Campaña sobre campaña
Campaña sobre campaña, el Gobierno hace sonar la pandereta. Con una mano recauda y con la otra reparte entre los medios de comunicación para que bailen al ritmo que marca la publicidad institucional
Recuerdo que de niño, cuando llegaban estas fechas navideñas, salía con los amigos de mi barrio en San Sebastián a entonar villancicos para ganarnos unos duros. Tocábamos las puertas del vecindario y preguntábamos: «¿Se puede cantar?». Y acto seguido sacudíamos panderetas y zambombas y atacábamos con “Campana sobre campana, y sobre campana una, asómate a la ventana, verás al Niño en la cuna”. Eran finales de los años 60 y comienzos de los 70. Luego llegarían los personajes milenarios de la navidad vasca con sus canciones en euskera. Pero ya nos cogieron mayores.
Creo que ahora muy poca gente abre sus puertas a los niños para que canten villancicos. Tener montado el Belén debajo de un cartel de Securitas Direct deja a las claras que ya nada es lo que era. Hay sensores en puertas, balcones y ventanas. Y para entrar en casa ajena hay que estar muy organizado y escurrirse, como hace el Gobierno, por la rendija que menos se cuida. Que no es otra que la que se ha dado en llamar la “caja tonta”. No hace falta abrir la puerta a nadie, ya entran por la televisión y se instalan en nuestros salones y cocinas para decirnos a la cara que somos unos “derrochólicos”. Que es como decirnos, pero de otra forma, que volvemos a vivir por encima de nuestras posibilidades energéticas. Que somos capaces de asomarnos a la ventana para ver al Niño en la cuna sin tener en cuenta que se puede disparar la factura de la calefacción.
Menos mal que tenemos al Gobierno para alertarnos con sus campañas. Da lo mismo sintonizar una cadena de televisión que otra, una emisora de radio crítica con el Ejecutivo que el podcast de un digital que parece independiente. Es igual, el ministerio de turno estará ahí durante estas navidades y todo el año que viene, porque el dinero de todos le permitirá insistir una y otra vez hasta que llegue la cita con las urnas. Campaña sobre campaña, el Gobierno hace sonar la pandereta. Con una mano recauda y con la otra reparte entre los medios de comunicación para que bailen al ritmo que marca la publicidad institucional.
Pedro Sánchez fijó en 2021 un presupuesto para campañas institucionales de cerca de 160 millones de euros
La profunda crisis que atraviesan, casi sin excepción, las empresas periodísticas en nuestro país las convierte en presas fáciles para un Gobierno necesitado de mensajes positivos. Ya desde la pandemia y con la publicidad por los suelos el Ejecutivo de Pedro Sánchez fijó en 2021 un presupuesto para campañas institucionales de cerca de 160 millones de euros, a los que se sumarían otros 55 millones para publicidad durante 2023. Todo esto sin contar con la dependencia de los Presupuestos Generales de las respectivas televisiones públicas que hay en España.
Una morterada de dinero que servirá para que cada vez que estemos viendo cualquier programa de televisión, especialmente los informativos o el Mundial de fútbol, nos venga el Ministerio de Igualdad, el de Asuntos Sociales o el de la Agenda 2030 a decirnos que España va como nunca y que podría ir todavía mejor si dejamos de ser “derrochólicos”. Es decir, si dejamos el coche, bajamos la calefacción o consumimos menos carne. Porque de todo esto también se sale, dice con desparpajo la campaña de un Gobierno que no se caracteriza precisamente por dar ejemplo de austeridad.
Los medios afines a La Moncloa dispondrán de una importante ayuda pública para mejorar la imagen de su generoso amigo
Los medios afines a La Moncloa dispondrán de una importante ayuda pública para mejorar la imagen de su generoso amigo y la de quienes en los próximos meses saltarán del Gobierno a la arena electoral en los comicios municipales y autonómicos de mayo. Posición ventajista que contará también con el intento de Sánchez de poner sordina a todas las crisis que tiene abiertas. Porque tan importante como conseguir titulares favorables va a ser que no se hable de determinadas cosas. Ni de la eliminación del delito de sedición, ni de la transformación vergonzosa de la malversación, y mucho menos de la exigencia de sus socios independentistas para la celebración de un referéndum en Cataluña.
El año que nos espera a la vuelta de la esquina se presenta complicado, especialmente para el periodismo y los periodistas de los medios tradicionales que tratan de mantenerse libres e independientes de las exigencias de un Gobierno cada vez más populista y entregado a la propaganda que financia descaradamente con el dinero de todos.
Me temo que solo unas pocas publicaciones, aquellas capaces de vivir sin las dádivas del Gobierno, se convertirán en un espacio libre de contaminación. Serán el refugio de quienes pretendan sobrevivir a un 2023 de campaña sobre campaña, el villancico preferido de Pedro Sánchez.