Calor, amenaza para la seguridad nacional

Es agosto. Los días comienzan a menguar, pero siguen siendo largos y propicios para la molicie. La política ni cesa ni ceja… Es, después de todo, la materia de la que están hechos los sueños. Maldices otro nuevo día de calor; este calor que agobia, asfixia y tampoco cesa desde hace ya demasiadas semanas.

De pronto, Obama, la cosecha de aceitunas y la Agencia Estatal de Meteorología convergen en algún lugar de tu lóbulo frontal y te sacuden de tu torpor: «el calor es la política, estúpido», piensas. Pero no la sustancia de los sueños. En todo caso, la de una pesadilla apocalíptica, si los que mandan en el mundo no asumen de una vez su responsabilidad respecto al cambio climático.

Tres hechos, a primera vista inconexos –pero en absoluto intrascendentes—apuntan a que el calor extremo y duradero ha dejado de ser solo un argumento de disaster movie hollywoodiense para convertirse en una amenaza presente y tangible que nos afecta hoy y que sólo pueden empeorar si no se adoptan medidas drásticas.

AEMET, la Agencia Española de Meteorología, acaba de anunciar que el mes de julio ha sido el más cálido desde que se tienen registros, con una temperatura media de 26,5 grados, 2,5 grados más que la más elevada registrada hasta ahora y 0,3 grados por encima a la media mensual más alta, la del mes de agosto de 2003. A escala global, los diez años más cálidos desde que se tienen registros fiables (unos 170 años en promedio) se han producido todos desde 1998.

En paralelo, los fabricantes de aceite de oliva  informan que España deberá importar este año una cifra record de aceite procedente de Túnez y otros países para compensar la caída de la producción en las zonas olivareras, entre ellas las catalanas, debido a la sequía y el inusitado calor que ha reducido la cosecha a un tercio de lo normal.

Y finalmente Barack Obama acaba de lanzar un Plan de Energía Limpiadirectamente orientado a reducir las emisiones de los productores de electricidad. Palabras mayores, al poner simultáneamente la proa a los potentes lobbies del carbón y de las utilities (empresas energéticas). 

Harto de que la derecha que domina el Congreso se oponga a todo lo que sale de la Casa Blanca, el presidente ha envuelto su plan en un packaging difícilmente rechazable por los halcones. El énfasis no se pone en la ecología, en la ciencia o en la fauna, todas esas cosas que el Tea Party ignora, desprecia o abate directamente a tiros. El Cambio Climático, dice la Casa Blanca, es un asunto de seguridad nacional, como lo fue la URSS (Imperio del Mal) para Reagan o Saddam Hussein (Eje del Mal) para Bush nº2.

¿Por qué seguridad nacional? Sólo en 2012, los fenómenos de clima extremo (los huracanes Sandy e Isaac; la sequía y ola de calor de costa a costa) costaron a los EE.UU. más de 100,000 millones de dólares (90.000 millones de euros), una décima parte, en un solo año, de lo que costaron los siete años de guerra norteamericana en Irak.

Salvando la distancias, si la meteorología es capaz de liquidar dos tercios de la cosecha olivarera española, y obligar a importaciones masivas para retener el liderazgo mundial que laboriosamente han conquistado durante años nuestros aceiteros (insisto, incluyendo los catalanes), habrá que colegir que el cambio climático es también un asunto de seguridad nacional para nosotros. Y para la prosperidad no ya unas remotas generaciones futuras, sino de los hijos que hoy cuidadosamente criamos o los nietos que amorosamente malcriamos.

(2/2)

Una lectura somera del Informe de Síntesis de la Quinta Evaluación realizada por del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidasinduce a la reflexión. Y, al convencimiento de que las medidas de reducción gases de efecto invernadero no pueden ser graduales y opcionales. Deben ser agresivas y asumidas internacionalmente con la misma urgencia que si nos estuviera cayendo encima un meteorito.

Y uno se pregunta ¿qué piensan de todo esto nuestros gobernantes? ¿Cuándo fue la última vez que a Mariano Rajoy –o, seamos justos, a cualquier otro político español de primera línea—se le escuchó exigir más esfuerzo en la lucha contra el cambio climático? ¿O siquiera hablar de asunto?

¿Sabe alguien quién es Susana Magro? ¿Cuán conocida es la actividad de la Oficina Española para el Cambio Climático, organismo del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente? ¿Se sabe cuáles son sus directrices y logros? ¿Alcanzará España las metas de reducción y eficiencia energética fijadas en el Horizonte 2020 de la Unión Europea? ¿Estará en condiciones de asumir el futuro Horizonte 2030, mucho más agresivo?. Hay materia sobrada para un gran debate público, pero… «no está en la agenda».

La agenda es la política energética del PP, desarrollada por el ministro José Manuel Soria y el secretario de estado Alberto Nadal, personalmente elegido por Rajoy para gestionar el asunto eléctrico, clave para cualquier aspiración electoral. Su norte ha sido cambiar la estructura de precios de la energía eléctrica –que ha subido un 100% en cinco años—y desmantelar el liderazgo alcanzado la pasada década en energías renovables, las únicas que a lar larga eliminarán el carbono que envenena la atmósfera.

Pocos niegan que la eclosión eólica y solar fomentada por el PSOE se asentó sobre bases financieras artificiales y no sostenibles, pero el péndulo ahora favorece de manera descarada a los operadores eléctricos. Incluso ante amenazas tan inocuas como el autoconsumo de quienes instalan placas solares con el llamado impuesto al so’ y las trabas que se anticipan para las nuevos acumuladores de energía que Tesla y su visionario fundador Elon Musk quiere comercializar en España.

El Gobierno español –posiblemente en funciones ya— tendrá a principios de diciembre ocasión de hacer política de verdad: trascendente, valiente y duradera, aunque no le reporte beneficios inmediatos. En esa fechas se celebrará en París una nueva Conferencia Mundial del Clima centrada en superar la Convención de Kyoto sobre el Cambio Climático con un compromiso vinculante. Allí se podrá asistir como gregario bajo el manto de la posición común de la UE o asumir un papel asertivo y de vanguardia. Hasta ahora, ese rol estaba reservado a escandinavos o canadienses. La iniciativa de Obama y la reciente laudatio ecologista del Papa Francisco van a hacer más difícil a los tímidos esconderse tras la excusa de la prudencia.

Porque lo prudente es no esperar. La alternativa es legarle a los nietos que espero pronto un mundo que se parecerá más al de Mad Max que al de Heidi y el Abuelo en sus verdes y hermosas montañas.

 

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