Camino de Extremadura
Los parados aumentan en 18.800 personas en Catalunya en el tercer trimestre y ya son 840.400. La tasa de paro se sitúa en Catalunya en el 22,56%, según la última Encuesta de Población Activa. Catalunya está en el primer lugar del ranking de las comunidades que han sufrido más pérdidas de puestos de trabajo en el último año.
El número de parados en España es de 5.778.100 personas. La tasa de paro supera por primera vez en la historia el 25%. En el tercer trimestre, el número de familias que tienen todos sus miembros activos en el paro se sitúa en 1.737.9000. En cambio, el número de hogares en los que todos sus miembros están ocupados ha disminuido en 536.700.
Tener casi la cuarta parte de la población activa parada en Catalunya y más de la cuarta parte en España nos acerca a porcentajes del Magreb. Especialmente en cuanto al paro juvenil. Pero lo más grave no son los datos en sí mismos, sino la pasividad del Gobierno español y la parálisis del catalán, porque no todo es debido al déficit fiscal.
Hemos hablado otras veces, pero hay que insistir. Reformas en profundidad no hemos visto ninguna. Sólo más de lo mismo, especialmente en el ámbito de los servicios públicos. O igual o más de lo mismo respecto a la estructura burocrática, que es la base del clientelismo político de los grandes partidos estatales y autonómicos: ejército, senado, diputaciones, y consejos comarcales intactos.
El aparato burocrático intacto. El aparato judicial, también, al margen de lo que se ha visto tras el último incidente: el Consejo General del Poder Judicial ha aparcado el informe hipercrítico de una comisión de magistrados sobre el comportamiento de la banca ante las ejecuciones hipotecarias. Y todo esto en la misma semana en la que los suicidios y los intentos de suicidios de desahuciados han aparecido en los titulares de los diarios.
Ninguna reforma del sistema bancario seria y con demanda de responsabilidades a dirigentes y responsables reguladores. Y podemos continuar con la tacañería franco-alemana, preocupada por esconder los agujeros de parte de sus bancos y reclamar que se rescate a los bancos españoles, para que devuelvan las deudas que han contraído gracias a los préstamos entregados, principalmente, a través de grandes empresas españolas oligopólicas (las del palco de Bernabeu). Y hacerlo a expensas de los ciudadanos.
Ninguna reforma seria y valiente sobre la economía verde. Sólo palos de ciego, que desorientan y perjudican a las pymes que habían apostado por el sector de la sostenibilidad. Ninguna reforma a fondo del subsidio de paro, con la conservación de los aparatos burocráticos y la pervivencia de sistemas especiales como el PER, que explican la condena eterna a la dependencia y al asistencialismo de la población andaluza y extremeña.
Y suicidas políticas de innovación e investigación en Madrid y en Catalunya, desaprovechando el momento crítico para formular cambios en profundidad en estructuras que están anquilosadas, como el CSIC (sólo lo están asfixiando), y cambios en Catalunya. Bajo la excusa de la falta de dinero, se esconden dos años de desorientación y desmoralización del sistema de I D y sus agencias.
Es evidente que el centro-derecha catalán en el Gobierno ha aprovechado la oleada popular hacia la independencia para surfear el tsunami y de paso esconder una falta de capacidad y opciones ideológicas que se han aplicado estos dos años. Pero este oportunismo no altera el hecho de que el objetivo del Estado propio es para la sociedad catalana un horizonte de esperanza y de relanzamiento.
En cambio, la derecha española, que hegemoniza también a la izquierda, si cree que de la batalla contra la independencia sacará otra cosa que no sea continuar cayendo en el pozo donde lo arrastra un Estado fallido, –porque sus fundamentos son la ineficiencia y el castigo a la iniciativa–, va muy equivocada.
Caminamos hacia cifras extremeñas: 33% de paro, 33% de funcionarios (en España, menos de la tercera parte en Catalunya) y 33% de economía de servicios de poco valor añadido. Con una Catalunya exhausta o independiente, las tres R (Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez) necesitan ponerse las pilas para reformarse.