Caos planificado

El Gobierno sigue sumido en el descontrol por su gestión de la pandemia, que aprovecha tapar sus polémicas medidas o la tensión en la coalición

Una semana antes de la festividad más familiar del año, estamos sumidos en el mayor caos organizativo sobre las medidas restrictivas anti Covid que solo se concibe por el afán del gobierno de la Moncloa en delegar sus responsabilidades en las Comunidades Autónomas y así evitar instalarse en el bucle de las contradicciones permanentes. Y en su afán de politizarlo todo.

Es el virus, no la ideología lo que debiera tenerle entretenido, como hacen sus homólogos europeos de nuestro entorno. Pero Sánchez prefiere desviar el foco sobre los nubarrones de su gestión. Al final, no llegamos a Navidad “más fuertes” ni “más unidos”, como decía su propaganda. Por lo tanto, tiene que distraernos con un triunfalismo impostado con la vacuna y los fondos europeos. Tampoco este gobierno es aquel que se las prometía felices cuando alardeaba de tener “varias voces pero una sola palabra”.

Por eso pretende contrarrestar la tensión manifiesta dentro de la coalición con sus descalificaciones hacia la derecha. A ver si cuela. Pero quien le boicotea el plan de despiste es el propio desestabilizador que tiene sentado en la vicepresidencia del consejo de ministros. Que Iglesias iba a elevar la presión a la máxima potencia para compensar su pérdida de apoyo electoral en los sondeos con su influencia en el poder, se daba por descontado en la Moncloa. Pero que las maniobras salgan a la luz ha hecho saltar todas las alarmas.

 El punto débil de Sánchez: la falta de principios

Como en la plena expansión del virus, la coalición anda a la greña por sus diferencias en política social y económica (quién se lo iba a decir hace meses). El presidente vuelve a utilizar a la oposición como la encarnación del enemigo, pero el enemigo del progreso de este país lo tiene en casa. Cohabita con él ya sin necesidad de somníferos. Y Pablo, que conoce que su punto débil reside en la falta de principios, explota su condición de cogobernante imprescindible y le va envolviendo en su tela de araña a base de chantajes y maniobras.

Cuando no es la autodeterminación del Sáhara Occidental, es el salario mínimo o la provocación al mercado inmobiliario con la paralización de los desahucios, o el cálculo de las pensiones. Pero como la defensa de la legalidad tiene en el presidente de Gobierno una voz muy débil, apenas audible.

Iglesias aprieta con el intento de asalto al poder judicial, vulnerando la Constitución y haciendo caso omiso a las advertencias de Europa, o con la propia monarquía parlamentaria a quien ha llegado a vincular con el crimen organizado del narcotráfico. Sigue agitando el tablero con su jaque al Rey.

Iglesias aprieta con el intento de asalto al poder judicial, vulnerando la Constitución y haciendo caso omiso a las advertencias de Europa

Con esas actitudes, erosiona la coalición pero también se perjudica a sí mismo. Los sondeos le están avisando. Va perdiendo. La crisis sanitaria y económica le está dejando desfasado. Pedro es quien tendrá que dar la cara ante Bruselas y el Banco Central Europeo, mientras Pablo seguirá agitando con un proyecto de otro siglo.

La bronca ha traspasado el confort de la Moncloa para exponerse en el Congreso de los Diputados. Más trascendencia que el intercambio de discrepancias en el pasillo entre la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el vicepresidente segundo fue el mutis por el foro que protagonizó Iglesias mientras hablaba la ministra de exteriores. Abandonó el escaño, precisamente, cuando Gonzalez Laya explicaba que la política sobre Venezuela la deciden el presidente y ella. Es el caos planificado.

De todos los cambios legislativos que la Moncloa está promoviendo por la puerta trasera de la pandemia, el intento de control del poder judicial ha acaparado mayor seguimiento en el observatorio europeo. Postureos aparte, populares y socialistas han insinuado que si son capaces de encontrar una candidatura de consenso para la presidencia del CGPJ, podría resolverse el bloqueo de la negociación. Pero el ‘mirlo blanco’ no aparece. El PP sigue esperando que Podemos quede relegado en tan delicado campo, justo lo contrario de lo que persigue Iglesias. 

El presidente tendrá que aparcar, por una vez, sus cálculos partidarios. Si el pacto no sale, se difuminará el respeto al marco constitucional del 78. Y ganará Iglesias ¿Eso es lo que él también pretende? El Consejo General del Poder judicial se rebela ante la injerencia del gobierno cubriendo vacantes. Por amplio consenso entre los dos sectores. Hechos consumados. En democracia no se puede tener sometidos a los jueces. Sánchez debería aplicarse el cuento.

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