Cambio de tercio
El daño ya está hecho pero el gobierno debería compensar el fiasco de Garzón promoviendo una campaña en Europa y a nivel internacional sobre la calidad de nuestros productos
Ha sido tal el fiasco que ha organizado el ministro Garzón con sus ataques gratuitos al sector ganadero que el presidente del gobierno ha decidido dar un giro copernicano a su estrategia de comunicación. Quiere dejar atrás cuanto antes tan bochornoso episodio por dos razones: porque ha visto las orejas al mundo rural que se siente agredido al haber cuestionado la calidad de la carne de macrogranjas y porque sabe que el «Garzongate’’ le está dando munición electoral al centro derecha.
El inquilino de la Moncloa pensó en un principio que le favorecería que las iras se canalizaran hacia su socio de Podemos pero le estaba empezando a salpicar a él provocando una agravamiento de su desgaste. La polémica se le estaba yendo de las manos. Y los de Podemos han conseguido hacerse visibles en la precampaña de Castilla y León donde ni estaban ni se les esperaba.
La metedura de pata del ministro de consumo, en la que se reafirma, habría provocado mucho revuelo, independientemente del momento elegido porque su ataque al sector ganadero ha lesionado la imagen de España. Pero no habría tenido tanta trascendencia política si no se hubiera producido en vísperas de unas elecciones autonómicas como las de Castilla y León el próximo 13 de febrero.
Todo un regalo servido en bandeja de plata al presidente y candidato popular Alfonso Mañueco (comunidad donde la ganadería goza de un notable peso específico) que el partido de Pablo Casado no piensa desaprovechar. El PP no navegaba con un viento tan favorable desde que Isabel Diaz Ayuso arrasó en las elecciones autonómicas de Madrid el pasado mes de mayo. Y no va a soltar el rumbo tan fácilmente.
Aunque Sánchez se empeñe en pasar página y haya ordenado a sus ministros un cierre de filas para desviar el foco hacia otro frente. Así las cosas es muy probable que el ministro Planas se vuelva a retirar a su palacio del silencio de donde salió hace unos días para desautorizar a uno de los ministros más prescindibles y ociosos del abultado gabinete de la Moncloa.
El fiasco de Garzón, una baza muy jugosa para los países competidores
El daño ya está hecho porque Garzón ha sembrado un manto de desconfianza hacia algunos productos de nuestro país. Una baza muy jugosa para los países que compiten con nuestra carne en los mercados internacionales. El gobierno nos quiere enseñar que la bolita sale ahora por otro lado pero, si le importase de verdad la reputación de España ¿no debería compensar el fiasco de su ministro promoviendo una campaña en Europa y a nivel internacional hablando de la calidad de nuestros productos?
De momento el discurso sobre la España vacía ha quedado eclipsado y en la Moncloa aconsejan a Pedro Sánchez que no aparezca en la apertura de la campaña de Castilla y León. Si acaso, en el cierre. Según como vayan respondiendo los sondeos. Como si estuvieran ya resignados a perder estas elecciones. De momento, quiere concentrarse en la recepción del lunes al canciller alemán Olaf Scholz para volver a recuperar la iniciativa hablando de Covid y fondos.
Pero el presidente español no puede salir muy bien parado de las comparaciones con el mandatario alemán. Porque el gabinete tripartito germano (recién estrenado y compuesto por socialdemócratas, verdes y liberales) ya ha hablado de bajar impuestos y de austeridad en el gasto público. Con el objetivo de frenar la deuda en 2023. Con deducciones en los planes de pensiones y eliminando el recargo para energías renovables que figura en las facturas de la luz. Se ha situado lo más lejos posible de la presión fiscal para fomentar el consumo y la actividad económica. Sánchez quiere reforzar el eje socialdemócrata europeo pero está a años luz de Alemania.
La Moncloa confía en el truco de la abstención
Sánchez no las tiene todas consigo con el apoyo parlamentario a su reforma laboral que tanto se parece a la que aplicó Rajoy. Sus socios quieren escenificar su decepción. Y la Moncloa espera que al menos ERC acepte la abstención como comodín. No puede tocar una coma del texto del acuerdo porque la patronal se iría y Bruselas dejaría de aplaudir la reforma.
Pero como la validación requiere más votos de síes que de noes, las abstenciones críticas podrían sacar adelante el decreto ley. Trucos de prestidigitación parlamentaria en los que se mueve Sánchez como un tahúr en la carrera de San Jerónimo. Sus socios de ERC tienen razón en una cosa: en que esta reforma laboral tiene muy poco de la derogación prometida. Por eso los empresarios están en la foto. Pero si Bildu y PNV pretenden moverla, el acuerdo saltará por los aires. Europa sigue observando a este gobierno. Menos mal.