia) y Repsol ha declinado y a casi nadie interesa usarlo como arma arrojadiza; o quizá tenga que ver con que la asesoría comunicativa del ex directivo de Caja Madrid Juan Astorqui (Burson Masteller) y de su mano derecha Jorge Villaveccia Barnach-Calbo no están dando los frutos previsibles; será porque en tiempos de crisis las actitudes entre caritativas y benéficas que la familia practica con los vecinos y cuidadores de sus fincas onubenses son percibidas más como una actitud pseudofeudal que como la intención de un humanista dispuesto a practicar con exigencia y resultado sincero eso que muchos llaman ahora responsabilidad social corporativa.
Carceller Arce no sólo es un virtual terrateniente en Canarias, con la distribuidora de carburantes Disa, sino que cuenta con intereses en múltiples empresas y territorios. Más allá de sus fincas de caza andaluzas, y del archipiélago y sus petróleos, el empresario posee intereses en la multinacional española de la alimentación Ebro Foods; en esa empresa coincide en el consejo y en el capital con Sol Daurella, la todopoderosa presidenta ejecutiva de Coca-Cola Iberian Partners, embotelladora española de los productos del gigante de Atlanta; ambos, después, se han hecho copropietarios de la catalana Cacaolat. Y en la tierra del debate soberanista, además de vendernos la cerveza y los batidos, el empresario ejerce de consejero de Gas Natural.
Demetrio Carceller no es abogado, pero lo parece. Las facturas que debe asumir en forma de minutas seguro que no son menores. No ha existido aventura empresarial de nivel en la que haya participado el rico inversor en la que no ronde un perfil judicial próximo. Ahora, la más sonada es su desembarco en la gallega Pescanova, donde la banca le ha lanzado estos últimos días un puntapié a sus propósitos de reflotamiento con cargo a los créditos que estaban en la masa del concurso de acreedores. Pero mucho antes de ejercer de capitán Pescanova hubieron demoniacas luchas legales entre Sacyr y Repsol y quienes aún guarden memoria recordarán su intento fallido con Juan Abelló de asalto a la cúpula de BBVA. Ese tiburoneo permanente tuvo hasta una pequeña réplica sísmica en la adquisición de Cacaolat y las reclamaciones del fondo inmobiliario propietario de antiguas instalaciones del grupo de batidos. Y, claro, deja cadáveres por el camino. Que le pregunte si acaso al presidente del BBVA, Francisco González, a quien recuerdo decirnos a dos periodistas que sólo lo sacarían del banco con los pies por delante o con una pareja de la Guardia Civil.
En fin, que llamarse Carceller en España y no tener roces con la justicia sería casi un imposible espiritual. Incluso aunque algunos litigios se ganen, esa forma de hacer negocios y de promover inversiones parece también un descriptivo diáfano de su protagonista. Ojalá no constituya una herencia inmaterial de sus antecesores franquistas y sea únicamente fruto de una azarosa vida empresarial.